Si el
período de formación de Aquilino Amezua en el extranjero lo presentábamos lleno
de especulaciones y de contradicciones, a partir de este momento su trayectoria
profesional es mucho más clara y definida. Como ya hemos mencionado en el
capítulo anterior, hacia 1871 Amezua regresaba de su peregrinaje europeo para
colaborar junto a su familia en la construcción de los órganos de la Purísima
de Yecla y del Santuario de Monserrate de Orihuela, instalados ambos en 1872.
El primero de los instrumentos sabemos que fue inaugurado en noviembre del
citado año. Según Luciano Cauqual, es casi seguro que Juan Amezua y familia se
trasladasen de Yecla a Valencia, una vez terminado el órgano. De esta manera,
dicho traslado habría que datarlo entre finales de 1872 y comienzos de 1873.
Esta fecha viene a coincidir con la que se deduce de la noticia publicada en El Correo de enero de 1903, en la que se
afirma que Amezua era «un vascongado enérgico e inteligente que al arte que
cultiva[ba] ha[bía] dedicado treinta años de estudio perseverante y fecundo»[i], es
decir: desde 1873. En lo sucesivo, Aquilino Amezua quedaría instalado en la
capital del Turia, donde acompañado de su padre y de su hermano construiría y
reformaría «gran número de órganos para iglesias de la costa de Levante y del
interior de la Península que le han dado merecido renombre»[ii].
Sin embargo, antes de entrar a detallar los pormenores de la etapa en la que
Amezua residió en Valencia, veamos primero cual era la situación del órgano
romántico en España después de veinte años de su aparición.
Para
cuando los Amezua se establecieron en Valencia, ya había pasado más de una
década desde que el órgano romántico hizo su aparición en la ciudad. Este hecho
tuvo su origen de manera un tanto fortuita cuando en agosto de 1857, al mes de
haberse inaugurado el monumental órgano de la catedral de Murcia, llegaban a
Valencia los hermanos Richard y Gustav Adolf Ibach.
Después de haber instalado varios órganos en La Habana, se les confió
la misión de visitar España con el fin de «observar las particularidades de
nuestros órganos y el de adoptarlas en los que quedaban por construir en dicho
país»[iii].
Con este cometido, examinaron varios órganos destacados, entre ellos los de las
catedrales de Valencia y de Barcelona. Durante dicha visita, los hermanos Ibach
estuvieron acompañados por «el distinguido artista español avecindado en La
Habana», Juan Comellas, que al mes siguiente de haber examinado el órgano de la
catedral de Valencia, se hallaban en Barcelona con el mismo fin[iv].
El tiempo invertido por los hermanos Ibach en Valencia no fue en balde.
Tras un detenido y minucioso examen del órgano grande de la catedral,
elaboraron «desinteresadamente» un plan para su reforma, que fue enviado al
organista Pascual
Pérez Gascón[v].
Éste, después de examinar el proyecto, comparó la disposición planteada por la
firma alemana con la del órgano recién inaugurado de la catedral de Murcia, la
cual satisfacía plenamente sus deseos «por su mayor variedad y número en los registros de
armonía»[vi].
A diferencia de los órganos instalados hasta entonces en España por
Cavaillé-Coll y Merklin, la propuesta de la casa Ibach fue enfocada como un
compromiso de integración de dos tradiciones organeras tan dispares como lo
eran la alemana y la española. Entre las características más destacables
señaladas por Pascual Pérez Gascón, habría que mencionar la nueva distribución
de registros de fondo, «que despliegan la majestuosa plenitud y
fuerza de sonidos que tanto se celebran en los órganos de Alemania, y también
los de más pequeña talla que en dichos órganos impresiona del modo más suave y
delicado»[vii]. Sin embargo, se seguían manteniendo los registros de «mutación o de armonía así como los de lengüetería, y que son los que
más particularmente caracterizan a los órganos españoles»[viii].
El órgano se compondría de 54 juegos para los tres teclados manuales y 12 para
el Pedal, de los cuales 23 eran completamente nuevos y 43 aprovechados del
órgano antiguo; la extensión de los teclados manuales era de 54 notas, y 25
para el pedalero. La propuesta para la reforma del mencionado órgano fue
presentada al Cabildo el 10 de diciembre de 1857, y el contrato con la firma alemana
fue firmado justo seis meses después, el 10 de mayo de 1858. La noticia de su
construcción se difundió por toda España, esperándose que fuera inaugurado para
finales de 1860[ix].
Entre tanto hubo alguna otra propuesta[x],
como la del organero Antonio Portell y Fullana, continuador de la escuela del famoso mallorquín
Jordi Bosch, quien, todavía fiel a las técnicas de su antiguo maestro, «había logrado mediante su constante
aplicación y estudio elevar su arte al grado de mayor perfección posible
conforme a los adelantos del siglo»[xi].
Pero
para entonces —entre 1853 y 1854— ya se habían consumado algunos de los
acontecimientos más decisivos y transcendentales que tuvieron lugar en la
historia del órgano romántico en España. El proceso fue muy lento y muy desigual
geográficamente si lo comparamos con la intensa actividad organística y musical
que se estaba dando en Francia. Quizás una de las primeras tentativas más
ambiciosas se deba a Vincent Cavaillé-Coll, hermano de Aristide, quien presentó
un proyecto para la reforma de los órganos del monasterio de San Lorenzo de El
Escorial. Según Felipe López Pérez, dicho proyecto dataría de comienzos del año
1847, época en la que el organero francés trataba de acceder al puesto de Organero de la Real Capilla de Palacio[xii]. En su proyecto,
Vincent Cavaillé-Coll ofrecía un par de modelos de órgano: uno de tres teclados
manuales y pedal, con una fachada en la que se desplegaban tubos de 16 y 8
pies; y otro de cuatro teclados manuales y pedal, con una fachada que contenía
tubos de 16 pies y Contras de 32. La extensión de los teclados manuales y de
pedal era de 54 y 25 notas respectivamente para ambos modelos. Entre las
novedades más destacables, habría que señalar la incorporación de fuelles de
diferente presión, registros armónicos, caja expresiva, pedalero a la alemana,
máquina Barker, etc.[xiii]
A
pesar de que hasta la fecha no se ha hablado nada de ello, por aquellos años
también existieron contactos con Aristide Cavaillé-Coll: por ejemplo en 1849 (22
de noviembre) cuando el organero francés informaba al donostiarra establecido
en París, Benito Alcain, para la construcción de un nuevo órgano destinado a la
iglesia de Santa María[xiv]; o cuando a
comienzos de enero de 1850 aclaraba algunas cuestiones solicitadas por el Sr.
Lázaro Escoriaza de Tolosa. No obstante, habría que esperar hasta 1853 para que
los proyectos de los primeros órganos románticos comenzaran a fraguarse en
España. Con fecha 12 de abril de 1853 Cavaillé-Coll enviaba una detallada
información de órganos de salón y de capilla al famoso barítono y profesor de
canto Manuel García Sitches, establecido ocasionalmente en Jerez de la
Frontera. Entre los diferentes modelos, cabe destacar el órgano de salón
construido en 1851 para su hija, la diva Paulina Viardot García. No olvidemos
que unos meses después, José Juan Santesteban —quien en su viaje realizado a
París en 1844 tomó lecciones de Manuel García— contactaba con Cavaillé-Coll con
objeto de pedir presupuestos para un posible órgano nuevo destinado a San
Sebastián, y cerraba el trato para la construcción del de Lekeitio, cuyo
proyecto fue redactado el 23 de agosto de 1853. Asimismo, justo un mes antes,
el 23 de julio, James Chapman Bishop había enviado un presupuesto al señor B.
Zulueta de Jerez de la Frontera, con objeto de construir un órgano nuevo de
alrededor de 30 registros distribuidos en tres teclados manuales y uno de
pedal, destinado a la catedral de dicha ciudad.
Entrado
el año 1854, el 3 de febrero, Bishop escribía al señor Zulueta contestando
varias cuestiones, entre las cuales ofrecía ciertas mejoras y afirmaba que el
órgano se entregaría en el plazo de cuatro meses contando desde el día en que
se cursara el pedido. El órgano fue montado en Jerez por George Speechley Bishop y William
Ebenezer Richardson, siendo concluido en octubre de 1854 al tiempo que se
finiquitaron todos los pagos. Curiosamente aquel mismo 3 de febrero de 1854 en
el que Bishop escribía a Zulueta, tuvo lugar un incendio fortuito en la
catedral de Murcia que destruyó, entre otras cosas, los dos órganos barrocos
que poseía. Una vez evaluados los daños, el entonces obispo Mariano Barrio
Fernández gestionó la búsqueda del dinero necesario para reparar las pérdidas
que sufrió la catedral. El obispo Barrio, decidió ponerse en contacto con el
Embajador de España en París con objeto de comprar un órgano. Entre la diversa
información remitida por el Embajador desde París, el 19 de abril envió una
copia del proyecto redactado por Aristide Cavaillé-Coll para el órgano de la
basílica de Ntra. Sra. de la Asunción de Lekeitio. Pasados unos meses, en el
mismo día en que Cavaillé-Coll anunciaba la presentación del órgano de Lekeitio
en sus talleres de la rue Vaugirard (20 de junio de 1854), Joseph Merklin
firmaba en Murcia, en presencia de Hilarión Eslava, el contrato para la
construcción del monumental órgano de la catedral. Se trataba del mayor
instrumento que jamás se había instalado en España, con un total de sesenta y
dos registros distribuidos en cuatro teclados manuales y pedalero. El 2 de
agosto de 1856 el instrumento estaba terminado en los talleres de Chaussée de
Wavre, momento éste que debía ser aprovechado por Merklin para llevar a cabo un
gran despliegue propagandístico antes de ser trasladado definitivamente a
Murcia. En este contexto, el órgano pudo ser escuchado bajo las
interpretaciones de los organistas Mailly y Kufferath. No obstante la figura
que daría a conocer mejor esta maravilla de la técnica fue Théodore Dubois,
calificado entonces como joven promesa y ligado a Merklin como verificador de
sus instrumentos. El órgano fue enviado a Murcia en noviembre de 1856, donde se
inauguró solemnemente el 8 de julio de 1857.
Pero el primer órgano instalado por la firma
Merklin-Schütze en España no fue el de la catedral de Murcia, sino el pequeño
órgano de la iglesia parroquial de la localidad riojana de Cenicero, colocado
en 1856. A pesar de sus reducidas dimensiones, su adquisición tuvo un
tratamiento especial gracias a la intervención de Salustiano de Olózaga,
ministro embajador de España en París, y encargado de gestionar su compra. El
asunto llegó a tratarse incluso en el Congreso de los Diputados, donde en una de
las sesiones se tomó «en consideración un proyecto de ley para que se exima el
pago de Derechos de Arancel un órgano para la iglesia de Cenicero»[xv]. Para finales de diciembre de 1856 el órgano
de Cenicero, construido
en París, y que las Cortes
constituyentes declararon exento del pago de derechos, ya se encontraba
colocado en el coro de su iglesia parroquial. Entorno al mismo se organizó «con
este motivo una función dedicada a los bienhechores de aquel pueblo, entre los
cuales sobresal[ía] por su generosidad la delicadeza del benéfico Lord Howden»[xvi]. Su construcción fue seguida por el famoso
compositor de habaneras Sebastián de Iradier, organista durante su juventud de
las parroquias de San Miguel de Vitoria y de San Juan de Salvatierra, en Álava,
pero que en el momento de la adquisición del instrumento residía en París y
ostentaba el cargo de maestro de canto de
la emperatriz Eugenia de Montijo[xvii].
A
pesar de todo lo que representaba el monumental órgano de la catedral de Murcia
y del despliegue publicitario llevado a cabo por Joseph Merklin, los resultados
en España no fueron tan satisfactorios como los obtenidos por su competidor
Aristide Cavaillé-Coll. La
firma Merklin-Schütze
ya era conocida a
este lado del los Pirineos por lo menos desde 1854 —incluso antes de instalase
el órgano de Lekeitio— por la venta de «órganos expresivos de varios tamaños de
la acreditada fábrica de armonios de Bélgica»[xviii], cuyos modelos habían sido
presentados previamente en 1853 en una exposición organizada en Bruselas para
tal fin en unos locales sitos en el nº 1 de la calle Assant[xix]. Entre los diferentes tipos
de armonios, cabe destacar especialmente el «orquestrium»,
cuyo
primer modelo fue desarrollado y patentado en 1853. Se trataba de un
instrumento de dos teclados manuales y un pedalero de dos octavas de extensión
(25 notas). En 1855 se compraron dos de estos instrumentos: el primero de ellos
para la catedral de Murcia y el segundo para la iglesia de San José de
Lekeitio. Este último fue presentado por Merklin en la Exposición Universal de
París de 1855, junto con el órgano construido para la iglesia de St. Eugène de
París. Una vez concluida la Exposición Universal, Joseph Merklin, en una carta
dirigida al obispo Barrio, hacía mención al «orquestrium»
exhibido y galardonado en la Exposición junto con el órgano de St. Eugène y que
fue vendido seguidamente al banquero español Sr. Uribe para una villa del País
Vasco[xx]. Sin duda alguna,
se trata del «orquestrium» comprado
por José Javier Uribarren para la iglesia de San José de Lekeitio, regentada
por la Compañía de Jesús, y que fue inaugurado por el organista Juan Mª Blas de
Altuna Mascarúa.
Si
entre 1854 y 1857 la firma Merklin-Schütze aventajaba a la de Aristide
Cavaillé-Coll en cuanto al número y a las dimensiones de los instrumentos
instalados en España, en lo sucesivo la situación sería a la inversa. Desde
1854 tuvieron que transcurrir otros cinco años para que Cavaillé-Coll llegara a
construir otro de sus órganos en España. Precisamente en 1859 la casa parisina
instaló dos pequeños instrumentos, uno en la localidad guipuzcoana de Getaria,
a través de su representante José Juan Santesteban, y otro en la parroquia de
Arroyo del Puerco, en Cáceres, enviado a través de la agencia de exportación Alcain & Cie.[xxi] Desde entonces y
hasta 1873, año en el que Aquilino Amezua se establecía en Valencia, la
cantidad de órganos construidos por Cavaillé-Coll con destino a España
experimentó un aumento espectacular frente a los construidos por Merklin. El
primero instaló catorce instrumentos en el período citado, de los cuales diez
fueron colocados en el País Vasco. De entre ellos habría que mencionar
especialmente el de la iglesia de Santa María de San Sebastián (1863) —el mayor
de los instalados por la firma en España— y el de la iglesia de San Vicente (1868),
también en San Sebastián.
Los
contactos de Aristide Cavaillé-Coll con Rafael Hernando —profesor del
Conservatorio de Madrid— para la colocación de un órgano de estudio datan
también de agosto de 1859, hasta que el órgano fue montado definitivamente en
1861[xxii]. Durante aquel
mismo año la firma parisina colocó otros dos órganos en Madrid: uno para el
príncipe de Asturias y otro en la iglesia de San Luis de los Franceses[xxiii]. Hasta 1879
Cavaillé-Coll no volvería a instalar más órganos en la capital de España. Por el contrario,
durante el mismo período la firma Merklin-Schütze
& Cie. instaló un único instrumento: el de la capilla del seminario de
Valencia, colocado en marzo 1866. Ciertamente, el
fabricante del «excelente y colosal órgano de Murcia y otros varios en nuestras
posesiones de Ultramar, entre los cuales... el tan notable como celebrado de
[la catedral de] La Habana»[xxiv] construido entre 1862 y 1864, quedaría
prácticamente relegado al olvido por su principal competidor: Aristide
Cavaillé-Coll. Ante una situación así, ¿quedaba alguna opción para los Amezua y
el resto de los organeros españoles? El obispo Barrio Fernández, principal
promotor de la adquisición del órgano de Murcia, fue nombrado arzobispo de
Valencia en 1861, y, sin duda alguna, gracias a su iniciativa tuvo lugar la
instalación del órgano Merklin-Schütze del seminario valenciano. De no haber
sido por este hecho, es muy posible que Merklin tuviera que haber esperado
hasta el período comprendido entre 1878 y 1880 para volver a instalar otro de
sus instrumentos en España.
En Cuba Cavaillé-Coll tuvo menos suerte que
en España, pues sólo envió un pequeño órgano de 4 registros destinado al Teatro
Tacón de La Habana (1872), mucho menos importante que el instalado por Merklin
en la catedral. No
obstante, la que sí gozó de mayor estima en la capital cubana fue la firma
alemana Ibach. Para cuando los hermanos Ibach hicieron su aparición en Valencia
en 1857, ya habían instalado por lo menos tres órganos en La Habana entre 1854
y 1855. En los años sucesivos y hasta que tuvo lugar la reforma del órgano de
la catedral de Valencia en 1860, en los talleres de Ibach se construyeron otros
ocho órganos más para La Habana, además de un pequeño instrumento de cinco
registros que fue enviado a Cáceres, posiblemente el primero que se instaló en
España. El órgano de la catedral
de Valencia fue entregado en diciembre de 1860, según las previsiones, y, como
suele ser habitual en estos casos, se introdujeron algunas mejoras y
modificaciones no contempladas en el plan original. Era el órgano más grande
de todos los construidos por Ibach[xxv]. Entre 1860 y 1865, dicha
firma instaló otros dos órganos más en un par de conventos de clausura de la
región: uno en la misma ciudad de Valencia, de trece registros, y otro de
quince en Orihuela[xxvi].
Sin
embargo, la reconstrucción del órgano de la catedral de Valencia no fue tan
exitosa como cabía esperar. Pocos años después de su instalación comenzaron a
surgir serios problemas técnicos que pusieron en entredicho su calidad. Deficiencias en las
transmisiones de notas debido a la dureza de los teclados, una desequilibrada
distribución del aire, además de irregularidades derivadas de la ampliación de
las notas y de registros en el Pedal, eran los principales defectos a resolver
según el dictamen emitido por Charles Barker, «inventor de la máquina
neumática y del órgano eléctrico»[xxvii]. Después
de exponer
el mal estado en que se encontraba el órgano catedralicio, Barker ofrecía
algunas soluciones, poniendo como ejemplo el órgano de la catedral de Murcia,
construido por la firma Merklin-Schütze
& Cie. de Bruselas[xxviii],
y en el que él mismo introdujo notables mejoras. Así todo, para llevar a cabo
sus propuestas el organero británico no veía necesaria la reestructuración
total del instrumento[xxix].
Según relata el estudioso Josep Climent i Barber en su trabajo Orguens i Organistes Catedralicis de la
Valencia del Sigle XIX, la carta enviada por Barker no está fechada. No
obstante, es de suponer que la misma habría que fecharla entre 1865 y 1871.
Charles Barker estuvo unido desde un principio a la fábrica Dublaine & Callinet y permaneció en
ella hasta que dicho establecimiento pasó a manos de Pierre-Alexandre Ducroquet.
Barker permaneció en la empresa incluso después de que fuera absorbida por la
sociedad creada por Joseph Merklin en 1855. En 1856, cuando se construía el
monumental órgano de la catedral de Murcia, Barker figuraba en la plantilla de
la casa recién establecida Merklin-Schütze
& Cie., por lo cual es poco probable que entre 1857 y 1858 presentase
todavía presupuestos y proyectos bajo su nombre. Además de esto, hemos de tener
en cuenta que Charles Barker no se establecería con su socio Charles Verschnaider
hasta febrero de 1860; que su primera patente para una transmisión eléctrica
fue registrada en 1862; y que los primeros órganos eléctricos en Francia fueron
instalados por él entre 1865 y 1868, en Salón y Saint-Augustin de París
respectivamente. De
cualquiera de las maneras, la propuesta de Barker fue desestimada, y la
situación deficiente del órgano de la catedral de Valencia se prolongaría por
espacio de unos veinte años, hasta que finalmente entre 1885 y 1886 fue
reformado por Juan Amezua[xxx],
ayudado —sin duda— por su hijo Aquilino, quien para entonces se encontraba ya
establecido en Barcelona perfilando sus días de gloria.
Al igual
que en el País Vasco, en otros lugares de España, la intervención de organeros
extranjeros vino también a perturbar desde un primer momento la vida de los
constructores locales. A partir de entonces tendrían que competir con otras
casas de lo más diversas, algunas de ellas de gran prestigio internacional.
Este es el caso del organero Antonio Portell y Fullana, que en 1858, enterado de que el Cabildo de la Catedral de Valencia se
proponía reformar y modernizar el órgano principal, y que para llevar a efecto
dicho proyecto la comisión encargada se encontraba en gestiones con un organero
alemán, exponía que:
«movido mas bien por patriotismo que por interés propio, siente que para
trabajos de esta especie que pueden ejecutar acreditados artistas españoles, se recurra a extranjeros, que
no podrán presentar trabajos
con más perfección y solidez, conservándoles en la desventajosa idea de nuestro exagerado atraso en las artes. El arte
de organero, Ilmo. Sr. se ha
ejercido siempre con gran crédito por españoles, siendo de ello una incontestable prueba los famosos órganos de la
Catedral de Sevilla, de la
Capilla Real de Madrid, obras del mallorquín D. Jorge Bosch».[xxxi]
Estas
mismas ideas serían difundidas por Aquilino Amezua a lo largo de su vida
profesional. En este sentido, su crítica hacia los Ibach fue particularmente
dura. En su opinión, después que la Catedral de Valencia había «sacrificado
grandes cantidades con artistas extranjeros», continuaba careciendo «de un buen
órgano»; hasta que por fin su padre consiguió «convertir una mala obra
extranjera, hecha sin estudio, ni arte, cual sucede frecuentemente con otras
similares procedentes del exterior, en un verdadero modelo del arte moderno»[xxxii]. Llama la atención que Antonio Portell y
Fullana, en su proyecto de 1858, hacía constar que su trabajo quedaría
garantizado por espacio de veinte años. Estas mismas condiciones, curiosamente,
serían ofrecidas por Aquilino Amezua casi cuarenta años más tarde, cuando en
1895 presentaba el proyecto para la construcción del órgano de Bera (Navarra).
La situación no era fácil, pues no solo había que avanzar en el aspecto técnico
hasta alcanzar el nivel y los logros de la organería más moderna del momento,
sino que además había que proponer toda una serie de ventajas frente a la
competencia extranjera, en ocasiones excesivas y desproporcionadas. Sirva como
ejemplo, que después de todo lo acontecido con la reforma del órgano grande de
la catedral de Valencia, la garantía ofrecida por la firma Ibach fue tan sólo
de tres años. Pero volvamos a la trayectoria profesional de nuestro enérgico e
inteligente organero vascongado.
En 1873
Juan Amezua tenía 61 años de edad, y curiosamente su protagonismo se verá
eclipsado por el de su hijo Aquilino, quien de la noche a la maña parece
acaparar el liderato del clan familiar al frente del taller. Tanto su padre
como su hermano José Hermenegildo permanecerán casi en el anonimato, hasta que
a partir de 1877 vuelve a figurar nuevamente con más asiduidad el nombre de
Juan Amezua con ocasión de la reforma del órgano de la catedral de Astorga,
terminado en noviembre de 1880, justo unos meses antes de que Aquilino se
estableciera por su cuenta para emprender otra de sus etapas de su carrera
profesional.
No habían
transcurrido todavía mas que cuatro meses desde que se inauguró el órgano de la
Purísima de Yecla, cuando en marzo de 1873 Aquilino Amezua se encontraba «dando
fin al desmonte y composición del órgano» de la iglesia de Nuestra Señora del
Socorro de Aspe. Se preveía que el 31 de marzo la obra estuviera concluida, la
cual sería examinada por el primer organista de la catedral de la Ciudad de
Orihuela, el beneficiado Sr. D. José Ramón[xxxiii].
El 12 de octubre del mismo año se inauguraba también otro órgano reformado por
Amezua en la villa de Novelda. Previa invitación a los miembros la Junta
organizadora, se procedió al acto del recibimiento facultativo por el
«acreditado y bien conocido» D. Vicente Crevea y Cortés, cuyo dictamen fue
sumamente favorable[xxxiv].
En ambos casos el común denominador es que Aquilino Amezua era presentado como
«el nunca bastante ponderable factor de órganos», «inteligente y acreditado
artista, bien conocido por las obras y excelentes mejoras introducidas en la
construcción de órganos», y que ya despuntaba tanto por estas dos grandes
intervenciones, «como [por] todas las que [tenía] hechas por este país». En
cuanto a las aportaciones que para entonces «acredita[ba]n la fama de que
justamente goza[ba] el citado don Aquilino Amezua», cabría destacar la sutileza
de «las voces dulces y expresivas, especialmente el llamado voces humanas», en
el caso del órgano de Aspe, y «el sorprendente efecto producido por el conjunto
de voces, especialmente por los magníficos registros de trompetería, flautas,
voces humanas y voz celeste» del órgano de Novelda. ¿Quién era el autor de
estos artículos en los que se presentaban a Aquilino de esta manera tan
elogiosa y ensalzadora? ¿Gozaba realmente de tanta fama en 1873 como para
afirmar que era bien conocido por sus excelentes obras? De ser así, ¿en qué
fechas deberíamos suponer que fueron realizadas?
Con
objeto de captar la atención de la clientela, Aquilino Amezua puso en marcha
todo un despliegue mediático que progresivamente comenzaría a dar sus frutos.
Tras su establecimiento en Valencia en 1873, sus trabajos fueron divulgados
primeramente en la comarca (Alicante y Valencia, principalmente). Pero a partir
de 1877 esa misma divulgación comenzó a propagarse a través de otros periódicos
de ámbito nacional. Así todo, su radio de acción se mantuvo fundamentalmente en
la zona del Mediterráneo, desde el Sur hasta el Norte. Después de las reformas
de los órganos de Aspe y de Novelda, Amezua fue consolidando su posición, lo
cual se tradujo rápidamente en un aumento de los pedidos en la zona. Durante
los años sucesivos, en los talleres de Valencia se construyeron y reformaron
varios órganos, algunos de ellos de importancia: convento de las MM. Concepcionistas
de Yecla (1874), iglesia de la Asunción de Penáguila (1874), Santuario de la
Virgen de Gracia de Caudete, en Albacete, iglesia de San Bartolomé de Valencia,
los de las parroquias de Santa María y de San Mauro de Alcoy (c. 1875),
catedral de Perpignan (1875-76), iglesia parroquial de Concentaina (1877),
iglesia de San Pedro de Sueca (1877), iglesia de Santa Ana de Barcelona (1877),
iglesia de Santa Ana de Elda (1878), catedral de Orihuela (1879-1880), iglesia de San Pedro de Polop (1880)...
Algunas
de estas intervenciones llevadas a cabo por el organero vasco fueron dadas a
conocer a través del diario católico El
Siglo Futuro de Madrid, en su edición del lunes 12 de febrero de 1877,
donde se publicaba una carta enviada a la redacción desde Alcoy. La forma en la
que se presentaba a Aquilino continuaba manteniendo el mismo tono ensalzador
que en 1873 con ocasión de las intervenciones realizadas en los órganos de Aspe
y Novelda. En la misma se daba «a conocer a los lectores [...] a un notable
artista español, al distinguido constructor de órganos D. Aquilino Amezua», que
tenía «establecido su taller en Valencia, calle de la Corona, núm. 8», y que
acababa «de hacer una notable y radical reforma en un órgano de Concentaina».
Amezua, que en aquel entonces no había cumplido todavía los treinta años, supo
«a tan corta edad conquistarse una muy ventajosa reputación por las magníficas
obras de organería que en poco tiempo ha[bía]
hecho para España y para el extranjero». «Encargado de la construcción de
órganos en Novelda, Orihuela, y otras poblaciones que» el redactor de la carta
no recordaba, «pasó a recomponer el de Penáguila, y extendida la fama de sus
talentos por esta ciudad de Alcoy, fue llamado a la misma donde ha dejado dos
monumentos artísticos en los dos magníficos órganos de las parroquias de Santa
María y de San Mauro»[xxxv].
Por la
época en la que reformó los órganos de Alcoy, Aquilino Amezua se encontraba
establecido en la calle de Santa Irene, nº 1, de Valencia. Su radio de acción
fue ampliándose paulatinamente. Según el citado diario madrileño, sabemos que
después de haber terminado los órganos de Alcoy «pasó a Francia, cuya nación no
se ha[bía] desdeñado en reconocer el
mérito de un artista español, encargando al Sr. Amezua la construcción de un
grandioso órgano para la catedral de Perpiñán (sic), trabajo que ha[bía] proporcionado a su autor muchísimos
y merecidos plácemes»[xxxvi].
De esta manera, las reformas de los órganos de las iglesias de Santa María y de
San Mauro de Alcoy habría que fecharlas hacia 1875, si tenemos en cuenta que para
finales de marzo de 1876 las obras del órgano de la catedral de Perpignan
estaban muy avanzadas, y que además con motivo de sus obras construidas en un
pueblo de la provincia de Alicante —es decir, en Alcoy— se le tributaron los
merecidos elogios[xxxvii].
Pero
volviendo al órgano de la catedral de Perpignan, el 25 de marzo de 1876 El Semanario Católico de Alicante
publicaba «un suelto del Diario de Perpiñán», consagrado a celebrar el órgano
construido en la catedral de dicha ciudad por Aquilino Amezua. En el mismo,
además de transmitir al autor los correspondientes plácemes, se manifestaba
abiertamente la satisfacción y el regocijo de leer en un periódico del
extranjero frases elogiosas que tanto honraban a un hijo de nuestro país. Decía
así:
«Muy pronto tendrá lugar en la catedral la
inauguración del órgano de acompañamiento construido por el señor D. Aquilino
Amezua. Hemos oído ya este magnífico instrumento. Sus primeros ecos revelaron
en él un gran poder, una armonización fina y delicada, una suavidad perfecta en
prestarse al acompañamiento de las voces y de la música concertante y una
sensibilidad sorprendente en las variaciones, efecto de una caja de expresión
sabiamente combinada. Este órgano tiene diez y seis pies y siete pedales de
combinaciones. Felicitamos sinceramente al señor Amezua, hábil constructor, a
quien se confió la reparación de este grande órgano».[xxxviii]
Sin lugar
a dudas, la instalación de un órgano por parte de un constructor español en una
catedral francesa —independientemente de la magnitud del mismo—, podía
considerarse todo un logro en aquellos años de la segunda mitad del siglo XIX.
Sin embargo, la realidad dista mucho de lo que pretenden sugerir las
apariencias. Ni el órgano destinado a la catedral de Perpignan era tan
grandioso como se dice, ni el éxito parece que fuera tan rotundo como cabía
esperar, puesto que los planes de Amezua se vieron truncados debido a la intervención
de Aristide Cavaillé-Coll, su gran competidor en el País Vasco.
Efectivamente,
Aquilino Amezua trató de realizar algunos trabajos en Perpignan. El 22 de abril
de 1875 presentó un presupuesto para desmontar y llevar a cabo algunas
reparaciones y modificaciones en el órgano de la iglesia de Notre-Dame de la
Réal, cuyo estado, según su opinión, era de abandono. Entre las diversas
mejoras que proponía Amezua, no podía faltar la incorporación de «las voces
humanas de nuevo sistema», con las cuales se imitaría «el canto hasta
confundirse si es el instrumento o personas que cantan»[xxxix].
No se sabe con seguridad si el proyecto de Amezua llegó a llevarse a cabo o no,
puesto que los datos existentes son un tanto confusos[xl].
Por aquella misma época, el obispo de Perpignan, Etienne-Emile Ramadié, le
solicitó un órgano de coro para la catedral, cuyo presupuesto era claramente
más barato que el presentado por Vincent Cavaillé-Coll. Al parecer, Amezua
barajaba entonces la posibilidad de establecerse en la ciudad. Pero Aristide
Cavaillé-Coll bloqueó esta operación presentando una demanda ante el Ministerio
con objeto de conseguir la devolución del coste del órgano de coro por parte
del Cabildo, después de que éste hubiera aceptado el proyecto de Amezua[xli], y
que dicha cantidad fuera empleada para la reconstrucción del órgano grande de
la catedral. El Cabildo, que había desistido en solicitar la autorización del
Ministerio, en 1879 se vio obligado a ceder el órgano de coro construido por
Aquilino Amezua a la parroquia de Banyuls-sur-Mer por el precio de 7000
francos, y destinar este dinero para costear la compra del Cavaillé-Coll[xlii].
Nuevamente
en España, Aquilino Amezua reformó el órgano de Concentaina mencionado
anteriormente, cuya reinauguración tuvo lugar durante los primeros días del mes
de febrero de 1877[xliii].
Unos meses después, el 27 de mayo, se inauguraba también el órgano grande de la
iglesia parroquial de Sueca (Valencia), en el que Amezua llevó a cabo «una
reforma radical adecuada a los modernos adelantos del arte»[xliv].
A dicha inauguración asistieron algunos profesores cuyo dictamen fue
completamente favorable. Particularmente, según se recoge en El Semanario Católico,
«quedaron admirados de la animación y dulzura
de las voces, y, sobre todo, de la mucha imitación a instrumentos que hacen los
registros resultando una variedad de combinaciones sorprendentes, con las que
los artistas que han ejecutado han producido grandes efectos, por los recursos
que en el órgano encuentran. La flauta armónica tiene tal imitación a una
flauta de cristal, que cuando se oye este registro, se duda verdaderamente si
es el órgano o un flautista que ha querido sorprendernos con las dulces voces
de este instrumento. La lengüetería moderna es de un mérito superior; así es,
que cuando con ella se hace un acorde, se experimenta una sensación agradable y
hasta conmovedora; sucediendo lo mismo con el violoncelo, el registro de
invención moderna llamada "gamba", y otros que hacen un admirable
efecto».[xlv]
La reseña
publicada en dicho semanario no terminaba sólo con las felicitaciones y
plácemes de rigor, sino que iba algo más allá, al incluir un claro mensaje
publicitario en favor del organero vasco. En el mismo se animaba a que «si
alguno quiere utilizar los conocimientos y adelantos que este joven artista
posee, bueno será decir que se ha establecido en Valencia, calle de la Corona,
número 8, quien parece que en breve invitará a los profesores a ver el grande
órgano que está finalizando en su fábrica, con destino a Barcelona»[xlvi].
Los resultados de la campaña mediática estaban dando sus resultados, y Aquilino
se encontraba cada vez más cerca de alcanzar sus objetivos, no solo como organero,
sino también como empresario.
Como
venimos diciendo, por aquellas mismas fechas Amezua estaba terminando con la
construcción «de un grandioso órgano para Barcelona», tras lo cual tenía
previsto invitar «a los artistas de Valencia» para que así pudieran «juzgar
esta última obra». Indudablemente, la misma sería «digna del fin a que se
consagra[ba]», y demostraría
públicamente una vez más su reputación como organero[xlvii].
Pasados unos meses, en la edición correspondiente al 16 de julio del mismo
diario, se reeditaba una reseña publicada primeramente en La Unión Católica de Valencia, en la que se daba noticia de la
conclusión de este nuevo órgano «con destino a una de las parroquias de
Barcelona»[xlviii].
Obviamente se trataba del órgano de la iglesia de Santa Ana[xlix],
el primer instrumento construido por Aquilino Amezua, y el primero que salió de
sus talleres de Valencia con destino a la Ciudad Condal. Como se explicaba en
dicha reseña, era
«una obra que bastaría por sí
sola a dar renombre imperecedero al artista que la ha llevado a cabo, si no
fuera ya conocido, no sólo de los españoles, sino tal vez más aún de los
extranjeros, que pueden contemplar varias de sus obras, entre ellas la de la
catedral de Perpignan. Con motivo de probar este órgano, tuvimos el domingo
último la satisfacción de ver reunidos en aquella fábrica a los profesores
organistas de esta ciudad, y todos quedaron tan altamente complacidos, que la
admiración que desde el primer momento les causó, llegó a convertirse en un
verdadero entusiasmo; y no podía menos de suceder así; pues el Sr. Amezua ha
reunido en este instrumento todas las especialidades extranjeras, superándolas
con su incansable asiduidad en el perfeccionamiento de un arte al que ha
consagrado muchos años de estudio y de práctica en Francia, Alemania, Bélgica e
Inglaterra».[l]
Como ya hemos mencionado en el capítulo anterior, en
ocasiones se ha sugerido la posibilidad de un segundo viaje realizado por
Amezua al extranjero, cuando «saturado
de conocimientos en su arte regresó de nuevo a España», y después de recorrer
varias provincias «volvió de nuevo a Francia»[li].
Dicho viaje tampoco termina de encajar cronológicamente en el período en el que
el organero vasco se encontraba residiendo en Valencia. Así, a las conjeturas
de Rafael Puignau ya referidas, habría que añadir las afirmaciones expresadas
en el párrafo anterior, publicadas en el diario madrileño El Siglo Futuro, en el cual se enumeran los países por los que
supuestamente habría pasado nuestro protagonista con anterioridad al verano de
1877. ¿Qué hay de cierto en todo esto?
Entretanto,
en 1878 Aquilino Amezua continuaba su intensa actividad en la zona de Levante
con la reforma del órgano de la iglesia de Santa Ana de Elda. Esta iglesia, que
a pesar de estar considerada como una de las mejores de la diócesis de Orihuela,
carecía «de un órgano correspondiente al esmerado y solemne culto que en él se
tributaba al Todopoderoso», por ello, atendiendo «al resultado que acreditaba
en sus obras en algunas iglesias de este obispado al célebre artista vascongado
don Aquilino Amezua, (...) se resolvió a dicha obra, y en primeros de enero del
corriente año convino con el mismo la mejora y perfección de cuantos registros
existían, y añadir diez de los mejores conocidos»[lii].
Los trabajos fueron a buen ritmo, pues para la festividad de la Ascensión del
Señor ya se pudieron escuchar algunos de los registros colocados, los cuales
fueron merecedores de elogios y de su aprobación por parte de los inteligentes
«por su melodía y dulzura». La conclusión oficial de la obra tuvo lugar el día
18 de junio, la cual, tras el riguroso reconocimiento a cargo de los peritos en
la materia, «quedó admitida y recibida con aprecio»[liii].
Coincidiendo con las vísperas de la festividad del Corpus, el órgano fue
finalmente inaugurado por el organista de la Iglesia Parroquial de Novelda, el
joven presbítero Nicolás Astor, quien además de exhibir públicamente las
cualidades del instrumento, hizo alarde de «sus vastos conocimientos en la
música con la variación y gustosa combinación de los diferentes registros»[liv].
Sin lugar a dudas, el acto inaugural fue todo un éxito.
«Pero este subió de punto,
cuando al día siguiente en la Misa mayor, cantada a toda orquesta bajo la
dirección de D. Justo Sánchez Escribano, con la gran solemnidad de que se
gloria esta población en sus funciones religiosas que atrae el concurso de las
gentes, llegado el acto de alzar al Dios, dicho Sr. Amezua acreditó más y más
su exquisito gusto y habilidad, tocando los registros de voces humana y angélica, llenando de admiración a cuantos lo
oyeron, mereciendo por ello, fuera del templo, los mayores aplausos y cordial
enhorabuena, por lo que quedará su nombre en la memoria de todos»[lv].
El
comunicado publicado en el diario El
Siglo Futuro de Madrid, fue remitido por el cura de Elda el 22 de junio de
1878, quien además añadía que podría decirse mucho más en obsequio de Amezua
para que todos cuantos pudieran «necesitar de sus servicios, aprovechasen sus
conocimientos»[lvi].
Hemos de advertir que ya desde 1873 Aquilino Amezua venía haciendo gala de dos
de los registros que serían típicos de sus órganos: la Voz Angélica y la Voz
Humana. Particularmente este último, definido como «del nuevo sistema Amezua»,
ya era ensalzado por su autor al describir sus peculiares características en el
proyecto que presentó para la renovación del órgano de la iglesia de Notre-Dame
de la Réal de Perpignan. No obstante, las excelencias de dicho registro también
eran enfatizadas por otros organeros con expresiones muy similares a las de
Amezua. Curiosamente, cuando se inauguró el órgano eléctrico de la iglesia de
Saint-Augustin de París construido por Charles Barker en 1868, se decía «que el coro de voces humanas fue tan
maravilloso y tan completa la ilusión, que todo el mundo creía oír verdaderas
voces en medio de las cuales había tentación de escuchar hasta las palabras»[lvii].
Es evidente que durante su estancia en el extranjero, el organero azpeitiarra
tuvo la oportunidad de aprender otras muchas cosas, además de la organería.
Unos
meses después, en septiembre de 1878, vemos hechos realidad los buenos deseos
del cura de Elda hacia nuestro distinguido organero, cuando éste fue elegido
para «la reconstrucción del grandioso órgano de [la] ex-colegiata [de Játiva], hoy parroquia mayor de Santa María».
Se trataba de un proyecto para la construcción de un órgano de dimensiones
colosales, el cual se preveía que fuera el mayor de España. Según quedaba
recogido en los diarios La Unión Católica
de Valencia y El Siglo Futuro de
Madrid, la obra fue adjudicada a Aquilino Amezua, hijo del «acreditado organero
D. Juan, en cuya fábrica se han confeccionado algunos órganos de España y del
extranjero», y que precisamente en aquellos momentos estaban llamando la
atención[lviii].
Hasta la
fecha, la información que disponemos sobre este gran proyecto es muy escasa.
Atendiendo a la noticia publicada en ambos diarios, cabría la posibilidad de
que se iniciasen las obras, aunque también es casi seguro que dicho proyecto
quedase aparcado por razones que desconocemos. Según los trabajos y los planos
que se habían facilitado a los medios de comunicación, el órgano de Játiva iba
a ser el que más recursos tuviera de España, puesto que constaría de «cuatro
teclados, 100 registros con 3.749 flautas», que sonarían todas, «pudiendo hacer
con ellas un sinnúmero de combinaciones por su gran variedad de sonidos». El
perfeccionamiento que prometía Amezua para este instrumento era tal, que todos
sus recursos podrían hacerse funcionar por el organista con la mayor facilidad[lix].
Sin embargo, es muy posible que el proyecto no llegara a consumarse, y que
Aquilino Amezua tuviera que esperar otros diez largos años para que se le
presentase la oportunidad de su vida con motivo de la exposición universal de
Barcelona. Ciertamente, el órgano de Santa María de Játiva es un instrumento
que no vuelve a ser mencionado en lo sucesivo, ni siquiera por el mismo Amezua.
Sería interesante tratar de investigar qué fue de este proyecto, y si existe
alguna otra información al respecto.
La etapa
de Aquilino Amezua en Valencia estaba llegando a su tramo final, precisamente
en el momento que su padre volvía a reaparecer con ocasión de la firma del
contrato para la reforma del órgano de la catedral de Astorga (León), llevada a
efecto el 20 de febrero de 1879. Los primeros contactos del Cabildo de la
catedral de Astorga con Juan Amezua datan de 1877, cuando con fecha 30 de mayo
de aquel mismo año el organero presentaba las condiciones en las que se
llevaría acabo la obra. Los trabajos se desarrollarían a partir de 1879, hasta
que finalmente en el mes de noviembre de 1880 fue recibida de la misma[lx].
Es muy posible que en esta ocasión Juan Amezua contase también con la
colaboración de su hijo Aquilino, que para entonces ya tenía puestas todas sus
miras en Barcelona. Este hecho justificaría de alguna manera la vuelta a la
vida activa del venerable anciano a sus casi 70 años de edad. Entretanto, en el
taller familiar de Valencia, durante el mismo año que se finiquitaba la reforma
del órgano de la catedral de Astorga, Aquilino concluía otros dos órganos, uno
para la catedral de Orihuela y otro para la parroquia de San Pedro de Polop[lxi]; y
muy posiblemente se iniciaba la construcción de un tercero con destino a
Barcelona: el de la iglesia de Belén.
En la reunión celebrada el
18 de abril de 1879 por el Cabildo de la Catedral de Orihuela, se exponía la
necesidad de reparar el órgano, para lo cual se presentó un «presupuesto de
reconstrucción del expresado instrumento enviado por el organero D. Aquilino
Amezua». El precio presupuestado era de 29.000 reales. En octubre del mismo año
Amezua volvía a presentar un nuevo proyecto en el que se contemplaba un aumento
de sus registros, y que fue aprobado por el Obispo. A finales de enero de 1880 el
organero solicitaba la inspección del órgano. Formada una comisión para tal
efecto, ésta manifestó en la reunión del 5 de febrero que los defectos
detectados por los peritos fueron reconocidos por Amezua, por lo que no se
consideró «el órgano en estado de ser recibido hasta que dichos defectos se
compusieran del modo posible». Las obras fueron concluidas en julio de 1880. Entretanto, el órgano
de Polop fue inaugurado el 30 de mayo de 1880, y a pesar de tratarse de una
localidad pequeña, se celebró con gran regocijo el estreno del «magnífico
órgano» construido para su iglesia, por el ya «aventajado maestro» Aquilino
Amezua, que todavía por aquellas fechas residía en Valencia. En cuanto al
instrumento, considerado como una «notable adquisición, única de seguro, en la
provincia»,
«según la respetable opinión de los
inteligentes y de casi todos los organistas de las poblaciones inmediatas que
concurrieron al acto inaugural, [era] un modelo acabado de perfección con todas
las reglas del arte, y con las grandes mejoras y adelantos modernos que se
conocen dentro y fuera del país, especialmente en los registros de imitación de
la voz humana y de focarinas (sic) o apeninos, invención exclusiva del indicado
constructor, admirablemente ajustados al natural hasta el punto de confundirse
con la realidad. Su coste apenas ha sido veinte y ocho mil reales, no obstante
su magnitud, su elegante forma y el sin número de registros y combinaciones
armoniosas de que se compon[ía] su complicada maquinaria».[lxii]
Todavía
no había pasado un año desde la inauguración del órgano de Polop, cuando
Aquilino Amezua se encontraba a caballo entre Valencia y Barcelona,
coincidiendo con la instalación del nuevo órgano de la iglesia de Belén. Había
llegado el momento de dar a conocer lo que fue objeto de sus meditaciones y
ambiciones artísticas, después de haber consolidado su merecido renombre con el
trabajo de sus manos. Y la cosa no podía presentarse de mejor manera. Si hasta entonces
las pruebas de los instrumentos construidos y reformados estaban sujetas a la
opinión, a los dictámenes y a las interpretaciones de los organistas locales,
en esta ocasión las cualidades del instrumento serían realzadas todavía mucho
más bajo las manos de un organista de renombre internacional.
En
efecto, coincidiendo
con la estancia del célebre compositor Camille Saint-Saëns en Barcelona durante
las fechas en que se preveía la inauguración el nuevo órgano construido para la
iglesia parroquial de Belén, sería él quien inaugurase dicho instrumento. El
eminente organista de la Madeleine de París había sido contratado por la
empresa del Teatro Lírico (Sala Beethoven)[lxiii], donde a mediados de mayo dirigiría
algunos conciertos, y además aprovecharía la ocasión para estrenar «el
magnífico órgano» que acababa de ser construido por el organero azpeitiarra en
la iglesia de Belén[lxiv].
Dada la amistad de José Ignacio Aldalur con el organista francés, nos
preguntamos si tendría algo que ver con esta histórica coincidencia en la que
Aquilino Amezua entraba en Barcelona por la puerta grande. Ironías aparte, la
prueba del instrumento ante los medios de comunicación tuvo lugar el martes 17
de mayo, y aunque el redactor del Diari
Catalá de Barcelona no pudo asistir a su presentación a causa de un mal
entendido, no dudó en hacer constar que, según las personas que
estuvieron presentes, el instrumento era de primer orden y que hacía honor a su
«fabricante o constructor, el señor Amezua de Valencia»[lxv].
El órgano de la iglesia de Belén fue el segundo de los «grandiosos»
instrumentos que Amezua instaló en Barcelona. Es casi seguro que el mismo fuera
construido en los talleres de Valencia, donde en agosto de aquel mismo año de
1881 el organero vasco llegaba procedente de Torrevieja y Orihuela, y después
partiría hacia Barcelona, donde ya tenía establecida su residencia[lxvi].
(continuará...)
J. Sergio del Campo Olaso
Todos los derechos reservados. © Copyright 2012
[i] AMEZUA,
Aquilino. La Catedral de Sevilla y sus Órganos.
Imprenta y Librería de L. Lancis. San Sebastián, 1905; p. 37.
[ii]
NOEMIS [Simeón Muguerza]. Órganos Eléctricos
de la Exposición Universal de Barcelona, Barcelona: Imprenta de Pedro
Ortega, 1890; p. 32.
[iii]
CLIMENT i BARBER, Josep. Orguens i Organistes
Catedralicis de la Valencia del Sigle XIX. Valencia, Lo Rat
Penat 2002; p. 209.
[iv]
La
Iberia. Madrid. Año IV - nº 979, miércoles 9 de septiembre de 1857; p.
3.
[v]
CLIMENT i BARBER, Josep. Op.
Cit.; p. 209.
[vi]
Ibídem; p. 210.
[vii] Ibídem.
[viii]
Ibídem.
[ix]
La
España Artística. Gaceta Musical.
Madrid. Año II - nº 45, 30 de agosto de 1858; p. 352.
[x]
Josep Climent i Barber cita como otra posible
propuesta la enviada por el organero británico
establecido en París, Charles Barker, inventor de la máquina neumática y del
órgano eléctrico. CLIMENT i BARBER,
Josep. Op. Cit.; p. 213. La carta citada por Climent i Barber no está
fechada, pero es casi seguro que la misma corresponda a una fecha posterior a
la reforma llevada a cabo por Ibach. Charles Barker se estableció con su socio
Charles Verschnaider en febrero de 1860; su primera patente para una
transmisión eléctrica fue registrada en 1862; y los primeros órganos eléctricos
en Francia fueron instalados por él entre 1865 y 1868, en Saint-Laurent de Salon
y Saint-Augustin de París respectivamente. Por todo ello, es de suponer que la
citada carta habría que fecharla entre los años 1865 y 1871, período en el que
Aquilino Amezua se encontraba en París.
[xi]
Ibídem.
[xii] Esteban Elizondo, en su
tesis doctoral, ofrece la fecha de 1884, la cual es errónea, puesto que Vincent
Cavaillé-Coll opositaba a la plaza con Antonio Domínguez Castellano después de
quedar vacante tras el fallecimiento del organero Miguel del Campo, ocurrido en
junio de 1844. ELIZONDO IRIARTE, Esteban. La Organería
Romántica en el País Vasco y Navarra (1856-1940). 1ª ed. Bilbao: Servicio
Editorial de la Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitateko
Argitalpen Zerbitzua, 2002; p. 119.
[xiii]
LÓPEZ
PÉREZ, Felipe. Órganos de la
Comunidad de Madrid. Madrid, Dirección General de
Patrimonio Cultural de la Consejería de Educación y Cultura de la Comunidad de
Madrid, 1998; pp. 140-141.
[xiv] Como ya hemos mencionado en el capítulo anterior,
José Juan Santesteban tomó posesión de su cargo de maestro de capilla de Santa
María de San Sebastián el 31 de agosto de 1844, después de su viaje por Francia
e Italia. Para entonces llevaba diez años como maestro de capilla de Santa
María de San Sebastián, desde que fue designado el 12 de febrero de 1834. No
obstante, las primeras gestiones para encargar la reforma o la construcción de
un nuevo órgano a Aristide Cavaillé-Coll fueron llevadas a cabo por Benito
Alcain, negociante donostiarra establecido en París. Es posible que Benito
Alcain tuviera algún parentesco con Ángel Gil Alcain, quien en 1850 figuraba
como mayordomo de las iglesias de Santa María y de San Vicente de San Sebastián.
[xv]
Diario
de Palma. Madrid. Año II - nº 132, 11 de mayo de 1856; p. 2.
[xvi]
La
Iberia. Madrid. Año III - nº 747, martes
30 de diciembre de 1856; p. 3.
[xvii]
Sebastián
Iradier gozó de una notable fama en París gracias al apoyo de Pauline Viardot
García, quien le introdujo en los círculos musicales de la ciudad. Allí conoció
a Rossini y se relacionó con las cantantes y las bailarinas más célebres.
Particularmente algunas de las
grandes cantantes de la época, como por ejemplo la misma Pauline Viardot García
o Adelina Patti, quienes tenían alguna relación con España, interpretarían
muchas de sus frívolas canciones que le llevaron a alcanzar un gran éxito. Entre las canciones más conocidas,
destacan La Paloma, tan popular en España e Hispanoamérica, y El
Arreglito, que tras su éxito en París, fue utilizada por Georges Bizet como
base de la conocida habanera de la ópera Carmen.
[xviii]
Diario Oficial de Avisos de Madrid. Madrid. Nº 131, sábado 11 de marzo de 1854; p. 3.
[xix]
La España.
Madrid. Año VI - nº 1584, jueves 2 de junio de 1853; p. 4.
[xx]
MÁXIMO, Enrique: El Órgano Merklin
Schütze de la Catedral de Murcia. Murcia 1994, p. 205. Dice así: «Nous avion exposé l’orgue qui nous a été
commandé pour l’Eglise de St. Eugène à Paris, ainsi qu’un orchestrium qu’est
vendu aujourd’hui à un banquier espagnol, Mr. Uribe, pour une ville des
Provinces Basques espagnoles. Nos deux instruments non seulament ont ètè
appreciés d’une manière très favorable par les visiteurs de l’Exposition mais
aussi par le Jury qui nous a déderné la edaille de Permière Classe».
[xxi] Aristide
Cavaillé-Coll colocó varios órganos en el extranjero a través de esta agencia.
Según el listado de Gilbert Huybens (http://www.cavaille-coll.com/public/ccorg60.php), existe constancia de dos órganos vendidos a Alcain & Cie., uno con fecha 12 de
diciembre de 1857 y otro del 4 de diciembre de 1858. Desconocemos con exactitud
cuales fueron sus destinos. Según Jesse Eschbach, es posible que alguno de
estos instrumentos fuera exportado a los Estados Unidos. ESCHBACH, Jesse. Aristide
Cavaillé-Coll. A Compendium of known Stoplists. Vol. 1. Paderborn 2003, p.
145.
[xxii]
Este órgano duró pocos años, pues desapareció en el incendio que tuvo lugar en
el Conservatorio en abril de 1867.
[xxiii]
AGULLÓ Y COBO, Mercedes: Madrid en sus
Diarios, 1860-1875. Vol. III. Madrid, Instituto de Estudios Madrileños,
1969; p. 247.
[xxiv]
La
España Musical. Barcelona. Año I - nº 11, jueves 15 de marzo de 1866; p.
43.
[xxv]
Para mas información, véase http://www.ibach.de/deutsch/orgel.htm.
[xxvi]
Ibídem.
[xxvii]
CLIMENT i BARBER, Josep. Op. Cit.; p. 219.
[xxviii]
Ibídem; p. 213.
[xxix]
Ibídem; p. 219.
[xxx]
NOEMIS [Simeón Muguerza]. Op. Cit.; pp. 20-21.
[xxxi]
CLIMENT
i BARBER, Josep. Op. Cit.; pp. 213-214.
[xxxii]
NOEMIS [Simeón Muguerza]. Op. Cit.; p. 21.
[xxxiii] El Semanario Católico. Revista
religiosa, científica y literaria. Alicante. Año IV - nº 122, 22 de marzo de
1873; p. 136.
[xxxiv] El Semanario Católico. Revista
religiosa, científica y literaria. Alicante. Año IV - nº 152, 25 de octubre de
1873; p. 500.
[xxxv] El Siglo Futuro: Diario Católico. Madrid. Año II – nº 336, lunes 12 de febrero de
1877; p. 2.
[xxxvi]
Ibídem.
[xxxvii] El Semanario Católico. Revista
religiosa, científica y literaria. Alicante. Año VII - nº 277, 25 de marzo de
1876; p. 141.
[xxxviii]
Ibídem.
[xxxix]
CLASTRIER, Françoise: Les Orgues de l’Église Notre-Dame de la Réal
à Perpignan; pp. 86-89.
[xl]
Ibídem; p. 56.
[xli]
Françoise Clastrier en cita asimismo como autor del proyecto a Juan Amezua, lo
cual muestra la estrecha colaboración entre padre e hijo, a pesar de que el
primero permaneciera en un segundo plano a lo largo de casi toda la década de
1870.
[xlii]
CLASTRIER, Françoise: Op. Cit.; p. 100.
[xliii] El Siglo Futuro: Diario Católico. Madrid. Año II – nº 336, lunes 12 de febrero de
1877; p. 2.
[xliv] El Semanario Católico. Revista
religiosa, científica y literaria. Alicante. Año VIII - nº 345, 14 de julio de
1877; p. 334.
[xlv] Ibídem.
[xlvi]
Ibídem.
[xlvii] El Siglo Futuro: Diario Católico. Madrid. Año II – nº 336, lunes 12 de febrero de
1877; p. 2.
[xlviii] El Siglo Futuro: Diario Católico. Madrid. Año II – nº
535, lunes 16 de julio de 1877; p. 1.
[xlix]
Precisamente, en enero de 1889 fue nombrado maestro de capilla de dicha iglesia
José Ribera, que junto con un perito designado por Aquilino Amezua, procederían
a la valoración del órgano del Palacio de Bellas Artes, con objeto de que el
Ayuntamiento de Barcelona adquiriera el órgano en su propiedad. La
Dinastía: Diario Político, Literario y Mercantil. Barcelona. Año VII –
nº 3155, miércoles 9 de enero de 1889; p. 2.
[l]
El
Siglo Futuro: Diario Católico.
Madrid. Año II – nº 535, lunes 16 de julio de 1877; p. 1.
[li]
NOEMIS [Simeón Muguerza]. Op. Cit.; p. 30.
[lii]
El
Siglo Futuro: Diario Católico.
Madrid. Año III – nº 795, jueves 27 de junio de 1878; p. 3.
[liii]
Ibídem.
[liv]
Ibídem.
[lv]
Ibídem.
[lvi] Ibídem.
[lvii]
La
Época: Periódico Político y
Literario. Madrid. Año XX - nº 6298, martes 23 de junio de 1868; p. 1.
(Cartas a La Época, firmada en París
por un tal Fulano).
[lviii]
El
Siglo Futuro: Diario Católico.
Madrid. Año III – nº 862, martes 17 de septiembre de 1878; p. 1.
[lix]
Ibídem.
[lx] ÁLVAREZ, José María. El órgano de la catedral de Astorga.
Astorga: Astorica, 1984, pp. 56-73.
[lxi]
La
Provincia. Diario Liberal. Alicante. Año III - nº 504, 6 de mayo de
1880; p. 2.
[lxii]
El
Graduador. Alicante. Año VI - nº 1854, viernes 4 de junio de 1880; p.
3.
[lxiii]
La Vanguardia. Barcelona. Año
I – nº 126, viernes 29 de abril de 1881; p. 3.
[lxiv] El
Demócrata. Gerona. Año I - nº 4, domingo 1 de mayo de 1881; p. 3.
[lxv]
Diari Catalá.
Barcelona. Any III - nº 641, Dimecres 18 de maig de 1881; p. 424. Aquí el texto
original en catalán: «Ahir va arribar á Barcelona lo célebre concertista
Saint-Sëns, qui próximament debutará en lo teatro Lírich ó Sala Beethoven. Per
una mala inteligencia no poguerem assistir ahir á la proba de la nova orga de
Betlem. Personas que hi anaren nos han dit que l'instrument es de primer órdre
y que fa honor a son fabricant ó constructor, lo senyor Amezua de Valencia.
Sembla que'n Saint-Saëns, qu'es l'organista de la Magdalena de Paris, tocará
aquesta orga».
[lxvi]
Crónica de la Música. Madrid. Año IV - nº 153, miércoles 24 de agosto de
1881; p. 5.