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domingo, 1 de abril de 2012

La trayectoria profesional de Juan Amezua hasta su establecimiento en Valencia

Casi a la vez que Manuel Félix Amezua se establecía en la localidad navarra de Etxaleku, su hermanastro Juan Eustasio contraía matrimonio el 27 de abril de 1831 con Petra Jauregui Iñorriza en la localidad alavesa de Amurrio. Antes de trasladarse con su familia a Azpeitia, tuvieron cuatro hijos: dos de ellos nacidos en Bilbao, Eladio Diego (1832-1868) y Tiburcia Petra (1834-1835); uno en Oñate, Juan Ruperto (1837-1845); y otro en Bedia, Hermenegildo (1838-1886). De todos ellos sólo Eladio Diego —más conocido por su segundo nombre—, tomó el camino de la organería, siempre en compañía con su padre.
Hasta la fecha desconocemos cual fue la actividad desarrollada por Juan Amezua durante la década de 1830, aunque es muy probable que tuvo lugar principalmente en la provincia de Bizkaia, donde residía junto con su familia. Tampoco parece que el establecimiento de los Amezua en Azpeitia tuviera lugar hasta después de 1839, muy probablemente una vez concluida la Primera Guerra Carlista. Lo dicho hasta aquí coincide con lo descrito en el folleto Órganos Eléctricos de la Exposición Universal de Barcelona, donde se afirma que:
«la guerra civil había dejado arruinado y por puertas a D. Juan Amezua, y después de vagar, poco menos que a la ventura, por varios pueblos de Vizcaya, establecióse definitivamente en la patria del famoso fundador de la no menos famosa e ínclita Compañía de Jesús, en el pintoresco valle en que se encuentra Azpeitia. Allí comenzó de nuevo a levantar con su trabajo honrado el edificio de su arruinada fortuna...»[i]
El establecimiento de los Amezua en Azpeitia tuvo lugar con Juan Eustasio hacia 1840, una vez terminada la Primera Guerra Carlista, y no en 1700, tal y como afirmaba Aquilino Amezua en su propaganda. Con anterioridad a esta fecha la familia estuvo residiendo en la provincia de Bizkaia. En el grabado, una vista panorámica de Azpeitia realizada por Genaro Pérez de Villa-Amil entre 1842 y 1850.
Dada la conflictiva situación política y social en España durante la primera mitad del siglo XIX, la actividad organera descendió bruscamente, lo cual conllevó a un espectacular descenso del número de constructores. La demanda era tan reducida que en todo el país apenas quedaban más de una docena de artesanos locales con una capacidad muy mermada. Las primeras noticias sobre la actividad de Juan Amezua datan a partir de 1839, precisamente cuando fue requerido para la restauración del órgano de Lekeitio (Bizkaia). Dicho trabajo fue peritado por el organista de la parroquia, Juan José Echevarría, expulsado de la villa en 1835 por «desafecto a la justa causa» del liberalismo, aunque en 1839, después de la guerra, volvió a ocupar su plaza y fue quien supervisó la obra de Amezua[ii]. De sus trabajos en Gipuzkoa[iii] entre 1839 y 1856, año en el que inicia la reforma del órgano de San Sebastián de Soreasu de Azpeitia, destacan las construcciones de los órganos del convento de la Compañía de María de Bergara (1850), y de las parroquias de San Juan de Mondragón, de Santa Catalina de Lizarza (1851) y de Ntra. Sra. de la Piedad de Antzuola (1854); así como las restauraciones de los órganos de San Martín de Urretxu (1844), de San Sebastián de Azpeitia (1849), de San Miguel de Lazkao (1845), de San Esteban de Aia (1851-1856) y de Santa María de Tolosa (1853-1855).
Si comparamos la actividad desarrollada durante aquellos mismos años por los grandes organeros parisinos con la de Juan Amezua en Azpeitia, esta última es insignificante. No es más que el contraste de la situación desoladora de la decadente organería española, frente a la esplendorosa organería francesa del Segundo Imperio Francés, marcado por el Gobierno de Napoleón III. Lamentablemente, la diferencia no solo afectaba al aspecto cuantitativo, sino también al cualitativo, y las consecuencias de todo ello no tardarían en hacerse sentir. Tal y como afirmaba el mismo Aquilino Amezua en su Vindicación de los Amezua como artistas..., no debió ser fácil la vida para su familia tras la reforma del órgano de Azpeitia, realizada por su padre a partir de 1856:
«... cuando se deslizaban tranquilos los primeros años de mi niñez, hizo él [Aldalur] que la tribulación entrara en nuestra hasta entonces feliz casa, y pudo experimentar la triste satisfacción de ver arruinados a mis padres con la notable obra del órgano de Azpeitia, contribuyendo más que nadie al descrédito de la industria de la familia Amezua, y siendo causa de que abandonáramos, pobres y desacreditados, aquellos para nosotros queridos lugares donde vimos la primera luz...»[iv].
Juan Amezua no era del todo consciente de los inconvenientes que le iba a acarrear un hecho aparentemente fortuito, pero de vital importancia, que marcaría en mayor o menor medida el inicio de una nueva etapa en la historia del órgano en España: la instalación del órgano Cavaillé-Coll de Lekeitio. Otro factor que marcaría un antes y un después en la trayectoria profesional de Juan Amezua fue el nombramiento de José Ignacio Aldalur como organista de la iglesia de San Sebastián de Soreasu de Azpeitia. El 23 de agosto de 1853, Aristide Cavaillé-Coll redactaba el proyecto para la construcción del órgano de la iglesia de Ntra. Sra. de la Asunción de Lekeitio, instrumento que fue terminado de construir en junio de 1854, y presentado por Cavaillé-Coll en París, en sus talleres recién adquiridos de la rue Vaugirard 94-96. Las audiciones estuvieron a cargo de François Lefébure-Wély y Charles Simon, organistas de la Madeleine y de Saint-Denis respectivamente[v]. Dicho órgano fue costeado por el banquero José Javier Uribarren[vi]. Poco después, el 20 de julio de 1855, el azkoitiarra José Ignacio Aldalur sería nombrado organista de la parroquia de San Sebastián de Soreasu de Azpeitia[vii], personaje que con el tiempo llegó también a prestar su apoyo incondicional a la instalación de órganos franceses en el País Vasco, principalmente en Gipuzkoa.
Aunque Juan Amezua ya había llevado a cabo algunas reparaciones puntuales en 1849 en el órgano de la parroquia de Azpeitia[viii], no sería hasta noviembre de 1855 —varios meses después del nombramiento de Aldalur— cuando propuso al Ayuntamiento la renovación del mencionado órgano. La petición del organero fue bien recibida por parte de Consistorio, que tras confirmar su aprobación, nombró como comisionado a Ignacio Muguruza para el establecimiento de la condiciones del contrato[ix]. Llegado ya a un acuerdo, en 1856 el Ayuntamiento hizo entrega de 1000 reales para que Juan Amezua diera inicio a los trabajos. A partir de entonces se le iría pagando una cantidad trimestral estipulada[x]. El órgano de Lekeitio se convirtió rápidamente en un referente para Juan Amezua. Después de visitarlo trató de conjugar las técnicas más novedosas del órgano francés con aquellas más tradicionales del órgano clásico español. La frase del contrato que hace mención a que toda la obra iría montada «al estilo del órgano de Lequeitio» terminaría por convertirse en un arma de doble filo. Amezua, en un intento de superación, trató de imitar a su libre albedrío los revolucionarios avances aplicados por Cavaillé-Coll en el órgano de Lekeitio, pero desgraciadamente el resultado no fue el deseado. El mayor inconveniente que observaron los censores de la obra fue la incapacidad técnica de Juan Amezua para afrontar el reto que se proponía. Tras su fracaso en este proyecto, la familia Amezua tuvo que soportar un largo calvario que no finalizaría hasta el 28 de diciembre de 1868[xi]. Sin embargo, ¿fue éste el principal motivo que obligó a los Amezua a abandonar Azpeitia, tal y como afirmaba Aquilino en su Vindicación de los Amezua como artistas...? ¿Fue este fracaso lo que motivó que los principales organistas guipuzcoanos prefirieran el modelo de órgano francés, mucho más moderno y perfeccionado que el español?
Esteban Elizondo, en el primer capítulo de su tesis doctoral La Organería Romántica en el País Vasco y Navarra (1856-1940), con relación a los diversos factores históricos, religiosos y humanos que influyeron en su desarrollo, incluye una abundante información sobre los acontecimientos que tuvieron lugar en torno a la reforma del órgano de la parroquia de San Sebastián de Soreasu de Azpeitia y sus protagonistas. Sin lugar a dudas, los datos referentes al instrumento, procedentes del contrato redactado en junio de 1856 y transcritos por el autor, son de un valor inestimable para el conocimiento de la situación de la organería de la época en España, así como los retos que en lo sucesivo tendrían que afrontar nuestros principales organeros. Igualmente, los datos biográficos de los personajes que se vieron envueltos en este singular episodio son de gran interés por todo lo que aportan sobre su formación y cualidades en sus respectivas profesiones. Sin embargo, tanto las hipótesis argumentadas como las conclusiones a las que llega Esteban Elizondo, no terminan de encajar con la realidad de los hechos. Vayamos por partes.
Según explica Elizondo, José Ignacio Aldalur (1829-1890) tuvo un papel muy relevante a la hora de confeccionar el proyecto para la reforma del órgano que estaba bajo su cargo[xii]. Asimismo, estima que demostraba «tener conocimiento de los nuevos adelantos que se estaban produciendo en el campo de la organería en Francia»[xiii]. Tanto es así, que Juan Amezua reconstruyó el instrumento «siguiendo las indicaciones» de Aldalur, aunque es evidente que algunas de las propuestas eran de Amezua «como en el caso del transpositor». Si esto es así, habría que especificar más detalladamente el alcance de la implicación de Aldalur en el proyecto, puesto que, si no, la responsabilidad en el fracaso de la reforma del órgano de Azpeitia no sería atribuible exclusivamente a Juan Amezua, tal y como lo expone Elizondo, y la misma debería ser compartida con Aldalur. De lo contrario, ¿cuál fue el objeto de su asesoramiento? Llegados a este punto, cabría preguntarse, además, si Aldalur tenía conocimiento de los adelantos que se estaban dando en la organería francesa en el momento que se afrontó la reforma del órgano de Azpeitia, algo que, a priori, es muy poco probable.
Aldalur se formó musicalmente en Pamplona cuando estudiaba para sacerdote, y como compositor se enmarcaba dentro de la corriente italianizante que imperaba en su época, siguiendo el estilo de Eslava y otros músicos de su misma escuela. Es de señalar que no se conserva ninguna obra suya para órgano. Particularmente, destacaba como improvisador en el armonium. Sus cualidades en esta última faceta —como improvisador—, llegaron a sorprender, según se ha dicho, a Camille Saint-Saëns cuando ocupaba la organistía de la catedral de Bayona durante su exilio[xiv]. No obstante, esta afirmación ha sido cuestionada. Pero, tanto si esto es cierto como si no, este episodio no tendría lugar hasta después del verano de 1870, época en la que el organista azkoitiarra entró probablemente en contacto con los principales organeros franceses del momento. Tras su regreso a Azpeitia, y sobre todo después del fallecimiento de José Juan Santesteban, ocurrido en enero de 1884, su papel como asesor influyó decisivamente entre 1885 y 1889 en la adquisición de los órganos de Zumaia, Tolosa, Bergara y Loyola. Con el paso del tiempo José Ignacio Aldalur decidió apoyar incondicionalmente la instalación de órganos franceses en el País Vasco, tal y como lo hizo previamente José Juan Santesteban. Su influencia personal para que Aristide Cavaillé-Coll colocara un gran órgano en la basílica de Loyola (Azpeitia), en la misma localidad donde había nacido y vivido Aqulino Amezua, provocó que éste publicase un exaltado e insultante folleto contra Aldalur en el que descargaría toda su ira y rencor acumulado desde su niñez. Pero volvamos a los acontecimientos vividos con el órgano de Azpeitia.

Una vez concluidos los trabajos en enero de 1859, Juan Amezua notificaba que el órgano estaba listo para su recepción. Sin embargo, tanto José Ignacio Aldalur como el otro comisionado nombrado por el Ayuntamiento, Ignacio Vicente Arregui, rehusaron aceptar el cometido que se les había asignado como censores. Todavía no se ha dado una respuesta convincente al respecto, pero todo apunta a que Aldalur no estuviera familiarizado con los conceptos de la moderna organería francesa en el momento en el que se acometió la reforma del órgano de Azpeitia, y que finalmente optase por desvincularse de su papel como asesor de un proyecto fracasado, trasladando toda la responsabilidad a Juan Amezua como autor material de la reforma. Así, a la vista de los acontecimientos, fue designado como único censor de la obra José Juan Santesteban, maestro de capilla de Santa María de San Sebastián. Desgraciadamente, su veredicto fue muy negativo: repasos y disipaciones notables de aire, pulsación muy desigual de los teclados, dureza de los mismos al utilizar los acoplamientos, abastecimiento escaso de aire, desigualdad en la armonización de la tubería, registros armónicos fuera de su concepción, etc. Sobre este asunto Esteban Elizondo mantiene la hipótesis de que el hecho de que José Juan Santesteban fuera testigo directo de este fracasado intento de integración de los conceptos más tradicionales del órgano clásico español y los más modernos del órgano francés, fue la causa de su preferencia por este último[xv]. Sin embargo, esto tampoco es cierto, puesto que Santesteban ya tenía la vista puesta en Francia varios años antes de que se firmara el contrato para la reforma del órgano de Azpeitia. Basta decir que en 1853 su papel como asesor fue decisivo para la adquisición del órgano de Lekeitio, el primer órgano romántico de España.

Sin lugar a dudas, la elección de Aristide Cavaillé-Coll por parte de Santesteban fue gracias a sus conocimientos y experiencias vividas a través de los contactos que mantuvo en sus viajes por Francia e Italia. Discípulo de Pedro Albéniz, en 1840 se trasladó a Madrid para formarse con Saldoni, Basilí, Carnicer y, nuevamente, con Albéniz. Según nos relata Antonio Peña Goñi, Santesteban estuvo suscrito a la revista Gazette Musicale fundada en París por Maurice Schlesinger, semanario que leía con ansia, y a través del cual «veía en la capital del estado vecino alicientes que conmovían su alma de artista»[xvi]. A comienzos de enero de 1844 se dirigió a París con el propósito de estudiar canto con Manuel García y con Goldberg. De París se trasladaría a Italia, ayudado por «un generoso mecenas, [que] le proporcionó los medios suficientes para el viaje»[xvii]. En Italia llegó a conocer importantes autoridades musicales, como por ejemplo al abate Biani, maestro de capilla de la Sixtina, Mercadante, Florimo, Donitzetti, Pedrotti, Lamperti y Rossini, quien le entregó una carta de recomendación para ponerle en contacto con el tenor Pasini. De vuelta a París visitó a Berlioz, y el 31 de agosto de 1844 estaba de regreso en San Sebastián, donde inmediatamente tomó posesión de su cargo de maestro de capilla de Santa María.

La actividad de Santesteban no conocía límites. En 1854, coincidiendo con la instalación del órgano de Lekeitio, abrió un almacén de música en San Sebastián[xviii], «primero de los de su clase que ha existido en la capital de Guipúzcoa», lo cual le permitió convertirse en representante de Aristide Cavaillé-Coll en dicha ciudad. Las expectativas del maestro francés de introducirse en España a través de Santesteban como uno de sus contactos en San Sebastián son evidentes. La relación de la monarquía española con la ciudad se remonta a tiempos de Isabel II, quien hacia mediados del siglo XIX comenzó a veranear allí con objeto de tomar baños en las aguas del mar Cantábrico. Otro de los puntos visitados por la reina era la pequeña villa vizcaína de Lekeitio, invitada en varias ocasiones por José Javier Uribarren. En este sentido, la revista Le Ménestrel de París no dudaba en relacionar la adquisición del órgano instalado en Lekeitio con los buenos deseos y la previsión de la reina Isabel II[xix]. Sin embargo, como ya se ha dicho anteriormente, el mecenas fue el lekeitiarra Uribarren.

Los primeros contactos de José Juan Santesteban con Aristide Cavaillé-Coll datan del 10 de agosto de 1853, cuando el maestro organero fijaba un encuentro con el organista donostiarra en París, con objeto de formalizar un contrato para la construcción de un órgano destinado a San Sebastián[xx]. La cita tendría lugar el 18 del mismo mes. Casualmente, unos días después, el 23 de agosto, Cavaillé-Coll redactaba el presupuesto para el nuevo órgano de Lekeitio. Tras la aceptación del mismo, se dio inicio a su construcción. Pasados unos meses, el 21 de diciembre de 1853 Cavaillé-Coll informaba a José Juan Santesteban sobre la marcha de los trabajos. Es de destacar que, conforme a los deseos de Santesteban, se realizaron algunas mejoras respecto del proyecto original: se incluyó un Flautado de 16' y el Lleno se completó con cuatro hileras. Por este motivo, el diseño de la caja tuvo que ser modificado para la colocación de tubos adicionales en la fachada y el sistema de alimentación del aire tuvo que ser reforzado, lo cual obligó a aumentar las dimensiones de la caja en un metro. Para entonces los secretos estaban construidos y el banquero José Javier Uribarren ya había visto los diferentes componentes del órgano en el taller. El 5 de junio de 1854 Cavaillé-Coll comunicaba que el órgano estaba terminado y listo para ser enviado a Lekeitio a finales de mes. Unos días después se le informaba asimismo a Uribarren que las mejoras solicitadas por Santesteban no le habían sido transmitidas, y que el costo de las mismas ascendería a 5000 francos. El 7 de septiembre de 1854 los operarios Bernard Thiemann y Charles Carloni eran enviados por Cavaillé-Coll para instalar el órgano en su destino[xxi]; y el 13 del mismo mes, el Ayuntamiento de Lekeitio se hacía cargo de los gastos ocasionados por el montaje del instrumento, a la vez que solicitaba al alcalde de Markina para que el organista José María Echevarría fuera a ver colocar el órgano, dejando suplente en la escuela que éste regentaba en Markina[xxii].

Es evidente que Santesteban sí estaba al corriente de los avances que se estaban dando en la organería francesa, pero, ¿podríamos decir lo mismo de Aldalur? ¿De quién surgió realmente la idea de tomar el órgano de Lekeitio como referencia? No cabe duda de que el traspiés experimentado por Juan Amezua es muy significativo para comparar el lamentable estado en que se encontraba la organería en España frente a la esplendorosa organería francesa encabezada por Aristide Cavaillé-Coll. Como ya hemos mencionado más arriba, la diferencia afectaba tanto al aspecto cuantitativo como al cualitativo, y, en nuestra opinión, no creemos que merezca la pena buscar demasiados argumentos para justificar la compra de órganos franceses en el País Vasco. Ahora bien: ¿necesitaban obligadamente los organistas y compositores vascos de aquella época un Cavaillé-Coll para llenar sus expectativas musicales? Pensemos por un momento que la reforma del órgano de Azpeitia hubiera resultado exitosa: ¿habría cambiado mucho la historia del órgano en nuestro país? Y volviendo a las afirmaciones de Esteban Elizondo: ¿puede considerarse el fracaso de la reforma del órgano de Azpeitia como el principal «motivo que llevó a Juan Amezua y a su familia a residir en Valencia»[xxiii], y a la masiva instalación de órganos franceses en el País Vasco?
De una manera u otra la familia Amezua fue saliendo hacia adelante, y superó el mal trago que supuso la reforma del órgano de la iglesia parroquial de Azpeitia. Afortunadamente el período entre las dos guerras carlistas que se sucedieron en el País Vasco y Navarra fue relativamente próspero económicamente, gracias a las buenas cosechas y a la industrialización de una buena parte de la zona. Así todo, el taller de Juan Amezua seguía funcionando bajo los esquemas del Antiguo Régimen, basado en una estructura marcadamente artesanal que daba ocupación a los miembros de la familia, cuyos conceptos se encontraban muy lejos del sistema empresarial que imperaba en los principales talleres parisinos de su misma época. En aquel ambiente fue formándose el joven Aquilino. Según Rafael Puignau, desde muy niño ayudaba a su padre y a «su hermano mayor, Juan, en la construcción de órganos en el taller que tenían en Azpeitia»[xxiv], afirmación que no es del todo correcta, puesto que diversas fuentes nos conducen a afirmar que quien realmente llevaba el peso del taller junto con el cabeza de familia no era Juan Prudencio, sino Eladio Diego, el mayor de los hermanos. Durante este período Diego colaboró destacadamente junto con su padre tanto en la reforma como en la construcción de numerosos órganos: iglesias de San Salvador de Lakuntza (1857), la Asunción de Errenteria (1858), los Misioneros Dominicos de Ocaña (1860), la Asunción de Alsasua (1861), San Martín de Zegama (1861), la Asunción de Barasoain (1863), San Felipe y Santiago de Zaragoza (1863), el Salvador de Usurbil (1864-66)[xxv], etc. En 1866, sabemos que Diego Amezua presentó un proyecto bajo su nombre para reformar el órgano de la catedral de Vitoria[xxvi], donde estaba de organista Toribio Eleizgaray Muguerza[xxvii]. Juan Prudencio permanecería casi en el anonimato a lo largo de toda su vida.
A los múltiples acontecimientos sociales y personales vividos por la familia Amezua durante la primera mitad del siglo XIX, habría que sumar otros dos más que no pueden pasarse por alto: la muerte de Diego Amezua y el estallido de la Segunda Guerra Carlista (1872-1876)[xxviii]. Todavía no se había finiquitado el pago de los trabajos realizados en el órgano de Azpeitia, cuando el 6 de marzo de 1868 fallecía Eladio Diego. Uno de los últimos órganos en los que trabajó fue en el de la iglesia del Salvador de Usurbil (1864-66)[xxix]. Varios años antes, en 1861, Diego Amezua había pasado por esta misma iglesia para reparar el órgano viejo, pero entre 1864 y 1866 participó junto con su padre en la construcción de un órgano nuevo, también bajo las directrices de Aldalur. La construcción del instrumento se planificó en dos fases: una primera para julio de 1865, y la otra para enero de 1866. Una vez concluido el órgano, fue examinado por Cándido Aguayo, organista de una parroquia de Bilbao, quien lo aprobó favorablemente el 6 de noviembre de 1866. No obstante, tuvieron que pasar todavía otros tres años para que el Ayuntamiento de Usurbil diera su aprobación, asunto que no quedaría cerrado hasta el 28 de noviembre de 1869. Una situación similar tuvo lugar anteriormente en Tolosa, donde los Amezua trabajaron entre 1853 y 1855, y cuyos pagos se saldaron después de muchos años. Desconocemos si en dichas obras existieron deficiencias que tuvieran que ser subsanadas. Lo cierto es que después de lo acontecido en Azpeitia, vemos nuevamente a la familia Amezua trabajando bajo la supervisión de Aldalur, y afrontando los impagos por parte de las instituciones municipales.
El fallecimiento de Diego Amezua vino a coincidir con los prolegómenos de la Segunda Guerra Carlista, hecho que repercutiría decisivamente para que la familia Amezua, que habiéndose trasladado a la región de Murcia para construir el órgano de Yecla, decidiera no regresar a Azpeitia. Todavía en 1870 Juan Amezua y familia residían en Azpeitia. La guerra, que aún tardaría un par de años en generalizarse, se dejaba sentir con intensidad en el País Vasco desde 1869, donde resultaban vanos los esfuerzos de las autoridades vigentes por controlar los movimientos de las partidas armadas que actuaban en el territorio. Para entonces eran muchos los carlistas perseguidos por la justicia, dando lugar a que sus familiares y simpatizantes manifestasen abiertamente su apoyo. En la suscripción para los carlistas perseguidos, publicada el 22 de marzo de 1870, se adjuntaba una lista de suscritores procedentes de Azpeitia, en la que figuraban el organero Juan Amezua, su esposa Petra Jauregui y sus hijos José y María Dolores. Otro de los nombres que se incluía en la misma lista era el de José Ignacio Aldalur, quien irónicamente hacía constar ser «muy amigo de los liberales». En agosto de 1870, el capitán general de las Vascongadas, José Allende Salazar, promulgaba un bando en el que declaraba en estado de guerra todo el territorio que comprendía las cuatro provincias que estaban a su mando. Se organizaron fábricas de armas no solo en las zonas tradicionales de Eibar y Placencia, sino también en Bera, Urdax, Bakaikoa y Azpeitia, donde precisamente Carlos VII fue elegido como soberano[xxx], y, pocos días después de promulgarse el bando de Allende Salazar, tuvo lugar una revuelta por un grupo armado que salió y se desplegó desde la iglesia. En relación a este hecho, las armas no fueron conseguidas en la fábrica La Azpeitiana, cercana a la parroquia, sino en la misma iglesia, donde supuestamente fueron guardadas en una sala contigua al coro. Al día siguiente, entre los capellanes que asistieron al cumplimiento de sus obligaciones, estaba Hermenegildo Amezua, hermano de Aquilino. El organista José Ignacio Aldalur no asistió, por lo cual aquel día no hubo misa cantada ni órgano.
Tras la revuelta, entre otros, fueron requeridos por la justicia José Ignacio Aldalur, su hermano Pedro —entonces párroco de Azkoitia—, y el párroco de Azpeitia, Agustín Jauregui, quien fue acusado como principal responsable por inspirar la rebelión y por ocultar las armas en las dependencias de la iglesia de su parroquia. En el juicio celebrado en 1870, este último fue condenado a prisión en la cárcel de San Sebastián, donde estuvo cuatro años. Los siguientes responsables eran los hermanos Aldalur, que fueron condenados por rebeldía a dos años, cuatro meses y un día de prisión; pero éstos no pudieron ser detenidos al haberse fugado por el monte a Francia. Declarado prófugo, José Ignacio Aldalur estuvo exiliado en Bayona, donde ejerció de organista en la catedral. Allí gozó de cierta estima como músico, principalmente dentro de la comunidad de exiliados carlistas que se refugió en el País Vasco francés. De esta manera, el 1 de mayo de 1871 la colonia carlista de San Juan de Luz —que celebraba sus funciones religiosas tres días a la semana— cantó unas letrillas dedicadas a la Virgen puestas en música por José Ignacio Aldalur. Durante el período que permaneció en Bayona, se dice que entabló amistad con Camille Sain-Saëns, quien le puso en contacto con los organeros parisinos más relevantes del momento, como Aristide Cavaillé-Coll, Joseph Merklin y Jean-Baptiste Stoltz, algunos de cuyos instrumentos fueron introducidos en el País Vasco gracias a su gestión.
A partir de 1870 también Juan Amezua abandonaría Azpeitia para trasladarse con su familia a tierras murcianas. Los motivos no parece que fueran tan comprometidos políticamente como en el caso de Aldalur y otros de sus paisanos afines a sus mismas ideas. Casualmente, entre 1870 y 1871 Amezua fue solicitado para la elaboración de un interesante proyecto destinado a la iglesia de la Purísima de Yecla, en la provincia de Murcia. No era la primera vez que Juan Amezua trabajaba en tierras levantinas y provincias limítrofes, pues existe constancia de su paso por aquella zona tan pronto como entre los años 1863 y 1864, precisamente cuando trasladó y compuso el órgano de la iglesia de la Asunción de Almansa, Albacete[xxxi]. Asimismo, en 1866 Juan Eustasio, acompañado de su hijo Diego, reparó el monumental órgano de la basílica de Santa María de Elche[xxxii].
Entre 1870 y 1871, Juan Amezua abandonó Azpeitia con su familia para trasladarse a la localidad murciana de Yecla, donde construyó el órgano de la iglesia de la Purísima, inaugurado el 1 de noviembre de 1872. Con ocasión de la construcción de este instrumento, se abría una nueva etapa para los miembros de la familia Amezua. Vista panorámica de Yecla, con la iglesia de la Purísima en el centro.

Pero volviendo al órgano de Yecla, el mismo se contemplaba como complemento al mobiliario de la monumental iglesia inaugurada en 1868, después de un largo y complicado proceso constructivo que tuvo su origen en 1769 y que fue interrumpido principalmente por la Guerra de la Independencia. Se trataba de un instrumento de alrededor de 35 registros cuyo coste ascendía a 29.000 Ptas. (65.000 según otras fuentes), sufragado con los bienes que había dejado Pedro Alcántara Ibáñez Ortega, tío del conocido «cura-obispo» Antonio Ibáñez Galiano[xxxiii]. Para su construcción, con la excepción de Juan Prudencio, quien quedaría en Azpeitia trabajando como organero por su cuenta, Juan Eustasio se trasladó con toda su familia a Yecla, localidad donde permanecieron hasta que la obra fue terminada por completo. El órgano se inauguró el 1 de noviembre de 1872. Para entonces había estallado la Segunda Guerra Carlista. Esta guerra que se prolongaría por espacio de cuatro largos años, se desarrolló sobre todo en el País Vasco y Navarra. Una vez más, la familia Amezua se vería sorprendida por una guerra fraticida, aunque en esta ocasión en lugar seguro. A pesar de sus ideales y de sus sentimientos, la decisión de no volver a Azpeitia fue determinante. En lo sucesivo Juan Amezua se instalaría con su familia en Valencia, donde abriría su nuevo taller en la calle de la Corona nº 8.
(continuará...)

J. Sergio del Campo Olaso
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[i] NOEMIS [Simeón Muguerza]. Órganos Eléctricos de la Exposición Universal de Barcelona, Barcelona: Imprenta de Pedro Ortega, 1890; p. 28.
[ii] DÚO, Gonzalo. «Lekeitio en el siglo XIX y José Javier Uribarren (1791-1861)». En: Cuadernos de Sección. Historia-Geografía nº 23. Eusko Ikaskuntza: Donostia-San Sebastián 1995, p. 156.
[iii] AZKUE, José Manuel, ELIZONDO, Esteban, ZAPIRAIN, José María. Gipuzkoako Organoak / Órganos de Gipuzkoa. Donostia-San Sebastián, Fundación Kutxa Fundazioa, 1998.
[iv] AMEZUA, Aquilino. Vindicación de los Amezua como artistas contra las acusaciones de un mal organista, Barcelona: Imprenta de Pedro Ortega, 1889; pp. 6-7.
[v] BLANCHARD, Henri. «Auditions Musicales. MM. Cavaillé-Coll et Lefébure-Wély». En: La Revue et Gazette Musicale de Paris. París, Año XXI - nº 27, 2 de julio de 1854; p. 214. BLANCHARD, Henri. «De l'Orgue et des Organistes». En: La Revue et Gazette Musicale de Paris. París, Año XXI - nº 31, 30 de julio de 1854; p. 249. DOUGLASS, Fenner. Cavaillé-Coll and the Musicians: A Documented Account of His First Thirty Years in Organ Building. Vol. II. Sunbury (United States of America) 1980, p. 921. Juan María Altuna Mascarua no sería nombrado organista y maestro de música municipal por parte del Ayuntamiento hasta 1860. Entretanto, el organista de la Parroquia lo seguía siendo Juan José Echevarría, quien renunció a la plaza en 1863. Ésta salió a concurso de oposición, y la obtuvo Altuna, quien fallecía en 1868 a la edad de cuarenta años. DÚO, Gonzalo. Op. Cit.; p. 157.
[vi] La fecha de instalación de este singular instrumento de 1856 ofrecida por Esteban Elizondo y que da título a su tesis doctoral, La Organería Romántica en el País Vasco y Navarra (1856-1940), es errónea. Para un detallado conocimiento sobre este punto y otros aspectos históricos relativos al órgano de Lekeitio, recomendamos la lectura de ESCHBACH, Jesse. Aristide Cavaillé-Coll. A Compendium of known Stoplists. Vol. 1. Paderborn 2003, p. 106. Sobre la instalación del órgano Cavaillé-Coll de Lekeitio, 13 de septiembre de 1854, y otros datos de interés, véase DÚO, Gonzalo. Op. Cit.; p. 156. Véase asimismo el artículo de del CAMPO OLASO, J. Sergio. Algunos datos sobre el pedalero moderno en el órgano español (I). Euskonews & Media, Donostia-San Sebastián, 03/11/2006: http://www.euskonews.com/0368zbk/gaia36802es.html.
[vii] En Efemérides de Azpeitia: www.uztarria.com.
[viii] Con fecha 10 de mayo de 1849 se dice en la Efemérides de Azpeitia: Parrokiko organoa amaitzeko luzapena Juan Amezua organo egileari emena zion herriak, Gorputz egunetik San Inazio bitartekoa. Amezuak eskerrak eman zituen, eta egun horretarako amaitua izango zuela esan zuen. En Efemérides de Azpeitia: www.uztarria.com.
[ix] Ibídem.
[x] Ibídem, 22 de febrero de 1856.
[xi] Ibídem, 28 de diciembre de 1868.
[xii] ELIZONDO IRIARTE, Esteban. La Organería Romántica en el País Vasco y Navarra (1856-1940). 1ª ed. Bilbao: Servicio Editorial de la Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitateko Argitalpen Zerbitzua, 2002; p. 53.
[xiii] Ibídem, p. 54.
[xiv] IZURRATEGUI, José. Compositores, organistas y cantores azcoitianos. Conferencias culturales. Azkoitia 1950.
[xv] ELIZONDO IRIARTE, Esteban. Op. Cit.; p. 61.
[xvi] PEÑA GOÑI, Antonio. «José Juan Santesteban (1809-1884)». En: Euskal-Erria. Revista Bascongada. San Sebastián 1886, T 14 (1º sem. 1886); p. 26.
[xvii] Ibídem.
[xviii] También en 1854 José Antonio Santesteban, hijo de José Juan, estudiaba piano en París con Marmontel, y con Godineau en Bruselas, donde estudió órgano con Lemmens. De él se dice que era un «pianista distinguidísimo, organista de primer orden y músico educado en los principios del arte moderno...». PEÑA GOÑI, Antonio. «José Juan Santesteban (1809-1884)». En: Euskal-Erria. Revista Bascongada. San Sebastián 1886, T 14 (1º sem. 1886); p. 45.
[xix] DURAND, Auguste. «L'Orgue de Lequetio (sic). M. Lefébure-Wely». En: Lé Ménestrel. Musique et Théatres. París, Año XXI - nº 31, Domingo 2 de julio de 1854; p. 2.
[xx] ESCHBACH, Jesse. Aristide Cavaillé-Coll. A Compendium of known Stoplists. Vol. 1. Paderborn 2003, p. 106.
[xxi] Ibídem.
[xxii] Agradezco la aportación de este dato, así como el envío de la copia del Libro de Actas del Ayuntamiento de Lekeitio, a Aitor Olea Juaristi. Un año antes de instalarse el órgano Cavaille-Coll en Lekeitio, según consta en el Libro de Actas de Ayuntamiento con fecha 14 de septiembre de 1853, Uribarren comunicó su deseo de contar con un buen organista, y que para ello ofrecía de su cuenta pagar los gastos que supusiera el perfeccionamiento musical de José María Echevarría, maestro de Markina, con el compromiso de que, en tal caso, éste obtuviera la plaza. El organista anterior, Juan José Echevarría, llevaba veintitrés años ejerciendo su cargo en Lekeitio, y más de treinta en la profesión, por lo que es de suponer que contaba con una edad muy avanzada, y por ello distante del nuevo estilo musical romántico. DÚO, Gonzalo. Op. Cit.; p. 157.
[xxiii] ELIZONDO IRIARTE, Esteban. Op. Cit.; p. 55.
[xxiv] PUIGNAU, Rafael. «Órganos y Organeros españoles». En: Tesoro Sacro Musical. Año XLIV - nº 6, noviembre-diciembre, Madrid 1962; p. 126.
[xxv] Copia del contrato facilitado por Juan Luis Achega, organista de Usurbil.
[xxvi] IGLESIA UGARTE, José Santos de la. Catálogo Histórico Documental de los Órganos de Álava, Vitoria: Diputación Foral de Álava / Arabako Foru Aldundia, 1997; p. 209.
[xxvii] Este hecho nos induciría a pensar que el proyecto de los Amezua podría gozar de favoritismo por parte de Toribio Eleizgaray, sin embargo el proyecto elegido fue el presentado por Pedro Roqués.
[xxviii] La habitualmente conocida en el País Vasco como Segunda Guerra Carlista, también es descrita por los historiadores como Tercera Guerra Carlista, designando como Segunda Guerra Carlista o Guerra de los Matiners al conflicto bélico que tuvo lugar fundamentalmente en Cataluña entre septiembre de 1846 y mayo de 1849.
[xxix] Agradezco la copia del contrato facilitada por Juan Luis Achega, organista de Usurbil.
[xxx] Curiosamente Carlos VII eligió como residencia la torre de Emparan de Azpeitia, en la misma calle donde Juan Amezua tenía sus talleres destinados a la construcción de órganos.
[xxxi] PIQUERAS GARCÍA, RafaelAproximación a la Arquitectura Religiosa Neoclásica en la Provincia de Albacete; p. 11. En: http://www.itda.es/articulos/35.pdf.
[xxxii] CASTAÑO GARCÍA, Joan. El órgano en la historia de la iglesia de Santa María de Elche, http://www.misterudelx.com/organo01.htm.
[xxxiii] ORTUÑO PALAO, Miguel. El cura-obispo Antonio Ibáñez Galiano. Discurso de incorporación a la Academia de Alfonso X el Sabio, s/fecha; p. 21. Este órgano fue destruido durante la última guerra civil (1936-1939).