Translate

miércoles, 29 de febrero de 2012

Antecedentes familiares de Aquilino Amezua en el arte de la organería


El famoso constructor de órganos Aquilino Amezua Jauregui, del que el 20 de octubre de este año 2012 se cumple el centenario de su muerte, nació en Azpeitia el 4 de enero de 1847, y provenía de una familia cuya dedicación a la organería arranca en el siglo XVIII a través de su abuelo Diego Amezua Aguirre (1755-1833), su tío Manuel Félix Amezua Lizasoain (1799-187?)[i], su padre Juan Eustasio Amezua Arteche (1812-1889), y tres de sus hermanos mayores: Eladio Diego (1832-1868), Juan Prudencio (1841-1903) y José Hermenegildo (1845-1905).
Efectivamente, la tradición familiar en arte de la organería se remonta al siglo XVIII, aunque no tan pronto como insinuaba Aquilino Amezua en sus anuncios publicitarios divulgados en multitud de ocasiones. En los mismos afirmaba que su Fábrica de Grandes Órganos, con talleres en Azpeitia (Gipuzkoa) a partir de 1905, era una casa fundada en 1700. Esto ha dado pie a interpretaciones disparatadas, tal y como ocurre en el caso del organero catalán Rafael Puignau, que a partir de los datos que él tenía recogidos, databa el establecimiento de la familia Amezua en Azpeitia «desde el 1700, remontándose por tanto a tal época la construcción de órganos en dicha localidad, casi sin interrupción». Por este motivo, consideraba un caso digno de mencionarse y quizás «único en población de esa categoría»[ii].
Nada más lejos de la realidad. Una de las primeras alusiones a los antepasados de Aquilino Amezua fue publicada en 1890 en el folleto Órganos Eléctricos de la Exposición Universal de Barcelona, donde se afirma que «el Ayuntamiento de la invicta» villa de Bilbao «estableció allí a sus expensas en la primera mitad del siglo a D. Diego y D. Juan Amezua para que desarrollaran este arte, muerto a causa de la guerra civil»[iii]. Estas apreciaciones no son del todo correctas, puesto que ni Diego Amezua se estableció en Bilbao durante la primera mitad del siglo XIX, ni la referida contienda es la Primera Guerra Carlista, tal y como cabría pensar por el apelativo de guerra «civil». El conflicto mencionado es, sin duda, la Guerra de la Convención, y para entonces Diego Amezua ya residía en Bilbao, concretamente tres años antes de que fuera tomada por las tropas francesas.
Pero volvamos a la vinculación de la familia con el arte de la organería. Sabemos que tiene su inicio con el abuelo de Aquilino, Diego Amezua Aguirre, que nació en la villa vizcaína de Elorrio el 5 de agosto de 1755. Al menos, hasta la fecha no está documentado que su bisabuelo Domingo Amezua Zenarruza (n. 1722), su tatarabuelo Diego Amezua Mendia (n. 1689), ni su cuarto abuelo Pedro Amezua Masorriaga (n. 1646) tuvieran alguna conexión con la organería. Diego Amezua Aguirre tuvo su taller durante algún tiempo en Pamplona, donde se dio a conocer como inventor de «un fuelle para órganos que se eleva[ba] por los cuatro lados», con ventajas muy grandes sobre los que se conocían hasta entonces, por medio del cual «un niño, o el mismo organista, dándole cuerda introduc[ía] el aire suficiente para un cuarto de hora»; no obstante, según se informaba, también se podría hacer que el fuelle funcionase durante «una o dos horas permitiéndolo el sitio, en cuya forma ha[bía] hecho varios en dicha ciudad y fuera de ella con general aprobación»[iv].
Sus primeros trabajos datan de la década de 1780, siendo conocidas sus intervenciones principalmente en Navarra y Bizkaia[v]: en 1784 construyó el órgano de la iglesia de San Pedro de Vidángoz, y en años posteriores se dedicó a la reparación y mantenimiento de los órganos de las parroquias de San Pedro de Burgui (1785), de la Purísima Concepción de Elorrio (1786)[vi], catedral de Pamplona (1788)[vii], de la colegiata de Santa María de Zenarruza (1790), de San Nicolás de Pamplona (1791), etc.


El órgano de la iglesia de San Pedro de Vidángoz, instalado en 1784, es posiblemente el único instrumento superviviente de todos los construidos por Diego Amezua. El sistema para el abastecimiento del aire está formado por dos fuelles paralelos de compensación, conectados entre sí por medio de un porta-vientos. El bombeo del aire se realiza por dos pequeños fuelles de cuña de dos pliegues, colocados debajo de uno de los depósitos. Aunque una parte importante del material de la fuellería procede del sistema original construido por Diego Amezua, el mismo fue modificado en fechas más recientes. Asimismo, otras partes del instrumento han sufrido diversas modificaciones: el teclado y su extensión, etiquetas de los registros, desaparición de los registros de lengüetería tanto interior como exterior, etc. El estado actual del órgano es muy deficiente. Fotografía: J. Sergio del Campo Olaso.
Cuando el 4 de agosto de 1792 Diego Amezua firmaba el contrato para la construcción del nuevo órgano de la iglesia de Santiago de Bilbao, todavía residía en Pamplona. A partir de entonces, precisamente en el momento en que Bilbao se abría a la Ilustración y a las nuevas ideas que llegaban de Francia, Amezua fijaría definitivamente su residencia en la capital vizcaína, una villa con un comercio próspero que pronto se vería asolada por la crisis social de la Revolución Francesa y por la crisis económica derivada de la misma. De su matrimonio con María Bernarda Lizasoain Ziganda, entre 1795 y 1799 nacerían en Bilbao sus hijos Fructuoso Vicente, Felipe Santiago y Manuel Félix, el último de los cuales, al igual que su padre, se dedicó a la organería.
El órgano de la iglesia de Santiago de Bilbao encargado a Diego Amezua, debía estar terminado en el plazo de dos años[viii]. Sin embargo, el proyecto no pudo completarse hasta finales de 1795, debido a la Guerra de la Convención. Se presagiaban tiempos de incertidumbre. Declarada la Guerra de la Convención en de marzo de 1793, las tropas francesas invadieron Gipuzkoa en agosto de 1794, y después de un año de resistencia los vizcaínos se vieron obligados a replegarse. El 17 de julio de 1795 el general en jefe del ejército francés Moncey ocupaba Bilbao. Después de concertase la capitulación, la villa bilbaína se comprometió a una neutralidad absoluta, y los franceses se retiraron dejando un comisario de guerra para concertar las cuentas de los bienes incautados. La presencia de las tropas francesas en Bilbao fue mínima (de ahí su calificativo de invicta), pues la Paz de Basilea, firmada el 22 de julio de 1795, dio fin al estado de guerra. No obstante, este acontecimiento anunciaba el enfrentamiento entre la revolución liberal y la tradición, hecho que transformó la vida cotidiana de la villa, dejando secuelas de ajustes de cuentas entre quienes optaron por la neutralidad con los franceses y quienes optaron por resistir. La actitud de las facciones de la población frente al ocupante fue decisiva en los años sucesivos, pues contribuyó a configurar el mapa liberal-carlista de los años sucesivos.
Durante la Guerra de la Convención Diego Amezua, establecido en Bilbao, se vio obligado a compaginar su trabajo de organero con el de corredor del puente. En 1795 su hijo Fructuoso Vicente fue bautizado en la parroquia de San Antón. En lo sucesivo la familia Amezua estaría vinculada a la parroquia de San Nicolás. En la imagen, vista del puente y de la iglesia de Antón de Bilbao. Grabado de Genaro Pérez de Villa-Amil.

Al verse atrapado en Bilbao por la Guerra de la Convención, Diego Amezua tuvo que compaginar temporalmente su trabajo de organero con el de corredor del puente. Esto fue posible por su pertenencia a la capilla musical, sufragada en su mayor parte por el Ayuntamiento. Este puesto permitía que los miembros de la capilla estuvieran en contacto directo con las autoridades municipales, lo cual suponía que en ocasiones gozasen de importantes protecciones u otros cargos más lucrativos, principalmente el de arrendatarios de los servicios municipales, tal y como ocurría en el caso del organero Diego Amezua[ix]. Al final de la contienda, Diego reanudó sus actividades en Bizkaia y Navarra, tanto practicando afinaciones rutinarias, como reparaciones o reformas: Santo Tomás de Olabarrieta de Ceberio (1795), Santa María de Amorebieta (1794-1796), San Nicolás de Pamplona (1797), la Asunción de Añorbe (1797), la Purísima Concepción de Elorrio (1798), Santa María de Begoña (1795 y 1799), Santa María de la Asunción de Errenteria (1803), monasterio de San Salvador de Urdax (c.1805)[x], la Asunción de Etxarri-Aranaz (1819), así como la construcción de los órganos de la capilla del convento de los PP. Carmelitas de Markina-Xemein, a finales del siglo XVIII[xi], de la iglesia de San Nicolás de Bilbao (1802)[xii], etc. En Álava, sabemos que en 1807 trabajó en el órgano del santuario de Nuestra Señora de la Encina de Arceniega, coincidiendo precisamente con el montaje del nuevo órgano que estaba construyendo para la iglesia de la Asunción de la misma localidad[xiii]. En Gipuzkoa los datos referentes a Diego Amezua son también escasos, aunque lo suficientemente interesantes como para delimitar su período de actividad[xiv]. Cabe destacar su paso por las parroquias de San Martín de Urretxu en 1820, donde construyó un nuevo órgano, y por la de San Martín de Berastegi, donde trabajó en los años 1793 y 1829. Descrita esta breve trayectoria a través de los datos publicados hasta la fecha, observamos que la etapa profesional de Diego Amezua tuvo lugar, como mínimo, entre 1784 y 1829, muy lejana a la sugerida por su nieto Aquilino en su propaganda.
En 1808, cuando Diego Amezua contrajo matrimonio en la parroquia de los Santos Juanes con Mª Antonia Arteche Cortina, Bilbao volvía a ser ocupada, esta vez por las tropas napoleónicas, y hasta 1813. De este matrimonio tuvo seis hijos entre 1809 y 1820, cuatro de ellos varones: Diego Máximo, Juan Eustasio, Domingo Ángel y Antonio, de los cuales sólo el segundo se dedicó a la organería.
La época que le tocó vivir a Juan Amezua tampoco fue muy propicia en cuanto a construcción de órganos se refiere. Juan vino a nacer el 30 de marzo de 1812, en plena Guerra de la Independencia Española (1808-1814), y toda su niñez y juventud transcurrió durante los reinados de José I Bonaparte y de Fernando VII. Tras seis años de guerra, la situación económica del país era de total ruina, y los sucesivos gobiernos fernandinos no consiguieron restituir la situación. El 6 de junio de 1833 fallecía Diego Amezua en Bilbao. Su carrera finalizaba en un período que se vaticinaba nuevamente convulso y nada apropiado para el desarrollo de las artes. El 29 de septiembre del mismo año Isabel II comenzaba su reinado tras la muerte de su padre Fernando VII, y sus adversarios se alzaban el 3 de octubre dando inicio a la Primera Guerra Carlista. Durante el transcurso de la guerra, para sufragar los costos de la misma, tuvo lugar la desamortización de Mendizábal, que conllevó al empobrecimiento de la Iglesia. No fue esta la única desamortización que se llevó a cabo, pues en tiempos de Godoy (1798) y de José I Bonaparte (1808) tuvieron lugar otras dos, aunque de menor importancia. En años posteriores se pondrían en marcha las desamortizaciones de Espartero (1841), paliada en parte gracias a la firma del Concordato de 1851, y la de Madoz (1855); esta última todavía mucho más importante que la de Mendizábal, a tenor de la gran cantidad de bienes movilizados y las consecuencias que tuvo para la sociedad española. Los hijos de Diego Amezua, Manuel Félix, de su primer matrimonio, y Juan Eustasio, del segundo, tomarían su relevo en unas condiciones deprimentes para el desarrollo de la organería, en un Bilbao que sufriría dos sitios en el transcurso de la guerra civil: el primero de ellos en 1835, en que el general Zumalacárregui murió tras resultar herido en la batalla; y el segundo en 1836, que tuvo su final con la entrada de Espartero el día 24 de diciembre.
Órgano de la iglesia de San Martín de Ibarra.
Construido por Manuel Amezua entre 1831 y 1835.
Sin lugar a dudas, la formación organera de Juan Eustasio fue adquirida a través de su padre Diego y de su hermanastro Manuel Félix, de quien todavía hoy se conserva algún instrumento. No obstante, las trayectorias profesionales de ambos hermanos terminaron por separarse pocos años antes de la muerte de su padre. Manuel Félix nació en Bilbao el 30 de julio de 1799, y no tenemos noticia alguna sobre él hasta que en 1825 presentó una propuesta de reparación para el órgano de Urnieta, Gipuzkoa. En la misma Amezua afirmaba ser «vecino de la villa de Bilbao, y de oficio maestro organero», aunque dicha propuesta fue redactada y firmada en Tolosa con fecha 29 de enero[xv]. Como vemos, Manuel Amezua, al igual que su padre, se dedicó a la construcción de órganos, faceta en la que estuvo activo por lo menos hasta el 1871. Los primeros instrumentos construidos por él documentados hasta la fecha, datan de los años previos al estallido de la Primera Guerra Carlista: convento de las Carmelitas Descalzas de Lesaka (1830) —atribuido a Manuel Amezua—, convento de Santa Clara de Tudela (1831) —actualmente en Santes Creus, Tarragona—, y el de la iglesia de San Martín de Ibarra, Aramaiona (1831-1835). En 1832 sabemos que tenía su taller en la localidad navarra de Etxaleku, donde residió aproximadamente hasta 1839[xvi].
En 1837, durante el transcurso de la guerra, Manuel Amezua cruzó la frontera francesa. En San Juan de Luz tuvo la oportunidad de abordar la reforma del órgano de la iglesia parroquial, venido a menos a consecuencia de la decadencia causada por la Revolución Francesa. Aprovechando la caja del instrumento anterior y a partir del material existente, Amezua construyó un órgano de estética típicamente ibérica, lo cual supuso un cambio total en la estructura sonora original del instrumento. En febrero de 1838 el órgano de San Juan de Luz ya estaba terminado. Tras su recepción los examinadores afirmaban que «el trabajo había sido ejecutado con suma delicadeza, con rectitud y solidez, y confeccionado con buenos materiales». El precio pagado por su trabajo fue muy módico, y en vista de su amor propio y del esmero que puso en su primera obra realizada en Francia, el Consejo Municipal, acordó gratificarle con la cantidad de seiscientos francos[xvii].
Coincidiendo con su estancia en San Juan de Luz y dada la satisfacción con la que Amezua estaba llevando sus trabajos, fue requerido para construir un órgano nuevo en la iglesia parroquial de la localidad vecina de Ciboure, donde se quedaron sin instrumento al haber sido destruido el anterior en 1793 por las tropas de la Convención. Su construcción —cuya caja, seguía las líneas de la del órgano de Ibarra—, al contrario que en la localidad vecina, resultó un tanto controvertida. A primeros de septiembre de 1838 tuvo lugar la recepción del órgano, que al resultar desfavorable hubo de realizarse un segundo examen a finales de diciembre del mismo año, tras el cual el nuevo órgano fue aceptado. En los archivos de Ciboure consta que Manuel Amezua estaba «acreditado por un certificado de aptitud expedido por los profesores de la Academia de Música de Madrid»[xviii], lo cual nos hace pensar sobre su formación y sus contactos en la capital española.
A partir de 1839, después de haber finalizado la contienda Carlista, Manuel Amezua volvería a trabajar a este lado del Bidasoa, donde muchos órganos estaban a la espera de ser reparados tras las atrocidades de la guerra. Instalado en Tolosa[xix], sus intervenciones en Gipuzkoa fueron bastante frecuentes: iglesia de San Juan de Pasajes de San Juan (1840), Santa María del Coro de San Sebastián (1840-1842), la Asunción de Ntra. Sra. de Segura (1841-1842), la Asunción de Ntra. Sra. de Albiztur (1843)... No obstante, el trabajo más importante que realizó por aquellos años fue el órgano de la iglesia de Santa María la Real de Azkoitia, construido en 1845. Este instrumento vino a reemplazar a otro anterior, instalado en 1824 por el constructor de origen francés Juan Monturus, cuyo resultado no satisfizo a la Parroquia, por lo cual se decidió sustituirlo. Según describe Trino Uria y Uria en su artículo Apuntes para una cronología de órganos, se «hicieron gestiones en Azpeitia en la fábrica de órganos creada en el vecino pueblo, que gozaba ya de justa fama»[xx], lo cual nos hace pensar que la Parroquia mantuvo contactos con Juan Amezua, una vez establecido en la villa guipuzcoana.
En 1845 el nuevo órgano en la parroquia de Santa María de Azkoitia estaba terminado, y la descripción de Uria sobre sus cualidades es muy precisa: se trataba de «un órgano clásico, sencillo pero bueno y hecho a conciencia», que a pesar de haber durado poco más de medio siglo, su servicio fue «harto mejor que el del órgano de Vitoria»[xxi]. Sin embargo, su comentario al hecho de que en aquella ocasión Azkoitia había recurrido a la organería azpeitiana de don Manuel de Amezua[xxii] —el famoso Amezua— nos conduce a cuestionarnos la siguiente pregunta: ¿colaboraron los hermanos Manuel Félix y Juan Eustasio en la construcción del órgano de Azkoitia, o en la reparación de algún otro órgano de la provincia? En 1845 Juan Amezua llevaba unos años residiendo en Azpeitia con su familia, pero curiosamente su hijo Juan Prudencio fue a nacer en Azkoitia en 1841, mientras que Manuel Félix era vecino de la cercana Tolosa. De una manera u otra, lo cierto es que en 1847 Manuel Amezua tenía su taller en Pamplona, donde construiría un órgano nuevo para la iglesia de San Martín de Lesaka. La obra de Manuel Amezua queda perpetuada a través de su experiencia adquirida en un período en el que el órgano clásico español entraba en una fase de estancamiento y de decadencia. El órgano que se conserva en la iglesia de San Jorge de Tudela, construido en 1871, es quizás uno de sus últimos trabajos.
(continuará...)


J. Sergio del Campo Olaso
Todos los derechos reservados. © Copyright 2012

[i] Agradezco al organista y estudioso catalán Josep Maria Escalona i Canyet, buen conocedor de la dinastía Amezua, sus orientaciones sobre este personaje.
[ii] PUIGNAU, Rafael. «Órganos y Organeros españoles». En: Tesoro Sacro Musical. Año XLIV - nº 6, noviembre-diciembre, Madrid 1962; p. 126.
[iii] NOEMIS [Simeón Muguerza]. Órganos Eléctricos de la Exposición Universal de Barcelona, Barcelona: Imprenta de Pedro Ortega, 1890; p. 21.
[iv] Gazeta de Madrid. Madrid. nº 17, del martes 1º de marzo de 1791; pp. 147-148.
[v] Para el seguimiento de los órganos de Bizkaia y de Navarra que mencionados, véase: ARANA MARTIJA, José Antonio. «La Música del Barroco al Romanticismo». En: «Bizkaia 1789-1814». Diputación Foral del Bizkaia / Bizkaiko Foru Aldundia, Bilbao 1989; pp. 216-241. SAGASETA, Aurelio, TABERNA, Luis. Órganos de Navarra. Departamento de Educación y Cultura, Institución Príncipe de Viana, Gobierno de Navarra. Pamplona 1985.
[vi] Aunque en algunas fuentes se afirma que Diego Amezua construyó un órgano nuevo para la iglesia de la Purísima Concepción de Elorrio, en realidad se trata de una reparación o reforma del órgano construido hacia 1722 por el organero navarro Matías Rueda Mañeru.
[vii] Se trata de la reparación del realejo, no del órgano grande. GEMBERRO USTÁRROZ, María. La música en la catedral de Pamplona durante el siglo XVIII. Gobierno de Navarra, Departamento de Educación y Cultura. Pamplona 1995, p. 55.
[viii] RODRÍGUEZ SUSO, Mª Carmen. «Notas sobre la organería en Vizcaya durante el s. XVIII». En: Recerca Musicológica, nº 3. Servei de Publicacions de la Universitat Autònoma de Barcelona. Barcelona 1983, pp. 170-172.
[ix] RODRÍGUEZ SUSO, Mª Carmen. «La capilla musical de Santiago de Bilbao: una institución peculiar». En: La catedral de Santiago de Bilbao. Bilbao, Obispado de Bilbao 2000; pp. 187-188.
[x] ZUDAIRE HUARTE, Eulogio. «Últimas peripecias de los premostratenses de Urdax. Los premostratenses de Urdax guardianes del santuario de Loyola (1798-1806)». En: Publicaciones de Real Sociedad Vascongada de Amigos del País, XLV 1-2. San Sebastián 1989, p. 203. En Catálogo Monumental de Navarra se dice que en 1793 con motivo de la Guerra de la Convención, según la crónica del monasterio, «el furor de los franceses abrasó y redujo a cenizas así el monasterio como el pueblo». Las tropas francesas ocasionaron pérdidas irreparables al convento, como el órgano de la iglesia, instalado  por el organero Amezua, dando a entender que el órgano desaparecido también fue construido por el mismo. GARCÍA GAINZA, Mª Concepción et al. Catálogo Monumental de Navarra, Vol. V. Gobierno de Navarra, Arzobispado de Pamplona y Universidad de Navarra. Pamplona 1996; p. 676.
[xi] En 1814, según documento de fray Bartolomé de Santa Teresa, se vendió a la parroquia de Mundaka por 17.500 reales. Allí permaneció hasta el año 1912 en que se vendió a la parroquia de San Vicente de Ugarte de Muxika, donde se encuentra en lastimoso estado. ARANA MARTIJA, José Antonio. Op. Cit.; p. 235. La autoría de este órgano es contradictoria, pues Mª Carmen Rodríguez Suso, según notas tomadas del archivo personal de José Antonio Arana Martija, lo atribuye al organero José Antonio Albisua. RODRÍGUEZ SUSO, Mª Carmen. «Notas sobre la organería ...»; pp. 148.
[xii] En 1767 se trasladó a esta parroquia el órgano de los Jesuitas, pero su estado era tan deficiente que a principios del siglo XIX se acordó montar uno nuevo con sus restos y los de los órganos de Santiago y San Antonio de Bilbao, que se conservaban arrinconados. A ello se comprometió Diego de Amezua en 1802. El resultado no fue el deseado, y en 1809, siendo gobernador Pierre Thouvenot, se trajo a San Nicolás el órgano de los frailes mercedarios de Burceña, cuyo convento fue clausurado por el francés. ARANA MARTIJA, José Antonio. Op. Cit.; p. 232.
[xiii] IGLESIA UGARTE, José Santos de la. Catálogo Histórico Documental de los Órganos de Álava. Diputación Foral de Álava / Arabako Foru Aldundia. Vitoria-Gasteiz 1997, p. 24.
[xiv] AZKUE, José Manuel, ELIZONDO, Esteban, ZAPIRAIN, José María. Gipuzkoako Organoak / Órganos de Gipuzkoa. Donostia-San Sebastián, Fundación Kutxa Fundazioa, 1998. pp. 213 y 488.
[xv] ZUDAIRE HUARTE, Claudio. «Organerías IX. Provisión de Organista en Urnieta (s. XVIII-XIX)». En: Musiker 14. Eusko Ikaskuntza, Donostia-San Sebastián 2005; pp. 254-255. Dicha propuesta fue desestimada en favor de la presentada por Manuel Ugarte. En 1829 un tal Manuel Amezua opositaba a la plaza de organista de la iglesia de Santa María de Tafalla, pero no podemos confirmar que se trataba del mismo personaje. SAGASETA, Aurelio, TABERNA, Luis. Op. Cit.; p. 374.
[xvi] CLASTRIER, Françoise, PARADA, Michel. Les Orgues de Saint-Jean-de-Luz, des anées 1630 à nos jours... Atlantica, Biarritz 2005; pp. 130.
[xvii] Para más información sobre la obra de Manuel Amezua en el órgano de San Juan de Luz y Ciboure véase CLASTRIER, Françoise, PARADA, Michel. Op. Cit.; pp. 114-167.
[xviii] Ibídem; pp. 143.
[xix] INARAJA RUÍZ, Ángel. El Órgano Cavaillé-Coll de la Basílica de Santa María del Coro. Caja de Ahorros Municipal de San Sebastián, San Sebastián 1973; p. 12.
[xx] URIA y URIA, Trino. Apuntes para una cronología de organeros. Publicaciones de Real Sociedad Vascongada de Amigos del País. San Sebastián 1955, p. 17.
[xxi] Ibídem.
[xxii] En el citado artículo, Trino Uria habla de «don Miguel Amezua». Pensamos que debe tratarse de un error de transcripción, y realmente sea Manuel Amezua, puesto que no hemos encontrado ningún miembro de la familia con el nombre de Miguel.

6 comentarios:

  1. Tema interesante que merece seguirse por la rigurosidad y coherencia con que se trata. A ver si vamos desvelando la valía de la organería que tenemos aquí, a la vuelta de la esquina, a la que tanto hemos despreciado por eso mismo y por algo que es el origen de tantos males de todo tipo: LA IGNORANCIA.
    Enhorabuena al autor del blog

    ResponderEliminar
  2. Enhorabuena y gracias al autor por este interesante trabajo que sin duda va a contribuir a despejar dudas y corregir errores sobre esta prolífica familia de organeros. Esperamos ansiosos sus aportaciones sobre Aquilino.
    Berta

    ResponderEliminar
  3. Enhorabuena. Aquilino me resulta un personaje más bien antipático (sus mentiras, su fanfarronería, sus constantes apelaciones al patriotismo más básico...) pero nadie puede dudar de su enorme relevancia en la historia de la organería en España. Aportaciones como esta contribuyen a revisar muchos lugares comunes y a ir perfilando con mayor precisión histórica la hechos y dichos del "marrullero" Aquilino. (N. Otaño dixit).
    Oscar

    ResponderEliminar
  4. Enhorabuena al autor del artículo; sin lugar a dudas, se trata de una investigación llevada a cabo con la sutileza y el cariño que este gremio se merece.¡Ánimo!

    ResponderEliminar
  5. Enhorabuena por tu excelente contribución en aclarar los 360º en torno a los Amezua.Ya era hora de que alguién
    arrojara luz a los claros oscuros de los Amezua.Eternamente agradecido!Por lo que a mi respecta me has aclarado bastantes dudas que tenía en torno a Amezua.Sobre todo porque tus aclaraciones no son fundadas, sino que están bien argumentadas.Zorionak y a la espera de tu próxima entrega.

    ResponderEliminar
  6. Es una suerte poder contar con textos como el que nos ocupa. Que toda esta información se ponga a nuestro alcance es algo que tiene un valor inestimable. Gracias Sergio por compartir en "abierto" tu trabajo.

    ResponderEliminar