Independientemente
del momento en el que Amezua sintiera su interés por la aplicación de la
electricidad en el órgano, es evidente que su vinculación con Welte habría que
fecharla, como muy pronto, a partir de 1884, y no antes. Esto mismo, unido a
que el órgano del la capilla del convento de Larrea fue instalado por
Cavaillé-Coll en 1884, es más que suficiente para confirmar que dicho viaje
tuvo lugar a partir de aquel año, lo cual, corrobora asimismo nuestra hipótesis
de que la vinculación de Amezua con M.
Welte & Söhne tuviera lugar por aquellos mismos años, y fuera
exclusivamente amistosa o mercantil. Sin duda alguna, este fue uno de los
viajes más fructíferos del organero vasco por Europa, realizado durante los años
previos a la Exposición Universal de Barcelona de 1888. Todo esto ocurrió
precisamente cuando se estaba gestando la Exposición Universal de Barcelona,
gracias a la iniciativa del empresario gallego, y ex-militar carlista[i],
Eugenio Serrano de Casanova, a cuya idea se adhirió Amezua con gran entusiasmo
desde un primer momento, proponiéndose a «coadyuvar en su esfera al mejor éxito
del futuro certamen»[ii].
Serrano
de Casanova, buen
conocedor de algunas de las exposiciones europeas a través de sus viajes por
Europa, presentó una instancia en la que exponía al Ayuntamiento de Barcelona
el proyecto de la Exposición Universal, tras lo cual, después de ser estimada y
bien recibida por el Consistorio, se firmó un convenio en junio del 1885. En
dicho convenio, el Ayuntamiento se comprometió a ceder para el evento, los
terrenos que estaban ocupados antiguamente por la ciudadela borbónica, y la
fecha que se fijó para de celebración de la Exposición fue entre septiembre de
1887 y abril de 1888[iii].
Inicialmente el
proyecto de la Exposición fue concebido como una iniciativa privada. Sin
embargo, según iba transcurriendo el tiempo, y en vista de los muchos
inconvenientes que fueron surgiendo, en abril de 1887, el alcalde de Barcelona,
Francisco de Paula Rius y Taulet, decidió asumir la dirección del ambicioso
proyecto para asegurar su continuidad. Todo lo que había comenzado como una
empresa privada, terminó por convertirse en un proyecto exclusivamente catalán,
dado que el Gobierno Español desestimó prestar su apoyo por no confiar en sus
resultados.
Con el alcalde Rius y
Taulet a la cabeza, el certamen de la Exposición fue pospuesto para abril de
1888, lo cual seguía pareciendo toda una utopía. El compromiso era grande y el
tiempo muy breve. El arquitecto José Fontseré Mestres fue sustituido por Elias
Rogent Amat como nuevo director de obras. Rogent, alteró casi todo el proyecto
original, y, entre otros muchos inconvenientes, tuvo que afrontar la reforma o
desmantelamiento de todo lo ya existente hasta entonces. Del proyecto primitivo
de Serrano Casanova solamente se conservaron tres edificios, los cuales fueron
asimismo reformados notablemente: el pabellón de la Colonias Españolas, el
Palacio de las Industrias y el Comercio, y el pabellón destinado primeramente a
las Bellas Artes, que fue reconvertido en un anexo del Palacio de las
Industrias. Este último fue proyectado por el arquitecto Jaime Gustá Bondía,
autor de la reforma llevada a cabo en 1886 en el Umbráculo ya existente para
reconvertirlo en Palacio de Bellas Artes y Ciencias, diseñado originalmente por José
Fontserè en 1883, y acabado
definitivamente por José Amargós en 1888, quien volvería a adaptarlo para el
fin que fue concebido originalmente por Fontseré. Fue precisamente en este
pabellón donde Amezua «pidió sitio en la futura Exposición para instalar el
órgano»:
«El ilustrado, modesto
y laborioso arquitecto don Jaime Gustá y Bondía, dirigía por aquella fecha casi
todos los trabajos de la Exposición, y entre ellos los que habían de hacerse en
el futuro Umbráculo para poder hacer de él un salón de fiestas. El plano del
órgano fue hecho por el mismo para que estuviera en consonancia con el resto de
la obra, y con arreglo al mismo comenzó sus trabajos el Sr. Amezua. Allá le
vimos más de una vez, rodeado de sus operarios, entre innumerables tubos de
madera y de metal. Allá comenzó a aglomerar los inmensos materiales que
organizados, habían de imitar coros angélicos o simular tremenda tempestad;
allí le contemplamos también haciendo frente a las primeras dificultades».[iv]
Efectivamente, según se desprende del diario madrileño La Época, hacia mediados del mes de marzo de 1887 se estaba «completando el atrio y cubriendo ya la testera» del pabellón de fiestas del Umbráculo, «donde iría colocado el gran órgano eléctrico», instrumento que se esperaba fuera una de las obras «más notables del certamen y muy superior en grandiosidad y efectos a cuanto hasta el día se ha[bía] visto en España y aún en el extranjero»[v]. Al cabo de varias semanas, el periódico El Siglo Futuro reproducía un texto publicado previamente en el diario La Publicidad de Barcelona, en el que se mencionaba lo adelantados que iban los «trabajos para la construcción de la cubierta del salón de fiestas y conciertos de la Exposición», en cuyo testero estaba «colocando el Sr. Amezua un órgano colosal eléctrico de la Empresa de Conciertos de Música Clásica y Nacional que, por contrato con la Junta Directiva, podría disponer del salón durante tres días a la semana». Asimismo se anunciaba que varios de los más reputados organistas españoles estaban preparando «algunas composiciones para la inauguración de esa obra maestra, cuya decoración proyectó el arquitecto D. Jaime Gustá, según el plano expuesto en las oficinas da la Exposición». En cuanto a las características generales del instrumento:
«El cuerpo principal del órgano tendrá 10 metros de ancho por igual
altura, y se enlazará por medio de alambres eléctricos con otros dos órganos
colocados en lo alto de ambas testeras del salón, distante unos 30 metros.
Desde el teclado, que se sitúa en el centro de la orquesta, logrará el
organista por medio de la comunicación eléctrica y aparatos pneumáticos, que
suenen todos los tres órganos á la vez a pesar de la distancia de los órganos
al teclado. Éste constará cinco teclados y 17 pedales eléctricos de
combinación...»[vi]
Es
decir, que entre marzo y abril de 1887 Amezua había iniciado el montaje del
órgano en el gran salón de fiestas que se había habilitado en el Umbráculo bajo
el diseño de Jaime Gustá, lo cual, todavía a un año vista del evento, parecía
que existía tiempo más que suficiente como para tener terminado el instrumento en
el plazo estipulado. Esta situación no varió, por lo menos hasta junio del
mismo año, tal y como informaba la revista La
Ilustración Nacional en su edición del 30 de mayo de 1887, justo al mes
siguiente de haberse anunciado el cambio de planes y la reorganización para la
consecución de la Exposición Universal. Todavía entonces, Amezua y su plantilla
continuaban trabajando «activamente en el Gran Salón de Fiestas» del Umbráculo,
«en cuya testera
principal, convertida en taller, el Sr. Amezcua (sic) ha empezado el montaje
del colosal órgano eléctrico que le encargó la Empresa de conciertos de música
clásica y nacional. El cuerpo principal de este órgano enlazará por medio de
35.000 metros de alambre eléctrico con otros dos órganos colocados en la parte
alta de ambas testeras del Salón, distantes 30 metros, y con el teclado que se
situará en el centro de la orquesta, desde el cual podrá el organista, mediante
la comunicación eléctrica y aparatos pneumáticos, hacer que suenen a la vez los
tres órganos con una dulzura o energía y precisión hasta hoy no obtenidas, sin
que obste la gran distancia de los órganos al teclado. Este comprenderá cinco
teclados y 17 pedales eléctricos de combinación que permitirán suenen todos los
teclados a la vez o separadamente sin necesidad de abrir ningún registro; ya
que el organista hará con un sólo pedal desde lo más pianísimo a los crescendos,
sonando desde el registro más fuerte al más suave, hasta 50 a la vez,
equivalentes a cien registros si combina las octavas agudas y graves que darán
un nunca oído conjunto de sonoridad, o los suavísimos flautados que
caracterizan al rey de los instrumentos, o la tonalidad peculiar a los de
cuerda y a las voces humanas... La Empresa de conciertos de música clásica y
nacional se propone instalar en el Gran Salón de Fiestas de la Exposición un
órgano eléctrico, único en el mundo, a juzgar por la actividad y esplendidez
con que trabaja el Sr. Amézcua (sic)».[vii]
Pero con el nuevo
cambio de planes anunciado por la directiva de la Exposición, el proyecto «entró
por este tiempo en una nueva fase» en la que Aquilino Amezua tuvo que asumir
toda una serie de adversidades, y demostrar su gran coraje y tesón. Enseguida
se vio que los edificios destinados a Bellas Artes y Ciencias del plan de
Serrano de Casanova eran «insuficientes y mezquinos», por lo que la
Organización decidió sustituirlos por «otros mayores y más suntuosos»,
designados como permanentes, que pudieran responder a las futuras necesidades
de la ciudad, una vez concluido el certamen de la Exposición. Entre las
decisiones más urgentes que se adoptaron, se consideró mantener el Umbráculo
para el cometido con el que fue ideado primeramente por José Fontserè,
descartándose su utilización como salón de fiestas, y construir un nuevo
Palacio de Bellas Artes que incluyera un recinto adecuado para el fin que se
perseguía, lo cual obligó a detener súbitamente el montaje del órgano. Todo lo
realizado hasta entonces en la testera del Umbráculo había sido en vano, con el
agravante de que se ignoraba «cuándo, y dónde, podría continuarse»[viii].
Sería «al cabo de mucho tiempo» cuando se indicó a Amezua, «que el órgano
eléctrico se instalaría en el testero del futuro salón». Esto obligó a
modificar «los planos antiguos por otros nuevos», que estuvieran «en
consonancia con las líneas arquitectónicas del nuevo edificio»[ix].
Según avanzaba el mes de julio de 1887, se reanudaron los trabajos en la
Exposición Universal, «desde tanto tiempo interrumpidos», lo cual haría «renacer
la animación y la confianza en el éxito del certamen»[x]. Las obras habían
comenzado en los terrenos donde se levantaría el Palacio de Industria, y ya
estaba todo dispuesto para hacer lo propio con el Palacio de Bellas Artes:
«El Palacio de Bellas
Artes ocupará unos 5.000 metros superficiales, y contendrá un salón de 63 por
31 metros, destinado a actos públicos, certámenes y conciertos. Alrededor de
este salón se desarrolla en planta baja y principal una serie de galerías, para
exposición de escultura y arquitectura, las inferiores, y para la Pintura las superiores.
En el salón irán colocados los tres cuerpos del gran órgano eléctrico y una
espaciosa gradería capaz para 500 músicos».
Las obras del nuevo
edificio se iniciaron casi seguidamente que las del Palacio de Industria, y
para mediados de agosto el avance de las mismas había sido espectacular. No
obstante, el montaje del órgano seguía a la espera:
«A los dos lados del Salón de San Juan se levantan
ya, además de los pabellones al aire libre, dos grandiosos edificios. Uno de
ellos es el palacio de Bellas Artes, trabajo del arquitecto señor Font, que
medirá 100 metros de largo por 60 de ancho. El salón central para conciertos
tendrá 60 metros de largo por 30 de ancho. En este salón se colocará el órgano
eléctrico que construye el señor Amezua».[xi]
![]() |
Diseño de la fachada principal del órgano del Palacio de Bellas Artes de Barcelona. (Grabado de F. Riusset, 1888). |
Proyectado y dirigido por el arquitecto Augusto Font y Carreras, el Palacio de Bellas Artes constaba de espacios diseñados bajo las típicas líneas de una planta basilical de tres naves: una central, con una capacidad para albergar alrededor de 3.500 personas; y otras dos laterales, de dimensiones mucho más reducidas, coronadas por las cúpulas. El Gran Salón, conocido también como Salón de Fiestas, se ubicaba en la nave central ocupando un espacio único, mientras que las salas laterales estaban divididas en dos pisos que se unían por dos escaleras laterales desde la sala central[xii]. La utilización del Gran Salón fue orientada a la celebración de actos públicos de lo más diversos. El mismo estaba rodeado por ambas salas y en la galería del primer piso se instalaron los cuerpos principales del monumental órgano eléctrico ideado por Amezua.
Tal y como explica
Muguerza, las obras del nuevo Palacio de Bellas Artes se iniciaron rápidamente,
una vez tomada la decisión, y las mismas avanzaron a un ritmo vertiginoso, de
modo que «el edificio surgió como por encanto». No obstante, durante todo este
transcurso, tanto Amezua como el resto de su plantilla se encontraban «mano
sobre mano sin poder adelantar un paso en su obra, y los materiales continuaban
pacientemente en el Umbráculo esperando la terminación de su nueva casa para
que los llevaran a ocuparla»[xiii].
Por este motivo, es de suponer que en los talleres de Paseo de Gracia fueran
adelantándose otros trabajos, y así que el órgano eléctrico destinado a la
capilla de la Virgen de los Desamparados de Valencia fuera terminado con
anterioridad al de la Exposición de Barcelona, a pesar de que este último
comenzó a planificarse en 1886. Una vez que las cuatro alas del edificio y las
galerías interiores que lo circundaban habían alcanzado la altura máxima, se
comunicó al organero azpeitiarra que ya podía comenzar a montar órgano. Tal y
como se desprende el diario La Iberia,
los trabajos para su instalación debieron comenzar, como mínimo, entre los
meses de diciembre de 1887 y enero de 1888, poco más de cinco meses antes de la
inauguración del certamen, lo cual era una tarea harto comprometida, por no
decir imposible. Dicho diario transcribía una nota divulgada por el periódico La Exposición, editado por el organismo oficial del certamen, en la que se
informaba que
«las obras del
Palacio do Bellas Artes están muy adelantadas en la parte de albañilería, de
suerte que ya puede formarse idea de la grandiosidad, no sólo del salón de
conciertos, sino de las salas laterales, de las dos suntuosas escaleras y de
las demás dependencias del edificio. Hay ya en la testera del salón principal,
debajo del sitio donde el Sr. Amezua está montando el grande órgano, una
muestra de la pintura y dorado con que se decorará la galería, para que puedan
formar concepto los que tomen parte en la subasta...»[xiv]
Pero si la situación de Amezua era realmente
complicada, no queremos imaginar cual hubiera sido la de su colega y eterno
rival, Aristide Cavaillé-Coll, de haberse aceptado su propuesta de instalar un
órgano en un edificio que, aparentemente, todavía en febrero de 1888 estaba sin
construir. La prestigiosa firma organera parisina había «ofrecido instalar un magnífico órgano en el edificio
de estilo ojival» que se esperaba levantar «en los jardines de la Exposición
Universal». No cabe duda de que su instalación habría tenido que realizarse a
un ritmo vertiginoso, ya que el instrumento que Cavaillé-Coll preveía colocar
sería «parecido al que construyó en el Trocadero de París cuando la Exposición
de 1878»[xv].
Efectivamente se trataba de un proyecto para la construcción de un órgano que
el fabricante francés propuso instalarlo en «el edificio iglesia destinado a la
exhibición de objetos del culto católico», pero, para fortuna de Amezua y
desgracia de los barceloneses, dicha propuesta fue denegada por la empresa responsable
Charlot & Cie. de París[xvi].
Dicha
empresa fue la encargada de la construcción del «precioso templo de
estilo gótico-florido» que tanto habría «de llamar la atención en la Exposición
de Barcelona», así como de la gestión
de sus futuros expositores[xvii].
El proyecto del citado edificio fue expuesto ante la Junta Directiva de la
Exposición Universal de Barcelona a comienzos de noviembre de 1887, para lo
cual se encontraba en la ciudad el arquitecto Emile Juif, «representante de la
casa francesa Charlot y Cía.», con objeto de que fuera estudiado por la Junta
Directiva de la Exposición, y que, «en caso de poder concederse la necesaria
autorización», se diera «cuanto antes comienzo a las obras»[xviii].
Dicha iglesia, diseñada por el mismo Emil Juif, se preveía que tuviera unas
dimensiones de «40 metros de largo por 20 de ancho», alojando en su interior «ocho
altares, además del mayor»[xix].
La empresa Charlot & Cie. sería
la responsable de sufragar «todos los gastos» ocasionados por «la construcción de dicho edificio»[xx]. Una
vez concedida la autorización por la Junta Directiva de la Exposición «para levantar en los
terrenos de la Exposición» la citada «iglesia tipo», la empresa Charlot & Cie. publicó «una vista fotográfica de dicho edificio» con la
idea de mostrarlo como un «modelo en su género», y que el templo uniera además
de «su belleza artística, la majestad que revisten los abiertos al culto».
Aunque primeramente se preveía que el templo tuviera las dimensiones ya
mencionadas, teniendo en cuenta «los considerables pedidos de admisión» recibidos
hasta entonces, la compañía francesa no descartaba que fuera «preciso darle aún
mayores dimensiones», esperando que en el tiempo más breve dieran comienzo a las obras para emplazar el edificio
frente al Umbráculo[xxi].
Durante la primera quincena de enero de 1888 se
estaban «terminando ya los preparativos necesarios para comenzar en los
terrenos de la Exposición las obras del edificio»[xxii],
aunque la construcción del mismo no se iniciaría hasta el 17 de febrero[xxiii].
Esta iglesia, ubicada precisamente «entre el pabellón de
productos coloniales y el Umbráculo del Parque», y que ocuparía finalmente una
extensión aproximada «de 1000 píes cuadrados»[xxiv],
vino a sustituir al pabellón original previsto en el plan de Serrano Casanova,
que iba a ser conocido con el nombre de Pabellón
de León XIII, «proyectado por el arquitecto Sr. Domenech», y destinado
igualmente «a contener los ornamentos del culto católico». No
obstante, la nueva Junta Directiva de la Exposición decidió conceder el nuevo
proyecto a «la casa Charlot de París», en cuya «iglesia modelo», instalaría «los
productos especiales de su fabricación». En abril de 1888 las expectativas eran
muy favorables, a pesar de que los medios de comunicación más difundidos no
podían adelantar noticia alguna sobre dicha iglesia, puesto que se estaba «procediendo
a su montaje»[xxv].
El gran proyecto de Aristide Cavaillé-Coll de instalar un monumental órgano
similar al del Trocadero de París en esta iglesia diseñada por Emile Juif fue
desestimado, y en su lugar se colocó un pequeño órgano construido por Jean
Puget, reubicado en 1889 en la iglesia de la Asunción y Concepción de Nuestra
Señora de Barcelona[xxvi].
Sin embargo, no podemos evitar preguntarnos cuál de los dos órganos hubiera
comprado el Ayuntamiento de Barcelona una vez concluida la Exposición
Universal, en el caso de haberse aceptado el proyecto de Cavaillé-Coll.
Pero volviendo al órgano eléctrico de Amezua, según se deduce del diario El Alicantino, todavía en el mes de marzo parecía darse a entender que su instalación no se había iniciado aún, a pesar de haberse construido las diferentes partes del instrumento. La breve noticia que se divulgaba en dicho diario iba impregnada de un tinte, mezcla de pionero y utópico, que recordaba aquellas apasionadas ideas lanzadas durante los primeros años de la década de 1860 por Jean Baptiste Schalkenbach y Henry John Gauntlett, a través de las cuales se trataba de demostrar que por medio de la electricidad era posible el manejo de los órganos desde consolas colocadas a distancias extraordinariamente largas:
«Según El
Barcelonés, en el salón de fiestas del Palacio de Bellas Artes se colocará
un magnífico órgano eléctrico, construido por D. Aquilino Amezua. Constará de
tres cuerpos. Varios hilos eléctricos enlazados producirán en el teclado
movimientos que se comunicarán a varios aparatos. Dichos aparatos podrían tocar
a un mismo tiempo aunque estuvieran colocados en diversos puntos de España».[xxvii]
Pero para entonces el
montaje del órgano parecía estar ya muy adelantado[xxviii],
a pesar de que las condiciones en las que se tuvieron que desenvolver los
operarios de Amezua fueron realmente extremas. Prácticamente tuvieron que
trabajar a la intemperie, puesto que no existía un lugar adecuado para almacenar
los diversos componentes y materiales del órgano, la mayoría de ellos
extremadamente caros y frágiles; tampoco se disponía de un local que sirviera
como obrador, donde los operarios pudieran ajustar las múltiples piezas del
instrumento, etc. Conviviendo y asumiendo toda esta serie de inconvenientes y
otros más, continuaron los trabajos, con todo lo que se iba construyendo tapado
a cal y canto, puesto que se tardó mucho desde que se comenzó a instalar la
techumbre hasta terminar de cubrirla. A comienzos de marzo se estaba
procediendo a la colocación de los enyesados ornamentales. En los pisos bajos
se habían colocado los arrimaderos de madera y el artesonado de los techos,
aunque a falta de pintarlo. Mientras que otras dependencias todavía se estaban
pintando, el
órgano de Amezua, según informaba el diario La
Vanguardia, se hallaba «ya completamente instalado, quedando por terminar
sólo en su parte alta», por lo cual sería necesario «abrir la bóveda del primer
piso, por no permitir otra cosa la altura del mismo». La armadura de hierro que
cubría el gran salón central de fiestas se preveía que estuviera completamente
instalada en el plazo de una semana, «a cuyo objeto quedaron colocadas las
grúas necesarias». Las gradas de la escalera principal estaban también
terminadas, pero faltaba por «rellenar los descansos y colocar las barandas
para completarla»[xxix].
El tiempo iba
transcurriendo, y Amezua temía no poder acabar el órgano «en día oportuno». Por
fin se terminó de cerrar la techumbre, pero, para colmo, justo cuando se echaba
encima la fecha de la apertura de la Exposición, tampoco se pudo trabajar como
cabía esperar, puesto que los materiales del órgano se resintieron notablemente
a consecuencia de la excesiva humedad que se generó al pintarse el interior del
edificio. El Palacio de Bellas Artes quedó concluido, «pero subsistiendo aún la
humedad», los organeros «redoblaron su ahínco... y dieron por terminada su obra»[xxx].
Pero las apariencias no se ajustaban a la realidad de los hechos, ya que
todavía faltaban rematar muchos de los detalles. Así todo, las excelencias del
colosal instrumento fueron difundidas a lo largo y ancho de toda España, destacándose
que en el salón central del Palacio de Bellas Artes de Barcelona se había
construido «un órgano eléctrico, único por sus dimensiones en
España y rival de los mejores del extranjero...»[xxxi].
Fue precisamente en este Gran Salón central donde, el 20 de mayo de
1888, tuvo lugar la inauguración oficial de la Exposición Universal de
Barcelona en presencia de la Reina Regente y de su hijo Alfonso XIII. A pesar
de no estar terminado, también el órgano tendría su protagonismo durante la
ceremonia, según deducimos de «los
últimos preparativos en la Exposición»:
«A las tres de la tarde, hora en que se ha de
verificar la inauguración, estará ya todo concluido… Al entrar la Reina en el
Palacio de Industria, el órgano eléctrico, magnífico instrumento de colosales
proporciones, tocará la Marcha Real».[xxxii]
En realidad se trataba de un acto protocolario breve
y pasajero para el que no era necesario contar con todos los recursos del
órgano. A pesar de ello, el instrumento sí que sonó, causando una gran
impresión a los allí presentes:
«El salón presentaba
magnífico conjunto, así por sus grandiosas proporciones, como por su severa y
artística decoración. En el fondo, frente por frente a la puerta de ingreso,
estaba el trono; a todo lo ancho filas de sillas con pasos laterales y por el
centro. Algunas esculturas de aspecto monumental y destinadas a la Exposición,
adornaban el local. En lo alto destacaban a uno y otro extremo los grandes
órganos de Amezua[xxxiii]. Al penetrar SS. MM. En el salón de fiestas del
palacio de Bellas Artes, que ocupaban cerca de 4000 personas, fueron objeto de
la ovación más delirante que imaginarse puede, y el magnífico órgano eléctrico
ejecutó la Marcha Real, que resultó grandiosa con aquellos acordes imponentes y
bajo las bóvedas del Palacio donde la industria, las artes y las ciencias
tienen hoy esplendente trono».[xxxiv]
Salvado con éxito el primer obstáculo, todavía quedaban algo más de dos semanas con objeto de ir rematando el órgano y dejarlo a punto para el evento más señalado. Su estreno tendría lugar el 8 de junio de 1888, precisamente con motivo del primer concierto que se programó en el salón del Palacio de Bellas Artes. El concierto iba a ser interpretado por «una numerosa masa de orquesta, coros y banda, y con el concurso de los grandes órganos eléctricos colocados en el gran salón». Sin duda alguna, se esperaba que el gran festival organizado para la tarde de aquel día dejase los más «gratos recuerdos a los filarmónicos[xxxv]. A pesar de los contratiempos y todas las adversidades surgidas hasta entonces, «el órgano eléctrico ha[bía] dado excelentes resultados»[xxxvi]. No obstante, si no ya en el órgano, en el resto del edificio, el movimiento del personal era incesante, pues todavía los trabajos de instalación en los palacios de Industria, Bellas Artes y Ciencias se llevaban con gran rapidez para que, a la mayor brevedad, la Exposición ofreciese su verdadero aspecto[xxxvii].
Por lo
que respecta al gran órgano eléctrico, el diario madrileño La Época volvía a insistir, una vez más, en que estaba dando «gran
resultado en los conciertos» que acababan de comenzar[xxxviii].
El concierto de apertura fue de lo más variado, y se interpretaron obras tanto
clásicas como modernas: Marcha del Tanhäuser de Wagner, Allegretto de la séptima Sinfonía de
Beethoven, Suite de Guiraud, Marcha de Rakoczi, Marcha de Listz, Coro
Funerario de Hamlet, bailables del El
Demonio, Marcha Nupcial
(Sommernachstrum) de Mendelshonn, para órgano y orquesta... Sin embargo, el
momento estelar fue cuando se interpretaron las obras en las que el órgano
adquirió un especial protagonismo, particularmente en aquellas obras de «los más reputados organistas españoles» compuestas expresamente «para
la inauguración de esa obra maestra». Según la crítica publicada por La Vanguardia, reproducida parcialmente
también por Muguerza en el folleto de los Órganos
Eléctricos de la Exposición [xxxix],
habría que destacar la Cantata al Emperador de Rusia, del maestro Goula, quien dirigió los
conciertos», en la que «los coros flojearon un tanto, brillaron con la
orquesta, [y] quedaron afónicos al sonar la trompetería orgánica u organística».
Igualmente fue muy alabado el Impromptu
de Primitivo Pardás, que después de «tocar con delicadeza la composición propia»,
lo acreditaba, si todavía no lo estaba, «de rival digno de Ovejero y
Santesteban». Fue durante la interpretación de esta obra cuando Pardás desveló
los secretos de la famosa Voz Humana de Amezua, haciendo «creer» a la gente que
era un coro de monjas, ante el que todos volvieron la cabeza «para convencerse
de que tras la niquelada cañonería no asomaban monjiles atavíos». El primer
concierto había gustado mucho, y particularmente Pardás, que fue calificado
incluso mejor organista que Ovejero y Santesteban, «los mejores organistas» que
se conocían en España «antes de oír al señor Pardás». No obstante, el redactor
del artículo no podía ocultar sus buenos deseos de poder escuchar a sus dignos
rivales en Barcelona cuando se preguntaba: «¿Tan lejos están Madrid y San
Sebastián que fuera imposible lograr vinieran dichos señores a deleitarnos y a
dar todo el realce posible a los órganos eléctricos?»[xl].
Primitivo
Pardás había sido nombrado organista de la Exposición a comienzos del mes de
mayo[xli]. Organista
de Santa María de Barcelona, sabemos que se encontraba desde hacía algunos
meses componiendo una pieza sinfónica-religiosa «para ejecutarla en el
grandioso órgano» de Amezua, con la que pondría «en juego los dos órganos a la
vez, todos los teclados y registros de combinación, el pedalié y la
electricidad»[xlii].
Sin embargo, a pesar de la buena estima que se tenía hacia los organistas más
destacados de España, desde el mismo momento en que surgió la idea de construir
un órgano para la Exposición, el punto de mira era otro bien diferente. El
instrumento que se trataba de mostrar tenía que ser «una obra
maestra que fuera la primera en su género y sin rival en el mundo», y por ello,
también se esperaba que fuera tocado por aquellos organistas más destacados que
acaparaban la atención del panorama internacional en aquel momento:
«Hay fundadas esperanzas de que tocarán en ese órgano varias celebridades
extranjeras, entre ellas los organistas parisienses Sourilas, Saint-Saëns y
Guilmant; Henschel, del real Colegio de Música de Londres; Gigout, que tan
magistralmente ejecutaba sus composiciones en el órgano del Trocadero durante
la Exposición de 1878, y el eminente armonista Carlos Widor».[xliii]
El 10
de junio, tuvo lugar «la inauguración de las grandes audiciones de órgano por
el distinguido organista don Primitivo Pardás»[xliv].
Se trataba del primer recital de órgano, cuyo programa estuvo compuesto de las
siguientes obras: Marcha Triunfal de
Pardás, Un voe á la Vierge, de
Battmann, Scherzo de Pardás, Fuga dal Gatto de Scarlatti, Coro der Freischutz, de Weber, Marcha Fúnebre de Beethoven, y Sueños infantiles e Improntu del mismo Pardás[xlv].
Ciertamente, este recital «se esperaba por los aficionados con verdadero anhelo»,
puesto que era el que iba a permitir «formar juicio» sobre los dos puntos
esenciales que centraba la atención general: «las condiciones
artístico-musicales del salón y los efectos del gran órgano eléctrico
construido por don Aquilino Amezua»[xlvi].
Asistieron alrededor de 2500 oyentes. A pesar de las malas condiciones
acústicas de la sala, «llegó el momento de apreciar las condiciones y efectos
del gran órgano eléctrico y en verdad el éxito fue completo y prodigioso».
Según el cronista de La Dinasía, no
era suficiente con la interpretación una única pieza, ni siquiera una audición,
para juzgar y valorar «las condiciones del colosal instrumento»; no obstante,
bastaba para cerciorarse de que el órgano gozaba de multitud de recursos «para
obtener de él variados y gratísimos efectos».
«La potencia, la pompa y majestad grandiosa de
los acordes con los pedales y las trompas, la delicadeza de los flautados, la
perfecta imitación de las voces humanas y la claridad y buena entonación de la
lengüetería fueron puestas de relieve por el maestro don Primitivo Pardás, cuya
pericia en el conocimiento y manejo del órgano es notoria. Al terminar su
improvisación que fue oída con atención singularísima y con deleitación
verdadera, un aplauso general y prolongado demostró al señor Pardás el gusto
con que el público saboreó su trabajo y al señor Amezua el aprecio justísimo
que hacía de su magnífico instrumento. A pesar de la insistencia con que la
concurrencia saludaba al hábil organero don Aquilino Amezua y de encontrarse
éste en el local, excusose de salir a recibir los aplausos que se prodigaban y
que no cesaron hasta que el señor Pardás ejecutó otra pieza que fue también
ruidosamente aplaudida».[xlvii]
Pero
sí el público quedó muy satisfecho de la actuación de Primitivo Pardás, no
podemos decir lo mismo de las condiciones acústicas del local, que, a pesar de
ello, no perjudicaban ni hacían desmerecer «los excelentes efectos del órgano»,
perfectamente apreciables, al «menos con relación a las combinaciones que
ejecutó... el señor Pardás». La conclusión era que los problemas acústicos de
la sala incidían más negativamente en «la música orquestal» que en la orgánica,
por lo cual se esperaba que los siguientes recitales atraerían una «inmensa
concurrencia», dando por seguro que llamaría «poderosamente la atención los
números que se ejecuten en el magnífico órgano»[xlviii].
Tras el éxito del primer concierto de órgano, la Empresa de Conciertos rápidamente programó audiciones que tendrían
lugar todos los días, a las cinco de la tarde, a cargo del «eminente
organista don Primitivo Pardas[xlix].
Ante la gran curiosidad despertada por «los magníficos órganos eléctricos construidos por
don Aquilino Amezua», y con objeto de que los concurrentes a la Exposición
pudieran disfrutar de ellos a todas horas, a partir del 20 de junio se
comenzaron a ofrecer más audiciones diarias, «de 10 a 12 por la mañana y de 3 a
7 por la tarde»[l].
No obstante, además de
la preocupación por las deficiencias acústicas observadas nada más inaugurarse
el Gran Salón de Conciertos, corría el rumor de que habían surgido algunos
problemas en los órganos eléctricos. Así, en el transcurso del mes de julio, la Comisión Ejecutiva
de la Exposición solicitaba a los señores Augusto Font, Juan Goula y Melchor
Rodríguez de Alcántara para que realizasen algunas pruebas y estudiasen «el
modo de reformar los efectos acústicos de que» adolecía. La ocasión fue
aprovechada por Amezua para enseñar minuciosamente el interior de los órganos a
los comisionados, «demostrándoles que eran totalmente infundados los rumores
que habían circulado sobre desperfectos que ni ha habido ni puede haber»[li].
Acto seguido, Rodríguez de Alcántara, personaje asiduo a las presentaciones de
los nuevos instrumentos construidos por Amezua en los talleres de Paseo de
Gracia, interpretó varias piezas en los órganos del Gran Salón del Palacio de
Bellas Artes, «revelando la maestría de un notable profesor», y deleitando a
los concurrentes que allí se hallaban, quienes, en opinión del redactor del
diario La Dinastía, «seguramente
saldrían con deseos de que dicho profesor» ofreciera alguna de las audiciones.
En la misma crónica, se informaba además que el señor Amezua tenía la intención
de invitar «en breve a la prensa y a personas científicas» de Barcelona «para
enseñarles detalladamente los órganos eléctricos y demostrarles que son los más
perfeccionados y los únicos que hoy existen en el mundo»[lii].
Por lo que podemos
deducir de algunas fuentes, a medida que iba transcurriendo el verano, salvo la
primera quincena de julio, en la que pianista y organista Roberto Goberna fue
el protagonista en varios de los conciertos, el interés de la Empresa de
Conciertos por el órgano fue decreciendo paulatinamente. Tanto es así, que,
llegado el mes de septiembre, la actividad entorno al mismo era casi nula. En
este sentido, el diario La Vanguardia publicaba una breve noticia a modo de
queja, en la que se ponía de manifiesto que muchos de los visitantes de la
Exposición «se vieron condenados» a pasar las tardes admirando los cuadros del
palacio de Bellas Artes, «lamentando el silencio —que ya pasa[ba] de exagerado—
de los órganos eléctricos inventados por Amezua, con el triste fin de que nadie
les toque ni les oiga»[liii].
Esta situación de inactividad fue la que se dio, precisamente, a pocos días de
los conciertos organísticos más interesantes de todos los que se programaron, y
que fueron ofrecidos por dos de aquellas «celebridades extranjeras» tan
deseadas desde un primer momento: Eugène Gigout y Charles-Marie Widor. Para
colmo, el órgano sufrió un grave percance a consecuencia de las fuertes lluvias
pre-otoñales, tan frecuentes en Cataluña y Levante en esta época del año,
llegándose a mojar interiormente, cuestión ésta que hizo enfadar y malhumorar
al Amezua[liv]. No
era de extrañar la reacción del organero azpeitiarra,
pues desde el día 26 de septiembre se hallaba presente en Barcelona Eugène
Gigout, organista de San Agustín de París, con objeto de ofrecer un par de
conciertos en el Gran Salón de Bellas Artes[lv]
—el primero de ellos el día 27—[lvi],
y, como es de suponer, el órgano no podía fallar en una ocasión tan importante.
Al parecer, las cosas no fueron del todo mal, pues cierto comentarista
madrileño, después de haberse trasladado hasta Barcelona y haber disfrutado de
las audiciones del maestro francés, escribía una gacetilla con cierto tinte de
publicidad turístico-cultural en la que invitaba a todo aquel
«quien quiera
pasar una hora deliciosa, tome un billete del ferrocarril, venga a Barcelona,
vaya al Palacio de Bellas Artes de la Exposición, y ocupe un asiento en el magnífico salón de conciertos la tarde
que el organista M. Gigonel (sic) toque los órganos eléctricos construidos por
Amezua. Yo afirmo no haber oído nunca tan bella, suave y grata música como la
de estos órganos, que encierran un verdadero tesoro de armonía. La imitación de
la voz humana es perfecta, y sorprendente el efecto de la voz sola y del coro.
Esta es otra de las preciosidades de la Exposición, que por sí sola merece que
haga el viaje toda persona de buen gusto».[lvii]
Entre las obras que se incluyeron en los
programas ofrecidos por Gigout habría que destacar las siguientes obras: Sonata en fa de Mendelsshon, Aria de la
Pentecostés de Bach, transcrito por Gigout, Ofertorio sobre la Navidad de León Boëllmann, pieza en sí menor de Schumann, la Fanfara de Lemmens, fuga en sol de Bach, coro
de Judas Macabeo de Haendel, marcha
de los Reyes Magos de Dubois, tocatta en fa «con solos de pedales» de Bach,
Marcha rústica y Marcha Fúnebre de
Gigout, además de «dos brillantes improvisaciones», uno de cuyos temas fue dado
por el señor Cuspinera[lviii].
Casi seguidamente a los conciertos de Eugène
Gigout, el 11 de octubre le tocaría el turno a su paisano, «el célebre
compositor, maestro director y organista Charles-Marie Widor, quien hacía su
debut con un gran concierto en el que tomarían parte el «notable concertista de
piano» Mr. J. Philipp, «el aplaudido» maestro D. S. M. Vehils y una numerosa
orquesta[lix]. En
dicho concierto se interpretaron «exclusivamente composiciones de M. Widor»,
dirigidas por él mismo[lx].
Según se explicaba en la revista La
Ilustración, los barceloneses habían tenido la ocasión de
apreciar las relevantes cualidades de estos dos «nuevos artistas», los señores
Widor y Philipp. El primero de los ellos «se dio a conocer en el salón de
Conciertos del Palacio de Bellas Artes, como organista y compositor
notabilísimo»; el segundo, que también «lució sus dotes en el mismo local, hizo
gala de sus relevantes dotes como pianista»[lxi].
Por aquellos
mismos días, Gigout se despedía de la Ciudad Condal[lxii].
A pesar de nuestras pesquisas, de aquel grupo de organistas extranjeros con los
que quería contar la Empresa de Conciertos de Música Clásica y Nacional para la
celebración de recitales organísticos durante la Exposición Universal de
Barcelona, sólo hemos podido constatar la presencia de estos dos. Ambos volverían
posteriormente, principalmente Gigout, quien gozó de gran estima por el
auditorio barcelonés.
Otro organista francés que tuvo la oportunidad de
tocar en el recinto ferial de la Exposición y conocer el órgano eléctrico de
Amezua, unos días después de haberlo hecho Charles-Marie Widor, fue Louis
Courtade, quien había «llegado procedente de Toulouse... organista suplente del
magnífico órgano de aquella metropolitana», quien, aprovechando su estancia en
Barcelona para tocar «algunos conciertos de música religiosa», se empleó
asimismo en tocar durante algunas tardes en el órgano que se exhibía «en la
iglesia modelo de la Exposición Universal»[lxiii].
Obviamente no se trataba del órgano planeado y sugerido por Aristide
Cavaillé-Coll ni del monumental órgano construido por Aquilino Amezua, sino del
construido por Jean Puget para la ocasión, y que una vez concluido el certamen
fue instalado definitivamente en la iglesia de la Asunción y Concepción de
Nuestra Señora de Barcelona. Dicho instrumento a pesar de ser «de escasas
dimensiones», estaba construido «conforme a los últimos adelantos» y fue
inaugurado el 13 de agosto de 1889 por algunos de los organistas más
distinguidos de la Ciudad Condal como Roberto Goberna, Rodríguez Alcántara o
Cuspinera. Como podemos deducir del diario La
Dinastía, Jean Puget había exhibido previamente dicho instrumento en la
Exposición Universal de Barcelona de 1888, y fue premiado con la medalla de oro[lxiv].
Durante aquellos mismos días, el 27 de septiembre de 1888, en gratitud
al extraordinario esfuerzo realizado en su descomunal intento de superación,
Aquilino Amezua fue propuesto por el Jurado de la Exposición Universal para la
concesión de un premio especial, superior todavía a la “Medalla de 1a clase
Corona de Oro”, máximo galardón otorgado en el certamen. Sin embargo, dicho
jurado, ante la imposibilidad de otorgar un premio mayor al establecido, tuvo
que conformarse con la adjudicación de dicha medalla, a pesar de su calurosa
recomendación sugerida por los miembros del mismo, formado, entre otros, por
Armet Ricart, Alphonse Blondel, Juan Obrador, Francisco Mateu y Javoslaw
Cervenn. Unos días después la noticia ya había traspasado nues- tras fronteras.
Poco antes de la llegada de Charles-Marie Widor, la revista Le Ménestrel de
París anunciaba que una de las mayores recompensas sería otorgada al señor
Amezua por su órgano eléctrico[lxv]. Tanto Simeón Muguerza
como el mismo Aquilino Amezua hacen mención a una «coincidencia singular» que
tuvo lugar durante los conciertos ofrecidos por Widor y Philipp. Se trata de la
visita sorpresa de Aristide Cavaillé-Coll, que acompañando a ambos artistas,
«se vio obligado a felicitar» a Amezua por su triunfo[lxvi].
La
Exposición Universal de Barcelona estaba llegando a su fase final, y el balance
de todo lo acontecido no podía ser mejor. Pasados unos días de los conciertos
de Widor y Philipp, se publicaba en el diario El Imparcial de Madrid un pequeño artículo sobre «El órgano
eléctrico», que tanta relevancia había adquirido a lo largo de todo el
certamen. En el mismo, volvían a surgir ideas llenas de pasión y utopía, al
estilo de aquellas de Schalkenbach en las que mostraba sus deseos de querer
hacer escuchar un órgano en San Petersburgo mientras era tocado desde París:
«En dos muros fronteros del hermosísimo salón del Palacio
de Bellas Artes destácanse dos gigantescos órganos. Sus trompetas de plomo
brillan dentro de las cajas de pino barnizado como cañones de fusil en el
armero de un arsenal. En el centro del estrado, 20 metros más debajo de los
órganos, se ve una mesita que muestra cuatro teclados de marfil. Siéntase ante
ella el organista, pulsa las ebúrneas tablitas, circula el torrente de
electricidad por los invisibles alambres y resuena la música estruendosa y
magnífica. La canción de un órgano la contesta otro. Dialogan en el idioma de
los querubines aquellos dos monstruos de plomo, enviándose mutuamente la frase
y la réplica, como dos coros de ángeles que desde dos confines del firmamento
entonan el himno del arte religioso. Un español, el Sr. Amezua, ha construido
estos órganos. Curiosa aplicación de la electricidad permiten transportar la
música a distancia. Rubinstein podría así transmitir la fuerte pulsación de sus
manos desde San Petesburgo a Washington. Un teclado en Rusia, un órgano en
América, un cable por medio. Ya está realizado el prodigio. Aquí Rubinstein
tocando la sinfonía Pastoril de Beethoven, allá un público entusiasta que podía
transmitir sus aplausos por el teléfono; y hasta cabía en la combinación
eléctrica un Barnum, que exagerase
los aplausos con un micrófono».[lxvii]
Efectivamente, se había «realizado el prodigio», pero una vez que terminara la Exposición de Barcelona, todo volvería a la normalidad. En la ceremonia de reparto de premios, como tantas otras veces, el órgano volvería a acompañar la presencia de «SS. AA. con la Marcha Real»[lxviii], y como algo anecdótico, quedaría en la memoria de todos que los órganos eléctricos de Aquilino Amezua fueron utilizados también como instrumento que alegraría las parodias intercambiadas los principales bandos políticos de la época. Entre las visitas más sonadas a la Exposición Universal, cabría citar la realizada por Emilio Castelar, político y escritor que fue presidente del Poder Ejecutivo durante la Primera República española, quien, invitado por Amezua, pasó al salón de fiestas, donde estuvo «buen rato sentado oyendo varias piezas ejecutadas en los órganos eléctricos»[lxix]. Pocos días después, en La Campana de Gracia se hacía referencia a dicha visita en un tono completamente humorístico, aludiendo a que cualquier día, hasta los órganos eléctricos de Amezua, irían a saludar al señor Castelar «al son de los himnos de la libertad»[lxx]. Al cabo de un par de meses, la redacción del diario conservador La Dinastía salía al paso de las críticas recibidas por el «pacífico y retirado» Suplemento, que quería «echar también su cuarto a espadas en el juego político», después de haberles definido como «órgano chico del canovismo (¡adiós órgano Amezua a tres reales al mes!)» y dedicarles como consolación «una porción de refranes», al no haber obtenido el poder su partido[lxxi].
Pero volviendo al aspecto musical, los conciertos
de Gigout en Barcelona despertaron rápidamente «el gusto de varios organistas» que
«a su imitación» fueron formando un escogido repertorio, con la esperanza de «que
los grandes órganos eléctricos de Amezua instalados en el salón del Palacio de
Bellas Artes» sirvieran para que «los artistas catalanes y del resto de España»
se dieran a conocer en lo sucesivo, por lo cual era de desear «y aún de suponer»
que el Ayuntamiento de Barcelona aprovechara «tan oportuna coyuntura para
fundar una escuela de órgano»[lxxii].
No hizo falta mucho tiempo para poner en marcha tan brillante idea, y hacia
mediados de diciembre de 1888 se divulgó la noticia de que los «órganos
eléctricos inventados» por Amezua serían «adquiridos por el Ayuntamiento de
Barcelona con el propósito de fundar un Conservatorio de estos instrumentos»[lxxiii].
Pasados unos días, en una de las últimas sesiones celebradas por la
Comisión ejecutiva de la Exposición Universal, se acordó «recomendar
eficazmente» al Ayuntamiento la adquisición de los órganos eléctricos «inventados
y construidos por don Aquilino Amezua» que se hallaban instalados en el gran
salón del Palacio de Bellas Artes. En el informe dirigido al Ayuntamiento, se
consignaba que dichos órganos eran los únicos de su clase que existían en
Europa, que eran de invención y construcción de un español, y que asimismo eran
españoles todos los operarios que habían intervenido en su construcción[lxxiv].
Además de esto, se ponía como referencia al Ayuntamiento de París, que adquirió
el monumental órgano instalado en 1878 por Cavaillé-Coll en el Palacio del Trocadero, y que, de
seguirse su ejemplo, se podrían organizar «grandes conciertos en el salón del
Palacio de Bellas Artes, y fundarse en Barcelona un instituto de órgano, como
el que existe en París, fundado por M. Gigout»[lxxv].
La iniciativa fue bien recibida por parte del
Ayuntamiento de Barcelona, que en enero de 1889, una vez concluida la
Exposición Universal, acordó «nombrar al maestro de capilla de la parroquia de
Santa Ana, don José Ribera, para que junto con el perito designado por Aquilino
Amezua, procediesen «a la valoración del gran órgano eléctrico que dicho señor
construyó» e instaló en el Palacio de Bellas Artes, con objeto de determinar la
conveniencia de que el Ayuntamiento adquiriera dicho órgano, como proponía «el
señor Amezua»[lxxvi].
Una vez que el organero vasco designó por su parte como perito a Antonio
Jeanbernat, el 5 de febrero de 1889, fue realizado un extenso informe en el que
se exponían todas las virtudes del órgano, cuya valoración fue estimada en la
cantidad de 185.000 pesetas. No obstante, al cabo de un mes, el Ayuntamiento de
Barcelona acordó adquirirlo definitivamente «por la suma de 135.000 pesetas»[lxxvii],
cantidad notablemente inferior a la solicitada en el dictamen realizado por
ambos peritos.
Descripción del
órgano del Palacio de Bellas Artes de Barcelona
A pesar de que el
folleto Órganos Eléctricos de la Exposición Universal de Barcelona,
confeccionado y publicado por Simeón Muguerza en 1890 sigue siendo la principal
fuente documental sobre este tema, no es fácil obtener unas conclusiones lo
suficientemente claras para saber cómo era exactamente el órgano eléctrico
diseñado y construido por Aquilino Amezua. En la confección de dicho folleto
Muguerza incluyó cinco textos de distinta procedencia, redactados en fechas
diferentes entre 1887 y 1889, y cuyas descripciones difieren unas de otras en
mayor o menor medida. Las fuentes originales son las siguientes: La Exposición, del 31 de julio de 1887; Industria e Invenciones, del 11 de mayo
de 1888; Carta Descriptiva redactada
por el organista Julián Calvo el 28 de noviembre de 1888; Dictamen-Valoración, redactado el 5 de febrero de 1889 por los
señores José Rivera y Antonio Jeanbernat; y nuevamente Industria e Invenciones, del 14 de septiembre de 1889. Además de
estas fuentes, hemos tenido la oportunidad de consultar otras desconocidas
hasta la fecha, como son: El Siglo Futuro,
del 14 de mayo de 1887; y La Ilustración
Nacional, del 30 de mayo de 1887. Con todo ello, hemos podido avanzar
algunos pasos importantes en el conocimiento de este singular instrumento,
aunque todavía queden algunas pequeñas lagunas pendientes de resolver.
Para diciembre de 1886, como muy tarde, Amezua ya
contaba con el «privilegio exclusivo» que le permitiría utilizar en España el
sistema eléctrico patentado por Schmoele & Mols, dato éste que ya era
anunciado durante aquel mismo mes con ocasión de la presentación del nuevo
órgano construido para la iglesia de San Félix de Sabadell[lxxviii].
La primera aplicación de la electricidad en España, como ya queda dicho, fue
llevada a cabo por Amezua en el órgano e la capilla de la Virgen de los
Desamparados de Valencia. Sin embargo, este hecho quedaría eclipsado por la
construcción del segundo órgano eléctrico de España, instalado pocos meses
después también por el organero vasco. Esto se debe, por un lado, por el hecho
de haberse instalado en el Palacio de Bellas Artes de Barcelona con motivo de
una Exposición Universal; y, por otro, por ser de una magnitud
considerablemente superior al de Valencia. Tanto es así, que el órgano
eléctrico de la Exposición de Barcelona fue considerado en España como «el
mayor del mundo» que se había construido hasta entonces, y, según Muguerza, era
el que gastaba menos electricidad[lxxix].
En esta misma línea, se expresaban los señores José Rivera y Antonio Jeanbernat
cuando explicaban al Ayuntamiento de Barcelona que se trataba del «primer
órgano de esta clase»[lxxx].
Por exageradas que
puedan parecer estas expresiones, realmente no quedaban fuera de la realidad.
Hemos de tener en cuenta que por aquellas fechas todavía no abundaban órganos
eléctricos de dimensiones similares al instalado por Amezua en Barcelona. Por
ejemplo, uno de los más notables era el la catedral de Canterbury, construido
por Henry Willis en 1886, instrumento enteramente eléctrico de cuatro manuales
y 45 registros. Otro órgano eléctrico a destacar, sería el instalado por Schlag und Söhne en 1888 en la sala de
conciertos de la Filarmónica de Berlín, que constaba de tres teclados manuales
y 49 registros, en el que, al igual que en órgano de Amezua, se utilizaron las
transmisiones eléctricas de Schmoele & Mols. Asimismo, durante el mes de
junio del mismo año, se inauguraba el órgano de la iglesia católica de St. Mary
de Bradford, construido por el belga Charles Anneessens, también con el mismo
sistema electro-neumático de Schmoele & Mols, y que desde un primer momento
fue considerado también en Inglaterra «como el órgano más grande del mundo en
su género». Curiosamente, este último era algo menor que el que se instaló
definitivamente en la Exposición Universal de Barcelona, pues constaba de 60
registros y 3.307 tubos. Pero vayamos por partes.
En cuanto a las
características del órgano que se preveía colocar en un primer momento en el
Umbráculo —cuyas cajas fueron diseñadas por Jaime Gustá—, todavía en mayo de
1887, cabía destacar que constaba de tres cuerpos, estando el principal de
ellos conectado a otros dos órganos ubicados «en la parte alta de ambas testeras del Salón»,
separados 30 metros uno de otro. El teclado estaría colocado en la planta baja,
junto con el cuerpo principal «en el centro de la orquesta», desde donde se
controlaría todo el instrumento a través de 35.000 metros de «alambre eléctrico», para hacer
sonar «los tres órganos». La consola contendría cinco teclados, cuatro manuales
y uno de pedal, además de 17 pedales de combinación con los que se permitiría
hacer sonar todos los teclados a la vez o por separado. Por medio de un único
pedal, el organista podría realizar un crescendo
partiendo desde el registro más suave «hasta 50 a la vez», aumentando su
capacidad notablemente —equivalentes a 100 registros— en caso de utilizar
acoplamientos de octavas agudas y octavas graves.
No obstante, durante el obligado tiempo de
espera provocado por la construcción del nuevo Palacio de Bellas Artes, Amezua
fue revisando y ampliando paulatinamente las posibilidades sonoras del
instrumento. En el folleto descriptivo de los órganos eléctricos de la
Exposición, Simeón
Muguerza incluye una
descripción del órgano publicada por el periódico ilustrado La Exposición con fecha de 31 de julio
de 1887[lxxxi],
en la que se pueden apreciar ciertas variaciones con respecto a la descripción
anterior publicada tres meses antes en La
Ilustración Nacional. En la misma se sigue describiendo el órgano de forma
que constaría de un «cuerpo central», posiblemente en la planta baja, «situado
en la testera del salón, a treinta metros de otros dos cuerpos colocados en las
paredes laterales», los cuales aumentarían y desarrollarían «los inmensos
efectos del órgano central». El número de teclados seguía siendo de cinco,
cuatro manuales y uno de pedal, aunque el número de pedales de combinación
había aumentado a 21, entrando en el crescendo, al igual que en el caso
anterior, hasta 50 registros a la vez. Asimismo, se habla de «los 62 juegos de
que consta el órgano... colocados en 54 registros», pero la suma de los
registros que se van enumerando para cada uno de los teclados sólo alcanza un
total de 50: 12 en el teclado de Bombardas, 14 en el Gran Órgano, 8 en el
Positivo, 8 en el Expresivo y otros 8 en el Pedal. Por supuesto que en este
caso no parece estar muy clara la definición de los términos «juegos» y «registros»,
pero salta a la vista que todavía no se citan los 10 registros correspondientes
al Órgano de Ecos, que fueron incluidos más adelante. Otros detalles, también
muy interesantes, son los 7 grandes fuelles depósito abastecidos por 8 bombas
aspirantes, los 35.000 metros de alambre eléctrico, los 1.380 contactos que
integraban los circuitos, las 444 palancas neumáticas con sus respectivos
electroimanes «de los sistemas americanos de Schmoele y Mols», etc. El número de tubos aproximado
alcanzaba los 2.860, cantidad que aumentó considerablemente (alrededor de 1.219
tubos más) cuando se decidió instalar el órgano en el nuevo Palacio de Bellas
Artes diseñado por Font y Carreras.
Sin lugar a dudas, el planteamiento del instrumento
fue modificado respecto del diseño original, tal y como se desprende de la
descripción del órgano que incluye Simeón Muguerza en su folleto, procedente
del periódico Industria e Invenciones
del 11 de mayo de 1888. En este caso se sigue hablando de un órgano de cuatro
teclados manuales, uno de pedal y 22 pedales de combinación. En total constaba
de sesenta «registros o tiradores», y sesenta y cinco juegos, con un número
aproximado de «4.000 tubos sonoros»[lxxxii].
Estos datos difieren ligeramente con los ofrecidos en noviembre de 1888 por
Julián Calvo, organista de la catedral de Murcia, quien mencionaba que el
órgano poseía 62 juegos, «puestos en acción por 54 tiradores»[lxxxiii].
La diferencia es aún mayor si tenemos en cuenta la descripción que se ofrecía
en la propuesta del Jurado de la Exposición Universal para la concesión de un
premio especial a Aquilino Amezua, donde se hablaba de la «grandiosidad de
dichos instrumentos», que poseían «nada menos que ochenta registros y veintidós
pedales de combinación, que componen siete órganos...»[lxxxiv].
No obstante, tal y como se deduce de la disposición que se adjunta a
continuación de la descripción de Julián Calvo, el número de registros asciende
a 64: 14 en el de Bombardas —además un trémolo—,15 en el Gran Órgano, 9 en el
Positivo —además un trémolo—, 8 en el Recitativo (Expresivo), 10 en el de Ecos
y 8 en el de Pedal[lxxxv].
Para este planteamiento, siguiendo la tendencia más habitual del constructor
vasco, como mínimo se necesitarían seis grandes secretos, sobre los que
descansaría la mayor parte de la tubería. Más adelante, en el mismo folleto
confeccionado por Muguerza se incluye una Memoria-Dictamen
redactado por los peritos José Rivera y Antonio Jeanbernat, en el que una vez
más se vuelve a mencionar el órgano de cinco teclados, cuatro de manos y uno de
pedal, a través de los que se controlaban alrededor de 4.000 tubos distribuidos
en 60 «registros completos —suponemos que los registros incompletos serían
aquellos como los de Corneta, Voz Celeste, etc.—[lxxxvi].
Con todo ello, el número de tubos ascendía a 4.079.
Aunque visualmente solo destacaban las dos fachadas
situadas «vis a vis» en los extremos de la galería alta del gran salón del
Palacio de Bellas Artes, la totalidad del instrumento se encontraba
estructurado en 6 bloques claramente diferenciados, puesto que desde la consola
salían 6 mangueras de cables independientes «de otros tantos órganos»:
Bombardas, Gran Órgano, Positivo, Recitativo (Expresivo), Ecos y Pedal. Sin
embargo Julián Calvo, definía el órgano de Amezua como un instrumento colocado
en «tres grandes y bien trabajadas cajas, que cada una compone un órgano
completo, y de buenas proporciones»[lxxxvii].
Es decir, que además de las dos fachadas colocadas sobre la galería del primer
piso de la gran sala, existía un tercer cuerpo en la planta baja de la misma, a
unos 7 metros de distancia de la consola. Tal y como explicaba Julián Calvo en
su Carta Descriptiva, una de las
fachadas principales se encontraba «en la galería, frente a la entrada del
salón de conciertos», tras la cual se alojaba el «gran órgano»; «debajo de éste
y en la plataforma para la orquesta», había «otro llamado de expresión de
persiana»; «en la galería de encima de la puerta de dicho salón y en frente del
gran órgano», estaba «colocado el llamado de Ecos»[lxxxviii].
En este sentido, la descripción del organista murciano no da lugar a dudas. Así
todo, seguiríamos ignorando cuales eran exactamente las ubicaciones destinadas
al Positivo y al Pedal, cuestión esta que termina aclarándose un poco más
—aunque no del todo—, gracias a los detalles proporcionados por los señores
José Rivera y Antonio Jeanbernat.
En su Dictamen-Valoración entregado al Ayuntamiento de Barcelona para deliberar sobre la compra del instrumento una vez finalizada la Exposición Universal, ambos peritos mencionaban que otra de las novedades del órgano de Amezua era la de «estar dividido en tres cuerpos»: el principal, situado en el testero del salón, funcionaba «por medio de los tres primeros teclados», es decir el de Bombardas, el Gran Órgano y el Positivo, según el orden ascendente de los teclados[lxxxix]; el otro, esto es, el cuerpo principal que correspondía al cuarto teclado, se encontraba «colocado más abajo a una distancia de unos seis metros», donde se ubicaba el Recitativo; y el tercer cuerpo, se hallaba «instalado en el lado opuesto», tras la segunda fachada de la galería, donde se encontraba el órgano de Ecos, «a unos sesenta metros del primero»[xc]. En cuanto a la ubicación de la división del Pedal, es la única que queda sin describir. Suponemos que la misma estaría en el cuerpo principal del «testero del salón», dado que en este lugar el espacio disponible era considerablemente superior que en cualquiera de los demás. El habitáculo que encerraba el Recitativo, el más desapercibido de todos, se encontraba justo debajo de la fachada del cuerpo principal del testero. Su ubicación estaba bien descrita tanto por Julián Calvo como por José Rivera y Antonio Jeanbernat. Sin embargo, para nosotros no resulta nada fácil confirmar su localización a través de las diversas fotografías e ilustraciones que se han conservado hasta la fecha, debido a la multitud de cambios de escenario que tenían lugar dentro de la planta baja del salón. Así todo, podemos confirmar que la fachada del Recitativo sobresalía muy poco del muro del testero, y que la misma fue cubierta por el gran estandarte real que se observa en la fotografía de la inauguración de la Exposición, celebrada el 20 de mayo de 1888. En algún otro grabado, como por ejemplo el que ilustra la actuación del Orfeón Bilbaíno, además de parte de la plataforma con sus rampas y balaustradas, se puede ver perfectamente qué es lo que había detrás del estandarte real: la caja expresiva que encerraba el Recitativo. En lo sucesivo esta división pasaría todavía mucho más desapercibida al quedar oculta bajo el arco central de la escalinata, construida posteriormente, y que unía la planta baja de la gran sala con la galería del piso superior, donde también quedaría colocada definitivamente la consola frente a la fachada del cuerpo principal del testero.
Una de las ventajas de la electricidad en el órgano,
volvemos a insistir, es que la consola pudiera situarse «en el punto más
conveniente, separada de los órganos», y esto facilitaba asimismo la
reubicación de la misma en el momento que fuera requerido. Durante los meses en
los que se celebró la Exposición Universal de Barcelona, tal y como se
desprende del diario El Imparcial del
15 de octubre de 1888, la consola del órgano construido por Amezua estuvo
colocada en la planta baja del gran salón, sobre la plataforma destinada a la
orquesta. Según Simeón Muguerza, «era a la verdad imponente ver aquel espacioso
tablado colocado bajo el gran órgano, en cuyo centro se destacaba la consola
con los teclados», ubicación que coincide asimismo con la descrita por Julián
Calvo en su Carta Descriptiva[xci],
incluida por Muguerza en el panfleto publicitario Órganos Eléctricos de la Exposición Universal de Barcelona. Sin
embargo, donde mejor se describe el entarimado y la colocación de la consola
con respecto a las fachadas de la galería es en un artículo publicado en el Boletín del Centro Artístico de Granada:
«Partiendo del
nivel del suelo y como de dos metros de altura, se ha construido un entarimado,
cuya anchura es casi igual á la del Salón, en el cual están colocados los
teclados del órgano, los cuales, mediante la electricidad, dejan oír
juntamente, el grande, que corresponde a la misma ala, y el pequeño, que
situado al frente del mismo, corresponde al otro extremo del Salón o sea a su
ala opuesta».[xcii]
Sin duda alguna, la ubicación de la consola y la de
dicho entarimado fue alterándose según las necesidades, tanto durante el
certamen como después de concluir el mismo. Aquella plataforma o tablado, que
remataba con el muro trasero con unas rampas protegidas con sus respectivas
balaustradas, fue colocado en el gran salón central entre el 20 de mayo y el 8
de junio de 1888, y es de suponer que permaneció allí provisionalmente, por lo
menos hasta el mes de diciembre. Existieron propuestas para modificar su
emplazamiento. Pero en lo referente a la consola, tan pronto como el 17 de
junio de 1888, sabemos que su colocación fue alterada «a petición de varios
aficionados» con objeto de que el público pudiera «apreciar bien la ejecución
del organista»[xciii].
En lo sucesivo, según deducimos de las fotografías y los grabados que han llegado
hasta nosotros, se construyó la elegante escalinata que unía la planta baja con
el piso superior de la sala de fiestas. A partir de entonces, la consola estuvo
ubicada en el centro del tramo de la galería que se situaba entre dicha
escalinata y el cuerpo principal del órgano. La consola era de pupitre, y se
encontraba vuelta con respecto a la fachada principal del órgano, de forma que
el organista se situaba frente a la segunda fachada, de menores dimensiones,
que estaba colocada sobre el tramo de la galería de la entrada de la gran sala.
El cometido de algunos de los teclados era doble,
como por ejemplo el del cuarto, desde el que se controlaba otra división
secundaria como era la de Ecos, la cual habría que considerarla como una
subdivisión complementaria del Recitativo. Desde este teclado se controlaban de
una manera ingeniosa y particular los compartimentos del Recitativo (Expresivo)
y el de Ecos, ambos «separados del cuerpo principal», y el último de los cuales
se encontraba frente al Gran Órgano, al otro extremo de la sala. Dicha división
(la de Ecos), la cual no estaba contemplada en el proyecto original, fue
añadida después de aprobarse la construcción del nuevo edificio de Font y
Carreras, y, tal y como explica Muguerza, estaba colocada a 60 metros «del
ejecutante», mientras que el Recitativo se encontraba a 7 metros de la consola[xciv].
Para producir el diálogo entre estas dos divisiones controladas desde el mismo
teclado (el cuarto), existía un pedal de combinación que funcionaba como un
conmutador. Cuando se tocaba en el órgano que se encontraba «más próximo al
organista con las voces celestes, con sólo bajar un centímetro este pedal»,
cesaba el sonido del mismo (es decir, el del Recitativo) y respondían «inmediatamente
las voces humanas procedentes del órgano instalado en el testero a sesenta
metros del primero» (el de Ecos); bajando la pisa un centímetro más, volvían a
sonar las voces celestes sin que dejasen «por esto de seguir su canto la voz
humana del citado órgano». Para volver a las voces celestes, cesando el canto
de la voz humana, bastaba con volver a colocar la pisa en su estado primitivo.
Por lo cual, concluimos que a través de este pedal de combinación se
verificaban tres combinaciones diferentes[xcv].
Es decir, que la división principal correspondiente al cuarto teclado era el
Recitativo, que podía anularse para que pudiera entrar en juego el órgano de
Ecos bien individualmente o bien junto con el Recitativo, según la posición del
pedal de combinación: en reposo, únicamente funcionaba el Recitativo; una
posición más abajo, anulaba el Recitativo y entraba el Órgano de Ecos; y en la
posición más baja, funcionaban ambas divisiones a la vez.
En cuanto a las características sonoras del órgano, cabría destacar su potente lengüetería, con sus 18 registros, y el nutrido grupo de flautados de 16’ y 8’ que alcanzaba nada menos que la cantidad de 32 registros. Según los señores Rivera y Jeanbernat, los flautados formaban un conjunto majestuoso, con su gran número de registros de 16’ y 8’, que en pocos órganos de España existían, resultando un conjunto tan redondo, que podía competir y superar a los mejores flautados alemanes y suizos, «que con justicia pasa[ba]n por los mejores»[xcvi]. Con relación a los registros compuestos y de mutación como por ejemplo Nasardos, Cornetas, Llenos, etc. ambos personajes valoraban el número extraordinario de algunos de los Llenos, afirmando que constaba de 9 tubos por nota en el del Gran Órgano y de 7 en el del Positivo. No obstante, Julián Calvo manifestaba que los Llenos y Cornetas eran completos en todos sus juegos y que reunían cuanto era necesario, habiéndose evitado cuidadosamente incluir «tiradores superfluos» de nasardos en 12ª, 17ª, 19ª y de otros componentes del lleno, puesto que cada registro de este tipo, por sí sólo, no tenía resultado positivo «a pesar de deslumbrar con su crecido número aparente» de tiradores. En este sentido, en opinión del organista murciano, Amezua había «obrado con el meditado tino» que le distinguía[xcvii], aunque después de todo vemos que en el Órgano de Ecos que Amezua terminó por incluir una Docena Nasarda, una Quincena, y una Decisetena. Realmente era un órgano en el que, además de las especialidades del organero vasco, se trató de aunar el máximo número de tendencias, destacando las Contras del sistema inglés, la peculiar trompetería del sistema español, los juegos al estilo Laukhuff, los frenos alemanes del sistema Koulen, los frenos del sistema francés de Gavioli, etc. La evolución de la disposición de registros entre 1887 y 1888 puede observarse de la siguiente manera:
Bombardas. En el proyecto de 1887 este teclado
contaba con los registros de Salicional 8' y Apeninos 4' (denominado este
último en otros órganos como Ocarina 4'), los cuales fueron colocados
posteriormente en el Positivo, adoptando el nombre de Viola 8' y Apeninos 4'. En
su lugar, el teclado de Bombardas se refuerza con un par de flautas de 8 pies
(Flauta Sonora 8' y Flauta Alemana 8') y una Flauta Octaveante 4', y se termina
por incluir una Corneta de 5 hileras como registro solista. La lengüetería
quedaría prácticamente de la misma manera que en el proyecto original, teniendo
en cuenta que el Clarinete 8' podría suplir las funciones de la Trompeta
Angélica de 8' de lengüetas libres.
Gran Órgano. Por un lado, el Lleno de 8 hileras
quedaría desglosado definitivamente en dos registros compuestos, es decir, en
un Gran Lleno de 4 hileras y un Lleno de 3 hileras. Por otro, se añade un
registro mordente, la Gamba 8', y se termina por ampliar el espectro armónico
de la familia de los principales con la inclusión de una Quincena 2'. La
lengüetería quedaría estructurada de forma similar al proyecto original,
aumentando quizás su potencial sonoro.
Positivo. Es la división que más modificaciones
presenta con respecto al proyecto original de 1887, pasando de un conjunto
sonoro denso, con predominio de las flautas, a otro más transparente y
equilibrado tras una lograda combinación de flautas y principales y la
inclusión de nuevos registros compuestos de tesitura superior a 4 pies. La Voz
Humana pasaría definitivamente al órgano de Ecos, y los otros dos registros de
lengüetería (Trompeta y Bajoncillo) quedarían más suaves y dulcificados, según
los adjetivos designados por Amezua para ambas nomenclaturas.
Recitativo. En esta división desaparece la Flauta
Octaveante como único registro en tesitura de 4 pies y se incluye una Clarinete
de 8'. En este caso podría tratarse del Clarinete previsto primeramente para el
teclado de Bombardas, o bien de un registro nuevo de carácter solista
imitativo. Curiosamente la única tesitura de la división quedaría en 8 pies.
Ecos. Se trata de una nueva división que se hacía
funcionar desde el cuarto teclado, y que fue añadida tras el cambio de planes
de la Exposición Universal de construir el nuevo Palacio de Bellas Artes
diseñado por Font y Carreras. En este cuerpo se colocaron algunos de los
registros previstos previamente para otras de las divisiones como por ejemplo
la Voz Humana 8', la Flauta Vasca 8' o el Violón 8', y se incluyeron otros
nuevos para completar su configuración definitiva, destacando particularmente
los registros de tesitura superior a 4 pies y de mutación, tales como la Docena
Nasarda, la Quincena o la Decisetena. En el caso de la lengüetería, la Trompeta
Alemana se describe en tesitura 8'-16', aparentemente una octava más grave que
el tándem Bajoncillo-Clarín 4'-8' tan peculiar en los órganos de Amezua; no
obstante también podría entenderse la Trompeta Alemana como un registro de 16
pies en el que los tubos más graves de la primera octava fueran acústicos, es
decir, que la longitud de los resonadores era de 8 pies, pero produciendo un
sonido de 16 pies.
Pedal. También el Pedal se vio alterado para incluir
registros de lengüetería mucho más graves. Así, cabe destacar la inclusión de
una Bombarda de 32' y otras de 16', con lo cual el Pedal terminaría por
adquirir toda la gravedad que se podía esperar en un órgano de esta magnitud.
Para el abastecimiento del aire, el órgano disponía de siete grandes depósitos con ocho bombas aspirantes para el bombeo del aire, «siendo servida la máquina manchadora por cuatro hombres»[xcviii]. Otros detalles importantes, son los 444 «diminutos fuelles en combinación con otros tantos electro-imanes», del sistema Schmoele & Mols, y sus 1.380 contactos, aspectos que aparentemente no sufrieron variaciones respecto del proyecto original. Durante los meses que tuvo lugar la Exposición Universal de Barcelona, los medios de comunicación anunciaban que «en breve se daría a conocer otras nuevas aplicaciones de la electricidad por Amezua en Paseo de Gracia 40»[xcix]. Sin embargo, hasta la fecha, solo tenemos el conocimiento de otro instrumento que dispuso parcialmente de transmisiones eléctricas por aquellos años: el órgano de Palacio Güell.
(continuará...)
J. Sergio del Campo Olaso
Todos los derechos reservados. © Copyright 2012
[i]
Quizás la amistad de Amezua con Serrano tenga
alguna relación con sus ideas políticas. Curiosamente Aquilino Amezua, al igual
que su familia, eran carlistas. Tanto es así, que a causa de la Segunda Guerra
Carlista, en 1870 los padres de Aquilino abandonaron Azpeitia junto con dos de
sus hijos, José y Mª Dolores, para instalarse en Valencia. Efectivamente,
Aquilino también participaba de los mismos sentimientos que sus progenitores,
pues en 1893, en uno de los salones donde presentaba los órganos recién
terminados de construir, hizo pintar la letra y la música del famoso himno Gernikako Arbola, obra que él mismo
solía tocar en multitud de ocasiones al término de las audiciones.
[ii]
NOEMIS
[Simeón Muguerza]. Órganos Eléctricos de la Exposición
Universal de Barcelona. Barcelona: Imprenta de Pedro Ortega, 1890; p. 36.
[iii]
LAMÚA,
Muntsa. 1888: «La Ciudad de los Prodigios», La Exposición Universal de las
Artes y las Industrias de Barcelona. En línea en http://www.liceus.com/cgi-bin/tcua/5004.asp, (consulta realizada el 22/04/2011).
[iv]
NOEMIS
[Simeón Muguerza]. Op.
Cit.; p. 36.
[v]
La Época. Periódico Político y Literario. Madrid. Año XXXIX - nº 12449, domingo 20 de marzo
de 1887; p. 4. La noticia de que el Palacio de Bellas Artes de la Exposición de
Barcelona iba a ser equipado con un órgano eléctrico construido Aquilino Amezua
fue difundida también en Inglaterra a través de la revista The Electrician, en la que se reproducía una breve nota procedente
del periódico El Barcelonés fechada
el 2 de marzo de 1887. The Electrician, Vol. 20. London:
Ed. James Gray, 1887; p. 465.
[vi]
El Siglo Futuro. Diario Católico. Madrid. Año XIII - nº 3652, sábado 14 de mayo de
1887; p. 3.
[vii]
La Ilustración Nacional. Madrid. Año VIII - nº 15, 30 de mayo de 1887; p.
234.
[viii]
NOEMIS
[Simeón Muguerza]. Op.
Cit.; pp. 38-39.
[ix]
Ibídem; p. 40.
[x]
El Imparcial. Diario Liberal. Madrid. Año XXI - nº 7242, viernes 22 de julio de
1887; p. 3. El Tradicionalista. Pamplona. Año II - nº 217, viernes 22 de
julio de 1887; p. 3.
[xi]
La Vanguardia. Barcelona. Año VII - nº 372, lunes 15 de agosto de 1887; p. 5095. El
mismo texto reproducido en Ilustración. Revista Hispano-Americana.
Barcelona. Año VIII - nº 355, 21 de agosto de 1887; p. 543. Asimismo en La
Ilustración Ibérica. Barcelona. Año V - nº 246, 17 de septiembre de
1887; p. 599.
[xii]
La Ilustración. Revista Hispano-Americana. Barcelona. Año IX - nº 410, 9 de septiembre de
1888; pp. 590-591. Boletín del Centro Artístico de Granada. Granada. Año III - nº
51, jueves 1 de noviembre de 1888; p. 22. GARCÍA i
SASTRE, Andrea A. Els Museus d'Art de Barcelona:
antecedents génesi i desenvolupment fins l'any 1915. Barcelona. Ed. L'Abadia de Montserrat, 1997; pp.
300-302. Ver asimismo Boletín del Centro Artístico de Granada.
Granada. Año III - nº 51, jueves 1 de noviembre de 1888; p. 22.
[xiii]
NOEMIS
[Simeón Muguerza]. Op.
Cit.; p. 40.
[xiv]
La Iberia. Madrid. Año XXXV - nº 11142, lunes 30 de enero de 1888; p. 1. Diario
Oficial de Avisos de Madrid. Madrid. Año CXXX - nº 31, martes 31 de
enero de 1888; p. 2.
[xv]
La Ilustración. Revista Hispano-Americana. Barcelona. Año IX - nº 381, 19 de febrero de 1888;
p. 127.
[xvi]
La Dinastía. Diario político, literario, mercantil
y de avisos. Barcelona. Año VI - nº
2641, jueves 1 de marzo de 1888; p. 2.
[xvii]
Diario Oficial de Avisos
de Madrid. Madrid. Año CXXX - nº 48, viernes 17 de febrero de 1888; p. 3.
[xviii]
La
Dinastía.
Diario político, literario, mercantil y de avisos.
Barcelona. Año V - nº 2442, jueves 3 de noviembre de 1887; p. 3. La Época. Periódico Político y Literario. Madrid. Año XXXIX - nº 12676, miércoles 9
de noviembre de 1887; p. 3. La Monarquía. Madrid. Año I - nº 32,
jueves 10 de noviembre de 1887; p. 2.
[xix]
La Iberia. Madrid. Año XXXIV - nº
11048, jueves 3 de noviembre de 1887; p. 3. La Correspondencia de España.
Madrid. Año XXXVIII - nº 10818, viernes 4 de noviembre de 1887; p. 3.
[xx]
La Ilustración. Revista
Hispano-Americana. Barcelona. Año VIII - nº 366, 6 de noviembre de 1887; p. 751.
[xxi]
La Dinastía. Diario político, literario, mercantil y de avisos. Barcelona. Año V - nº
2533, martes 27 de diciembre de 1887; p. 1.
[xxii]
La Dinastía. Diario político, literario, mercantil y de avisos. Barcelona. Año VI - nº
2558, martes 11 de enero de 1888; p. 2.
[xxiii]
Diario Oficial de Avisos
de Madrid. Madrid. Año CXXX - nº 48, viernes 17 de febrero de 1888; p. 3.
[xxiv]
Ibídem. Obviaente, la superficie que se ofrece en este diario es errónea.
[xxv]
La Ilustración. Revista
Hispano-Americana. Barcelona. Año IX - nº 388, 8 de abril de 1888; p. 230.
[xxvi]
La Dinastía. Diario político, literario, mercantil
y de avisos. Barcelona. Año VII - nº
3361, sábado 3 de agosto de 1889; p. 2.
[xxvii]
El Alicantino. Diario Católico. Alicante. Año I - nº 54, martes 6 de marzo de 1888;
p. 3.
[xxviii]
La Ilustración. Revista Hispano-Americana. Barcelona. Año IX - nº 386, 25 de marzo de 1888; p.
198. La
Época. Periódico Político y
Literario. Madrid. Año XL - nº 12800, domingo 25 de marzo de 1888; p. 3. El
Imparcial. Diario Liberal.
Madrid. Año XXII - nº 7517, miércoles 25 de abril de 1888; p. 1.
[xxix]
La Vanguardia. Barcelona. Año VIII - nº 107, lunes 5 de marzo de 1888; p. 3.
[xxx]
NOEMIS
[Simeón Muguerza]. Op.
Cit.; pp. 40-41.
[xxxi]
El Fomento. Diario de Salamanca. Salamanca. Año VIII - nº 1224, lunes 14 de mayo de
1888; p. 2.
[xxxii]
La Iberia. Diario de la tarde. Madrid. Año XXXV - nº 11260, domingo 20 de mayo de
1888; p. 1.
[xxxiii]
La Dinastía. Diario político, literario, mercantil
y de avisos. Barcelona. Año VI - nº
2776, lunes 21 de mayo de 1888; p. 1.
[xxxiv]
La Época. Periódico Político y Literario. Madrid. Año XL - nº 12854, domingo 20 de mayo de
1888; p. 2.
[xxxv]
La Dinastía. Diario político, literario, mercantil
y de avisos. Barcelona. Año VI - nº
2805, viernes 8 de junio de 1888; p. 2.
[xxxvi]
La Época. Periódico Político y Literario. Madrid. Año XL - nº 12873, sábado 9 de junio de
1888; p. 2.
[xxxvii]
Todavía el mismo día de la inauguración del
certamen, algunos periódicos informaban que «las obras e instalaciones de la
Exposición adelanta[ba]n rápidamente». La Correspondencia de España.
Madrid. Año XXXIX - nº 11011, domingo 20 de mayo de 1888; p. 3. La
Correspondencia de España. Madrid. Año XXXIX - nº 11012, lunes 21 de
mayo de 1888; p. 3.
[xxxviii]
La Época. Periódico Político y Literario. Madrid. Año XL - nº 12874, domingo 10 de junio de
1888; p. 1.
[xxxix]
La Vanguardia. Barcelona. Año VIII - nº 272, sábado 9 de junio de 1888; p. 2. NOEMIS [Simeón Muguerza]. Op. Cit.; pp. 68-70.
[xl]
La Vanguardia. Barcelona. Año VIII - nº 272, sábado 9 de junio de 1888; p. 2.
[xli]
La Vanguardia. Barcelona. Año VIII - nº 212, domingo 6 de mayo de 1888; p. 2.
[xlii]
La Vanguardia. Barcelona. Año VIII - nº 147, miércoles 28 de marzo de 1888; p. 1.
[xliii]
El Siglo Futuro. Diario Católico. Madrid. Año XIII - nº 3652, sábado 14 de mayo de
1887; p. 3.
[xliv]
La Vanguardia. Barcelona. Año VIII - nº 272, sábado 9 de junio de 1888; p. 3. La
Dinastía. Diario político,
literario, mercantil y de avisos. Barcelona. Año VI - nº 2809, domingo 10
de junio de 1888; p. 2.
[xlv]
La Dinastía. Diario político, literario, mercantil
y de avisos. Barcelona. Año VI - nº
2809, domingo 10 de junio de 1888; p. 2.
[xlvi]
Ibídem.
[xlvii]
Ibídem.
[xlviii]
Ibídem.
[xlix]
La Dinastía. Diario político, literario, mercantil
y de avisos. Barcelona. Año VI - nº
2813, miércoles 13 de junio de 1888; p. 3. Año VI - nº 2815, jueves 14 de junio
de 1888; pp. 2 y 3. Año VI - nº 2819, sábado 16 de junio de 1888; p. 3. La
Vanguardia. Barcelona. Año VIII - nº 285, sábado 16 de junio de 1888;
p. 3.
[l]
La Dinastía. Diario político, literario, mercantil
y de avisos. Barcelona. Año VI - nº
2825, miércoles 20 de junio de 1888; pp. 2 y 3. La Vanguardia. Barcelona.
Año VIII - nº 292, miércoles 20 de junio de 1888; p. 3.
[li]
La Dinastía. Diario político, literario, mercantil
y de avisos. Barcelona. Año VI - nº
2878, sábado 21 de julio de 1888; p. 2.
[lii]
Ibídem.
[liii]
La Vanguardia. Barcelona. Año VIII - nº 425, domingo 9 de septiembre de 1888; p. 2.
[liv]
«A conseqüencia de aquests últims ayguats,
algunas de las instalacións de la Exposició han sufert en gran manera. Entre
altras s'han embussat los canons de las grans orgas del Sr. Amezua. Y que
l'embús ha de ser de alguna importancia. Perque l'Sr. Amezua l'día que va
adonarsen, estava que bufava y tot
inútilment». La Esquella de la Torratxa. Barcelona. Año X - nº
507, 29 de septiembre de 1888; p. 622.
[lv]
La Dinastía. Diario político, literario, mercantil
y de avisos. Barcelona. Año VI - nº
2988, miércoles 26 de septiembre de 1888; p. 3. Según la revista La Ilustración Católica, Gigout ya se
encontraba en Barcelona desde septiembre, donde ya había ofrecido una audición
en los «magnos órganos eléctricos, uno de ellos con un novísimo registro que
imita asombrosamente la voz humana...» La Ilustración Católica. Madrid. Año
XIII - Tomo XI - nº 28, 5 de octubre de 1888 (5ª época); p. 326. El
Imparcial. Diario Liberal.
Madrid. Año XXII - nº 768 domingo 7 de octubre de 1888; p. 2. La
Época. Periódico Político y
Literario. Madrid. Año XL - nº 12991, domingo 7 de octubre de 1888; p. 3.
En la revista La Ilustración se decía
que «también se ha dado a conocer a nuestro
público inteligente otro artista de nota, M. Gigout, organista parisiense,
quien en el salón de conciertos del palacio de Bellas Artes ha demostrado
cuánto domina el órgano». La
Ilustración. Revista Hispano-Americana. Barcelona. Año IX - nº 414, 7
de octubre de 1888; p. 655.
[lvi]
La Dinastía. Diario político, literario, mercantil
y de avisos. Barcelona. Año VI - nº
2998, martes 2 de octubre de 1888; p. 3.
[lvii]
La Risa. Periódico Ilustrado Cómico y
Humorístico. Madrid. Año I - nº 42,
14 de octubre de 1888; p. 3.
[lviii]
NOEMIS
[Simeón Muguerza]. Op.
Cit.; pp. 72-73.
[lix]
La Vanguardia. Barcelona. Año VIII - nº 480, miércoles 10 de octubre de 1888; p. 3.
[lx]
La Vanguardia. Barcelona. Año VIII - nº 482, jueves 11 de octubre de 1888; p. 2. Unos
días antes, la noticia era difundida también en Francia: «M. Eugène Gigout vien
de donner deux concerts sur ce bel instrument, qui ont été tout un succès pour
le remarquable organiste. Le ténor Gayarré fait sa rentrée ce soir. M. Widor
est annoncé pour la semaine prochaine. Il vient diriger deux concerts composés
de ses oeuvres. Il jouera également de l'orgue». Le Ménestrel. París: Heugel et Cie. éditeurs.
Año LIV - nº 41, domingo 7 de octubre de
1888; p. 326.
[lxi]
La Ilustración. Revista Hispano-Americana. Barcelona. Año IX - nº 416, 21 de octubre de 1888;
p. 687.
[lxii]
La Ilustración. Revista Hispano-Americana. Barcelona. Año IX - nº 415, 14 de octubre de 1888;
p. 671.
[lxiii]
La Dinastía. Diario político, literario, mercantil
y de avisos. Barcelona. Año VI - nº
3032, domingo 21 de octubre de 1888; p. 2.
[lxiv]
La Dinastía. Diario político, literario, mercantil
y de avisos. Barcelona. Año VII - nº
3370, lunes 12 de agosto de 1889; pp. 1-2. Año VII - nº 3372, miércoles 14 de
agosto de 1889; p. 2. Año VII - nº 3388, viernes 30 de agosto de 1889; p. 3.
[lxv]
«A l'Exposition universelle, les opérations du
jury des instruments sont terminées. On dit qu'une des plus hautes récompenses
sera donnée à M. Amezua, pour son orgue à 5 claviers manuels du Palais des
Beaux-Arts de l'Exposition». Le Ménestrel. París: Heugel et Cie.
éditeurs. Año LIV - nº 41, domingo 7 de
octubre de 1888; p. 326. El órgano constaba efectivamente de 5 teclados, 4
manuales y uno de pedal, y no 5 manuales como aquí se dice.
[lxvi]
NOEMIS
[Simeón Muguerza]. Op.
Cit.; p. 77. Con respecto a este
episodio, Amezua va mucho más allá afirmando que «Cavaillé-Coll se vio
precisado a confesar» ante él mismo la superioridad de sus obras (las de
Amezua) sobre suyas propias (las de Cavaillé-Coll), «cual lo hizo en el salón
de conciertos de la Exposición de Barcelona». AMEZUA,
Aquilino. Vindicación de los Amezua como artistas contra
las acusaciones de un mal organista. Barcelona: Imprenta de Pedro Ortega,
1889; p. 20. Sin embargo, a pesar de nuestras pesquisas, no hemos encontrado
información relativa a este tema en ninguna otra fuente que las aquí citadas.
[lxvii]
El Imparcial. Diario Liberal. Madrid. Año XXII - nº 7688, lunes 15 de octubre de
1888; p. 5.
[lxviii]
La Época. Periódico Político y Literario. Madrid. Año XL - nº 13015, miércoles 31 de octubre
de 1888; p. 2.
[lxix]
La Vanguardia. Barcelona. Año VIII - nº 491, martes 16 de octubre de 1888; p. 3.
[lxx]
«Hasta las orgas eléctricas del Sr. Amezua,
van saludarlo un de aquets días al só dels himnes de la libertat». La Campana de Gracia. Barcelona. Año XIX - nº
1013, 20 de octubre de 1888; p. 3.
[lxxi]
La Dinastía. Diario político, literario, mercantil
y de avisos. Barcelona. Año VI - nº
3120, viernes 14 de diciembre de 1888; p. 2.
[lxxii]
NOEMIS
[Simeón Muguerza]. Op.
Cit.; p. 77.
[lxxiii]
La Ilustración Católica. Madrid. Año XIII - Tomo XI - nº 35, 15 de diciembre
de 1888 (5ª época); p. 419.
[lxxiv]
La Ilustración. Revista Hispano-Americana. Barcelona. Año IX - nº 426, 30 de diciembre de
1888; p. 847. Como ya hemos advertido más arriba, la instalación eléctrica del
órgano de la capilla de la Virgen de los Desamparados de Valencia fue llevada a
cabo por la Sociedad Anglo-Española de
Electricidad, dirigida por George Saint Noble y establecida en Barcelona
hacia 1881. Puesto que el primer órgano eléctrico destinado a Valencia fue construido
a la vez que el de la Exposición Universal de Barcelona, suponemos que dicha
sociedad fuera también en este caso la encargada de la instalación eléctrica.
[lxxv]
Ibídem.
[lxxvi]
La Dinastía. Diario político, literario, mercantil
y de avisos. Barcelona. Año VII - nº
3155, miércoles 9 de enero de 1889; p. 2.
[lxxvii]
La Dinastía. Diario político, literario, mercantil
y de avisos. Barcelona. Año VII - nº
3213, viernes 8 de marzo de 1889; p. 2.
[lxxviii]
La Vanguardia. Barcelona. Año VI - nº 561, viernes 3 de diciembre de 1886; p. 7717. NOEMIS [Simeón Muguerza]. Op. Cit.; pp. 51-52.
[lxxix]
NOEMIS
[Simeón Muguerza]. Op.
Cit.; p. 62.
[lxxx]
Ibídem; p. 101.
[lxxxi]
Ibídem; pp.
48-52.
[lxxxii]
Ibídem; p. 54.
[lxxxiii]
Ibídem; pp.
81-82.
[lxxxiv]
Ibídem; pp.
94-95. Curiosamente,
entre los firmantes de dicha propuesta se encontraba Alphonse Blondel, famoso
fabricante de pianos de París con quien supuestamente había trabajado Amezua
entre 1863 y 1870 durante su etapa de aprendizaje.
[lxxxv]
Ibídem; pp.
85-87.
[lxxxvi]
Ibídem; p. 99.
[lxxxvii]
Ibídem; p. 82.
[lxxxviii]
Ibídem; p. 83.
[lxxxix]
Ibídem; p. 62.
[xc]
Ibídem; pp.
99-100.
[xci]
Véase el párrafo incluido más arriba procedente
del diario El Imparcial. Diario
Liberal. Madrid. Año XII - nº 7688, lunes 15 de octubre de 1888; p. 5. NOEMIS [Simeón Muguerza]. Op.
Cit.; p. 83. Una descripción interior
de la consola, así como de su funcionamiento, fue publicada en el periódico Industria e Invenciones del 14 de
septiembre de 1889, e incluida asimismo por Simeón Muguerza en el mismo folleto
(pp. 62-64).
[xcii]
Boletín del Centro Artístico de Granada. Granada. Año III - nº 51, jueves 1 de noviembre de
1888; p. 22.
[xciii]
La Dinastía. Diario político, literario, mercantil
y de avisos. Barcelona. Año VI - nº
2821, domingo 17 de junio de 1888; p. 3.
[xciv]
NOEMIS
[Simeón Muguerza]. Op.
Cit.; pp. 64-65.
[xcv]
Ibídem; p. 65.
[xcvi]
Ibídem; p. 99.
[xcvii]
Ibídem; p. 81.
[xcviii]
Ibídem; p. 83.